Efraín Huerta
Ilustraciones originales de: José Luis Cuevas; Colima, Colima, México; Ediciones La Parota/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura de Colima, 1998, 90 pp., Colección La Mano de Dios, núm. 4.
D.R. Copyright Herederos Efraín Huerta
Impreso y hecho a mano en México
ISBN 968-7389-44-3 (volumen)
presentación
órdenes de amor
para gozar tu paz
eres, amor
la paloma y el sueño
absoluto amor
las voces prohibidas
el amor
los ruidos del alba
éste es un amor
la rosa primitiva
canción de la doncella del alba
meditación de la rosa
Efraín Huerta es uno de los poetas más importantes del siglo veinte en América Latina. Su exquisito manejo del arte poética aunado a su vitalidad expresiva lo convierten en uno de los epígonos de su generación. Es un poeta de ruptura; inmerso en su transcurrir histórico no duda en utilizar las técnicas neovanguardistas en forma magistral, creando espacios que no habían sido descubiertos en la expresión poética. Inmerso en una "estética de la impureza" , contrapuesta a la "poesía pura". Efraín Huerta se consideraba "el orgullosamente marginado, el proscrito", comprometido, como todo artista auténtico, con su propia conciencia. El poeta de la rebeldía, cuya obra recupera cada vez más la fuerza expresiva al paso del tiempo, es también el poeta del amor.
Efraín Huerta fue un hombre sabinianamente amoroso, sabiamente amoroso: su poesía tiene muchas vertientes y nos ofrece innumerables lecturas, bebamos aquí de la vertiente luminosa de su amor, de la patria de su corazón y de su juventud que lo llevó a trascender su generación cronológica como uno más de los poetas nacidos décadas después. Es el suyo un caso extraño por su constante ruptura con los moldes y por eso falta la distancia para comprenderlo en su justa medida y trascendencia dentro de la historia literaria del siglo veinte.
Raquel Huerta-Nava, Chapultepec, enero de 1998.
1
Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
amor. Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.
2
Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.
3
Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo:
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.
4
Amor mío, justifícame,
5
Amor mío, encuéntrame.
6
Amor, despiértame
Como el viento agita las altas hierbas
Nave sin dueño, sombra de ardorosa
Sólo cuando el pecado es la guirnalda
Donde nace la idea,
Crece la hierba, el río,
Suave y veloz, como el aire de junio,
Eres, amor, el brazo con heridas
Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
No veías ni mi boca que se moría de pena
Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Como una limpia mañana de besos morenos
Amada inmensa
Gota de anís en el crepúsculo
Te miro así
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
Así lo creo te amo
Más despacio que nunca, casi agónicas,
El amor viene lento como la tierra negra,
Es como el sol, el alba: una espiga muy grande.
Yo camino en silencio por donde lloran piedras
Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta,
Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
Pero el amor es lento, pero el amor es muerte
Te busco por la lluvia creadora de violencias,
I
Te repito que descubrí el silencio
Es una herida de alfiler sobre los labios tu recuerdo,
Y mientras todo eso,
Y el silencio se aparta, temeroso
II
Expliquemos al viento nuestros besos.
(Parece que los dientes rasgan trozos de nieve.
Cantemos a las flores cerradas,
Mienten aquellos pájaros y esas cornisas.
Dos columnas en el atrio
Expliquemos al viento nuestros besos
No es el amor de fuego ni de mármol.
El amor es la piedad que nos tenemos.
Éste es un amor que tuvo su origen
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
Escribo bajo el ala del ángel más perverso:
Hacia el amor, sonrisas, y en ellas, como almas,
Nunca digas a nadie que tienes la verdad en un puño,
Quédate con la rosa del calosfrío,
La rosa, en fin, de las espinas de oro
Se mete piel adentro
Mar adentro en la sangre,
Aguja de cristal
Vaso de amarga miel:
Entra a paso despacio,
Domina mi silencio
Tómame de la mano,
Silencio adentro sueño
Voy vengo en la ola,
Oh doncella de paz,
Búscame piel adentro
Pues entras, fiel paloma,
Debo estar vivo, amor,
Alerta estoy, doncella
Supón, mi amor, que trazamos la hora con una rosa
Se imprimieron 400 ejemplares más 40 de
La edición del No. 4 de la colección
Impreso y enduadernado a mano.
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...
Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.
Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.
Para gozar tu paz
así mis dedos vuelan sobre tu cabellera de diamantes,
y la noche de alcohol y los árboles de oro
encierran para siempre un sollozo de triunfo,
el ay de la alegría, el ah definitivo.
