I
Las bolsas sinoviales son sacos de pared
delgada recubiertos de tejido sinovial, que
disminuyen el rozamiento de músculos y
tendones sobre prominencias óseas o articulares.
La bolsa iliopsoas o iliopectínea es la más grande y la
más constante del cuerpo 1-7. Se encuentra situada entre
el tendón del músculo psoas-ilíaco y la cápsula
articular de la cadera, en una zona especialmente delgada
de esta que se sitúa entre los ligamentos iliofemoral
(de Bertin) y pubofemoral 1-3,5,8,9,10. En un 15 %
de los adultos la bolsa está en comunicación con
la articulación de la cadera 1-7,9,10, subiendo el
porcentaje al 30 -40 % si existe otra patología en dicha
articulación 1.
Aunque se barajan varias teorías 7,10, se piensa que la
comunicación entre la bolsa iliopsoas y la cavidad
articular es adquirida, ya que no existe en niños.
Es probable que la comunicación se produzca por la
fricción del tendón y el aumento de la presión
intraarticular 6. Si posteriormente se produce un derrame
articular de cualquier etiología la presión
intraarticular aumentará exponencialmente 1. La
comunicación de la articulación con la bolsa sinovial
(normalmente colapsada) permitirá que esta actúe como
mecanismo de descompresión, convirtiéndose en una masa
quística inguinal1,2,9. Dicha masa puede extenderse en
ocasiones por debajo del ligamento inguinal, hasta la
pelvis, retroperitonealmente 2,10,11. Existen otros
posibles mecanismos de descompresión, como la rotura
capsular, la herniación de la cápsula (quiste sinovial)
o la formación de quistes o geodas subcondrales 1 .
El agrandamiento de la bolsa iliopsoas produce
alteraciones clínicas y radiológicas características,
pese a lo cual el diagnóstico puede ser difícil si no
se piensa en esta patología poco frecuente 6,12.
La clínica es muy variada, siendo muchas veces
asintomática 1,7,9, aunque suele manifestarse como
una masa inguinal dolorosa, o bien dolor referido
al muslo o la pantorrilla por la irritación del nervio
femoral, y a veces con limitación de la movilidad de la
cadera 1,5-7,10. También es frecuente su
aparición como masa pélvica en cuyo caso puede producir
síntomas por compresión vesical, ureteral o del colon
2,5-7,10. La proximidad de la arteria femoral puede hacer
que transmita sus pulsaciones, pudiendo confundirse con
un aneurisma 6,9. En caso de comprimir la vena femoral,
puede producir signos clínicos que sugieran trombosis
venosa profunda, o varices 6,7,10,11. Ocasionalmente, la
bolsa agrandada puede infectarse 1,6,9.
El agrandamiento de la bolsa iliopectínea generalmente
se asocia a alteraciones articulares de la cadera. Lo
más frecuente es la asociación con enfermedad
degenerativa articular o con artritis reumatoide
1-3,6,7,9,10,12. Otras asociaciones menos frecuentes son
la sinovitis villonodular pigmentaria y condromatosis
sinovial,1-3,6,7,9,10,12 . También se incluye la
artritis séptica 1,2,4,8,10, traumatismo 9, gota 1,6,9,
necrosis avascular 9 y artroplastia de cadera 5,8. Más
raramente aparece sin patología articular acompañante
3,4,9.
El diagnóstico diferencial incluye las adenopatías
(inflamatorias o neoplásicas) 2,6,10, lesiones
vasculares (aneurisma o seudoaneurisma de la a. femoral,
fístula arterio-venosa, hematoma, variz de la vena
safena) 1,2,6,9,10, absceso del m. psoas1,2,6,8,10,
neoplasia2,6,10,12, hernia femoral o inguinal
2,6,10,12, criptorquidia 2,10, luxación femoral
anterior 1 , etc.
El diagnóstico por la imagen es característico en esta
patología. La radiografía simple puede mostrar signos
de la patología articular subyacente (quistes
subcondrales o geodas, etc.) 1,6,9,10, o el
desplazamiento de órganos pélvicos cuando es muy grande
6. Se ha descrito la aparición del "signo del
iliopsoas" (no visualización radiológica del
músculo psoas) en los casos con afectación pélvica 11.
Ecográficamente se visualiza una masa quística en
contacto con la cápsula articular y lateral a los
vasos femorales (Fig1). Generalmente puede apreciarse la
coexistencia de derrame articular. La aplicación del
doppler es útil para excluir el aneurisma 1,6,9. La TC
es muy eficaz para el diagnóstico y, a veces, puede
obviar procedimientos invasivos. Aparece como una masa de
pared fina, bien definida de densidad agua, lateral
a los vasos femorales y que desplaza lateralmente al
músculo iliopsoas (Fig 5A). En la articulación de la
cadera suele verse el derrame articular. A veces
puede verse la comunicación de la bolsa con la
articulación, siendo en este caso diagnóstico. El
contraste intravenoso realza los márgenes, por
captación de los tejidos adyacentes 1,9 . La ausencia de
realce descarta la neoplasia o el aneurisma 6. También
se ha descrito la utilidad de la Resonancia Magnética,
al delinear perfectamente la anatomía
musculoesquelética (Fig. 3) 10. Puede ser útil para
demostrar la comunicación con el espacio articular sin
necesidad de artrografía4. Los tiempos de relajación
tanto en potenciación T1 como en T2 son largos
9,13. Se utiliza la artrografía o la punción del quiste
(bursografía) para demostrar la comunicación de la
bolsa con la articulación, lo que confirma el
diagnóstico 1,2,6,10 (Fig.2; Fig.5B). A veces, un
mecanismo valvular puede impedir el paso del contraste de
la bolsa a la cadera pese a existir comunicación,
dificultando el diagnóstico 1. La aspiración y
análisis del líquido articular puede ayudar a
establecer la patología subyacente 1,6. Tanto TC
como ecografía y RM son útiles para valorar la
extensión pélvica (Fig.4; Fig.3). Esta puede ser un
hallazgo incidental al realizar estas exploraciones
en pelvis por otro motivo, siendo difícil el
diagnóstico sin un alto índice de sospecha 10, salvo
que se continúen los cortes hasta la ingle.
El tratamiento depende de la clínica. Puede ser
conservador, con antiinflamatorios y reposo o , si la
clínica es importante, puede hacerse aspiración
descompresiva, con inyección de esteroides o agentes
esclerosantes 1,5,10. Se ha propuesto la inyección de
esteroides durante la realización de la artrografía
como medio diagnóstico y terapéutico 7. También se ha
propuesto la radioterapia a bajas dosis 1. Con estos
tratamientos tiende a recurrir la patología, siendo
quirúrgico el tratamiento definitivo 2,6,7,10.
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Este artículo está publicado en la revista
Radiología en referencia a cinco casos diferentes al
actual.
Radiología 96; 38 (5) 345- 371
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