"Cruce de los Andes"

"Oasis de San Pedro de Atacama" (Chile) - "San Antonio de los Cobres" (Argentina)

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Partí de regreso a mi país la Argentina después de haber estado un par de meses viviendo en Perú.

Viajábamos en esta ocasión un amigo peruano (Carlos), sus dos hijas (Mari y Claudia) y yo, en una combi casa-rodante "vw" motor 1.100, por cierto muy poca potencia para tanto peso.

La vuelta había sido planeada toda por carreteras asfaltadas, bajar por Chile hasta Santiago y cruzar por Mendoza, pero en un momento el destino nos lleva a tomar decisiones inesperadas.

En una intersección de caminos vimos un cartelito con una flecha que indicaba: "Argentina por San Antonio de los Cobres."

Era un camino de tierra y piedra que se perdía en las montañas áridas del norte de Chile, no sé todavía que nos llevo a mirarnos unos con otros pero la decisión fue unánime: "vamos por ahí".

Doblamos y comenzó una de las travesías más apasionante que viví.

Unos paisajes áridos pero con algo de vegetación nos fueron rodeando y la pobre combi comenzaba a sentir en su motor las primeras cuestas que para lo que nos esperaba no eran nada.

Quebradas, despeñaderos y moles de piedra se mostraban indiferente a nuestro paso por el camino que como una hábil serpiente se abría paso por las laderas.

Aburrido un poco por la monotonía del ruido de motor y el cansancio de haberme quedado el día anterior hasta tarde alistando para el viaje la vieja "VW", me acosté en la cama trasera y logre cerrar un poco los ojos.

 
Pero no por mucho tiempo ya que Carlos me despertó diciendo que le costaba mucho a la combi subir las cuestas, bajé y avancé el encendido del motor un poco (primeros síntomas de la puna) y seguimos.

Muy de vez en cuando cruzábamos algún vehículo o algún lugareño caminando con rasgos típicos del lugar.

Luego de unas cuantas horas de viaje, los ojos detrás de cada curva parecían jugar con las formas de las piedras y descubrir figuras extrañas que al acercarnos desaparecían o se transformaban en otras aun más exóticas.

Pero de repente algo cambio, una pareja de turistas de piel muy clara y cabellos rubios en sus flamantes bicicletas mountain-bikes nos cruzan de frente, en el medio de la nada; ¿Pero de donde salieron esos?, Nos preguntamos.

Mas adelante otros caminando, y de pronto una arboleda enorme nos indico que llegamos a un lugar que bien hace honor a su nombre "Oasis de San Pedro de Atacama". Pasamos allí la noche, por cierto es un lugar muy pintoresco con un museo del pucará que existió allí en épocas de los Incas, una estación de gasolina (la única de todo el lugar, tuvimos que cargar en bidones nafta para poder afrontar lo que nos esperaba), una iglesia con los techos hechos de madera de cactus y unos hospedajes sin lujo pero cómodos.

A la mañana siguiente partimos muy temprano, vislumbrando el sol; después de pasar el ultimo destacamento fronterizo por parte de Chile quedamos librados a nuestra suerte ya que hasta el destacamento Argentino nos separaba un día entero de travesía por desiertos y las cuestas mas altas por atravesar, no teníamos ni UHF, ni VHF, ni nada para llamar.

Jamas me voy a poder borrar la imagen del sol queriendo dar comienzo a un nuevo día entre las siluetas de las cumbres y del volcán que desde su punta despedía un pequeño hilo de humo negro, quedando a mis espaldas la oscuridad de la noche que no se resignaba, haciendo brillar sus estrellas como nunca las había visto antas. Cuantas, de que tamaño y colores se las veía, ahí arriba; pero no todo dura, los pozos que soportaba la VW me bajo a la tierra nuevamente.

El camino cada vez se tornaba más difícil ya que la altura aumentaba y el aire se enrarecía tanto para nosotros como para el vehículo, hasta tal punto que le cambie los pasos calibrados de combustible achicándoselos a la mitad y en la parte más difícil tuvimos que bajar todos a empujar poniendo la combi marcha atrás para que trepara, pero lo logramos, subimos los 4750m sobre el nivel del mar que se cruzan en la parte mas alta del paso.

Como todo esfuerzo, siempre tiene un premio llego al fin ya que a partir de allí todo el camino es en bajada, unos paisajes espectaculares nos rodearon nuevamente pero con marcada diferencia de los que habíamos visto hasta el momento.

Lagos con flamencos rosas, cóndores que vuelan en las alturas que por su tamaño no era difícil de adivinar, llanos raros con acumulación de sal en su superficie, vegetación que no pasaba de mi tobillo y las infaltables Llamas o vicuñas que contemplaban desconfiadamente nuestro pasar a la distancia.

Ya para esto eran como las 16:00hs, del combustible no quedaba mucho y nos empezaba a preocupar el hecho de no haber cruzado un ser racional hasta esa hora, cuando a lo lejos y entre el espejismo que desprende el suelo se empezó a divisar un techo oscuro, luego un mástil y por fin la bandera celeste y blanca que marcaba el puesto fronterizo Argentino, a partir del cual todo seria mucho más fácil y no tan librado al azar porque se lleva un control de los vehículos que transitan.

Lo único que nos paso fue pinchar un neumático a la entrada de San Antonio de los Cobres, un pueblito de escasas casas en el medio de las montañas que soporta duros veranos y crudos inviernos, pero con mucha fuerza humana.

Para uno que esta acostumbrado a vivir en la ciudad, cuando ve esto comprende lo caprichoso que es el hombre admirando su tenacidad para habitar todos los rincones del mundo

"Gracias a Dios todo termino bien"

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