Como el aire de junio en la colina
mueve la dulce sombra de la nube,
así mi corazón se sacrifica
en el húmedo templo de tu pelo.
violencia, esta mi mano canta
bajo el murmullo alado de tu gloria.
Porque tienes la luz y la belleza
en el sereno estanque de tu rostro,
así el negro laurel es tu corona
y es mi fatiga y es
la sangre del insomnio.
y la atadura, la cadena infinita
y el profundo latido; sólo cuando
la hora ha llegado, y tú,
joven de rosas y jazmines,
miras al horizonte del deseo
y dejas que el tesoro de seda y maravilla
sea la noche en mis manos,
sólo entonces, dorada,
todo me pertenece:
las hierbas agitadas y el viento
corriendo como el agua entre mis dedos:
agua de mi delirio, eterna fiebre,
espejismo y violencia, dura espina
pedernal de la muerte, lento mármol,
millón de espigas negras.
donde tus pensamientos
-aves en dulce selva sometidas-,
donde mis labios buscan el milagro,
ahí estará mi fuerza.
Ahí estará el dolor de mi presencia:
al pie de tu dominio y tu pureza,
sin más aroma que el júbilo
y una medalla de aire,
palpitante, como el fuego
de una lágrima viva.
y el ala de la garza
es la mano de Dios que se despide.
Crece el amor en invisible grito
(quemante, activa espada),
y el corazón despierta
como herido de muerte.
Doblo la lenta hoja del silencio
y te apareces tú, página y perla,
con el cabello al viento
y una cierta sonrisa de alta luna.
beso tu cabellera de diamantes,
el tesoro escondido de tu sueño,
y digo adiós a la violencia
para gozar tu paz,
tu dulce, tu gloriosa geografía,
por siempre detenido,
por siempre enamorado.
Eres, amor...
y la pisada en falso sobre un cielo.
Eres el que se duerme, solitario,
en el pequeño bosque de mi pecho.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres el viejo llanto y la tristeza,
la soledad y el río de la virtud,
el brutal aletazo del insomnio
y el sacrificio de una noche ciega.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres un frágil nido, recinto de veneno,
despiadada piedad, ángel caído,
enlutado candor de adolescencia
que hubiese transcurrido como un sueño.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres lo que me mata, lo que ahoga
el pequeño ideal de ir viviendo.
Eres desesperanza, triste estatua
de polvo nada más, de envidia sorda.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
La paloma y el sueño
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.
Absoluto amor
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
como una violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.
hace rumbo en mis venas.
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
Las voces prohibidas
marchan y duelen estas voces o estrellas.
Húmedos pies descalzos, breves pieles,
dulce origen, impío desorden. Voces
que purifican lo que tocan. Voces
todo milagro. Suaves voces de amor.
Voces para decir amor toda la vida
y todo el santo día y a la lenta distancia
de una noche de sueño, amor y voces.
Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías,
estas voces se pegan a los labios
y dicen y se dicen altos, duros misterios,
prohibidos latidos, esbeltos calosfríos.
Despaciosas y firmes, llegan como
las bestias, crecen como el encino,
y no hay en ellas nada que no sea verdadero.
Pero duelen. Son dardos de amorosa ponzoña
y dan la seca muerte del olvido.
No perdonan, no aman,
no son ríos serenos, sino fuego,
ardiente maldición, dolorosa quietud.
Vienen así, calladas, caminando caminos
de helado polvo. Son las voces
que ya nunca se dicen.
Por eso duelen y por eso ardo
junto a ellas, como al pie de una hoguera.
Ardo y adoro al mismo tiempo
porque nada me callan o no me dicen nada.
Asciendo rudas catedrales de miedo
y el vacío es un lago de hambre y sal.
Me maldigo con ellas
pero duermo con ellas.
Cuando la sed se haya quemado
en mi garganta,
cuando no tenga paz ni amor,
cuando todo sea voces y no llantos,
una pequeña sombra habrá a mi lado.
No la rosa del ansia ni el clavel de miseria,
sino la joven luz del alba,
la joven voz del alba mía.
El amor
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio,
larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras,
un chorro de granizo o fría seda educada.
que quieren ser palomas, o estrellas,
o canarios: voy entre campanas.
Escucho los sollozos de los cuervos que mueren,
de negros perros semejantes a tristes golondrinas.
tu azul melancolía, tu garganta morena
y esa voz de cuchillo que domina mis nervios.
Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento,
el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
y en tus largos cabellos las dolientes violetas.
tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.
resignada y sombría: el amor es misterio,
es una luna parda, larga noche sin crímenes,
río de suicidas fríos y pensativos, fea
y perfecta maldad hija de una Poesía
que todavía rezuma lágrimas y bostezos,
oraciones y agua, bendiciones y penas.
por la lluvia sonora de laureles y sombras,
amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada,
finalmente destruida por un alba de odio.
Los ruidos del alba
aquella lenta tarde de tu nombre mordido,
carbonizado y vivo
en la gran llama de oro de tus diecinueve años.
Mi amor se desligó de las auroras
para entregarse todo a su murmullo,
a tu cristal murmullo de madera blanca incendiada.
y hoy escribí leyendas de tu vida
sobre la superficie tierna de una manzana.
mis impulsos permanecen inquietos,
esperando que se abra una ventana para seguirte
o estrellarse en el cemento doloroso de las banquetas.
Pero de las montañas viene un ruido tan frío
que recordar es muerte y es agonía el sueño.
del cielo sin estrellas,
de la prisa de nuestras bocas
y de las camelias y claveles desfallecidos.
Piensa que el alba nos entiende:
ella sabe lo bien que saboreamos
el rumor a limones de sus ojos,
el agua blanca de sus brazos.
El frío es grande y siempre adolescente.
El frío, el frío: ausencia sin olvido.)
a las mujeres sin senos
y a los niños que no miran la luna.
Cantemos sin mirarnos.
Nosotros no nos amamos ya.
Realmente nunca nos amamos.
Llegamos con el deseo y seguimos con él.
Estamos en el ruido del alba,
en el umbral de la sabiduría,
en el seno de la locura.
donde mendigan las pasiones.
Perduramos, gozamos simplemente.
y el amargo sentido de lo que cantamos.
Éste es un amor
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
-esas terribles manos delgadas como el pensamiento-
se entrelazan y un suave sudor de -otra vez- miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aún cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía -y es poesía.
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al oído que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.
Y yo veía que todo estaba en sus ojos -otra vez ese mar-,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras -y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.
La rosa primitiva
la sombra de la lluvia y el sonreír de cobre de la niebla
me conducen, oh estatuas, hacia un aire maduro,
hacia donde se encierra la gran severidad de la belleza.
Escribo las palabras y el penetrante nombre del poema,
y no encuentro razón, flor que no sea
la rosa primitiva de la ciudad que habito.
Nunca el poema fue tan serio como hoy, y nunca el verso
tuvo la estatura de bronce de lo que no se oculta.
Hacia el amor, las manos, y en las manos, gimiendo,
hojas de yerba amarga del pensamiento gris,
secas raíces de una melancolía sin huesos,
la danza del deseo muerto a vuelta de esquina
y un sollozo frustrado gracias a la ternura.
el malogrado espíritu de un mensaje que un día
cobró cierta estructura, y que hoy, entorpecido,
circula por las venas.
o que a tus plantas, quieta, perdura la virtud.
Ama con sencillez, como si nada.
Sé dueño de tu infierno, propietario absoluto
de tu deseo y tus ansias, de tu salud y tus odios.
Fabrícate, en secreto, una ciudad sagrada,
y equilibra en su centro la rosa primitiva.
Al pueblo y a la hembra que enciendan cuanto hay en ti de hermoso,
y murmuren mensajes en tus oídos frágiles,
debes verlos con santa melancolía y un aire desdeñoso,
mandarlos hacia nunca, hacia siempre,
hacia ninguna parte...
la rosa del espanto estatuario,
la inmaculada rosa de la calle,
la rosa de los pétalos hirientes,
la rosa-herrumbre del fiero desencanto,
la primitiva rosa de carne y desaliento,
la rosa fiel, la rosa que no miente,
la rosa que en tu pecho debe ser la paloma
del latido fecundo y el vivir con un pulso
de gran deseo hirviendo a flor de labio.
que nuestra piel desgarran y la elevan
hacia el sereno cielo de donde la poesía
nos llega mutilada, como ruinas del alba.
Canción de la doncella del alba
como paloma ciega,
como ciega paloma
cielo adentro.
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.
sueño dorado,
sueño adentro
de la cegada piel.
dormida danza;
entra debajo un ala,
danza despacio.
la voz del alba.
Domíname, doncella,
con tu silencio.
llévame adentro
de tu callada espuma,
ola en la mano.
con lentas pieles,
con labios tan heridos
como mi sueño.
coral y ola,
canto canción de arena
sobre la ola.
estatua de mi piel,
llévame de la mano
hacia tu paz.
anidado en tu axila,
búscame allí,
amor adentro.
pisando plumas
como desnuda nube,
nube o paloma.
para saberte toda,
para beberte toda
en un vaso de amor.
del alba; alerta
al sonoro cristal
de tu origen, doncella.
Meditación de la rosa
y que el agua es la medida de todas las rosas.
Piensa, azucena, en un becqueriano batir de alas
presente a nuestro paso, inmerso en nuestro tiempo.
Siempre hay alguien desnudo en lo que va del cielo
a esta tierra de duros y salobres pensamientos.
Yo te miro decir y escucho tu silencio
cuando lloro los días que fueron pavorosos.
Una balada es un poco de tibia espuma
es un sereno atardecer salido de la nada.
Supón entonces, amor mío, que hay un espejo
al que sonríes por las verdades ya dichas.
La luna acaba de ser amada, dijo un poeta
que simplemente se llamaba Juan punto y aparte.
Sabes bien que habrá una invasión de misterios
bien soñados tal vez o dulcemente pensados.
Andamos y desandamos mil y un caminos
como sombritas de fieras sin salida posible.
El hombre es la más bella conquista del aire
insistió aquel poeta que se llamaba nada más Juan.
Un miedo de singulares perfiles nos abruma
mientras morimos gritando ¡amor! amor.
Hemos vivido más o menos como ángeles en pena
navegando en lo que llamamos un desierto ardiente.
Amando hasta nunca decir basta de amar
y oído y visto guerras de infinito terror.
La bondad nos quedaba estrictamente prohibida
porque ya no había espacio ni necesaria era.
Apostamos la vida a un albur de silencio
cuando el amor no era sino una niña espina.
Alguien nunca esperado se acerca paso a paso
y pretende quebrar este amor de la rosa de hielo.
Hoy debemos cerrar las puertas, las ventanas
y no dejar entrar la niebla y su veneno.
Pues te repito que tendremos los agrios pensamientos
que suelen suceder al sudor amoroso.
Ahora supón, oh descarnada rosa bienamada
que nos fatiga el encierro y salimos a una calle.
¿Por qué no hay aquí una calle nombrada Góngora
con los campos de plumas tan urgentes?
Ignoro si ganamos o perdimos la batalla
contra los días que fueron y los días que vendrán.
No estoy ni estuve para decir cuáles penas
nos afligieron ni para descubrir lo que somos.
Sólo sé que no sé nada sino amarte
como se ama a la rosa paridamente fresca.
Te contaré mis ciclos de histeria y de neurosis
como si fueran sólo el alma de mi siglo.
Todo parece primitivo todo insomne
todo parece mar parece dientes parece lejos.
Ámame por desdicha por descanso porque sí
o porque no o porque nada o por mero desvelo
Después de todo soy una constante rebelión
sofocada como adivinarás a pura sangre.
Vamos tú y yo y aquella rosa recién llegada
por una oscuridad parecida a un reino quietísimo.
Hemos vivido y viviremos en la memoria de aquel hombre
que pasa como un árbol que no tiene descanso.
No pienses ya nada ni nada supongas
porque las fronteras son irremediables
y yo sobrevivo tú sobrevives todos sobrevivimos
para que el amor sea el gemido de siempre
y la piel no parezca un campo incendiado
y la dicha recorra tu cuerpo como una caricia mía.
en el taller de encuadernación y serigrafía
... "hecho a mano", con los apoyos del
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes,
y la Secretaría de Cultura del Gobierno de Colima.
reposición conteniendo 5 dibujos y una serigrafía
firmada por el maestro José Luis Cuevas.
Colima México
1998
Página al aire a partir del 18 de junio de 1998; aniversario número 84 del natalicio de Efraín Huerta
-.Agradecimientos.-
"La mano de dios" fue posible gracias a la
beca de coinversión otorgada por el
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes;
así como el apoyo de la
Secretaría de cultura del gobierno de Colima
y la supervisión del centro de formación y producción
de Artes Gráficas de Colima "LA PAROtA".
Portada en papel Arches de 300 grms.
y caja de cartulina Caple de 18 Pts.
Se utilizó el tipo de letra
Times New Roman Normal y Cursiva de 13 pts.