DEL TLC AL ALCA

Carmelo Ruiz Marrero

Semanario CLARIDAD

Puerto Rico, 20 de diciembre 2002

 

El Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que propone Estados Unidos y el gran capital pretende extender el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC)- que abarca Canadá, Estados Unidos y México- a toda América Latina. En Puerto Rico se ha discutido muy poco el ALCA, y el poco debate que ha habido sobre éste está basado mayormente en filosofía, teorías y especulación. Pero para ver qué nos depara el ALCA sólo hay que ver el efecto que ha tenido el TLC desde que entró en efecto en enero de 1994.

¿Se benefició Estados Unidos?

¿Qué pasó con los salarios de la clase trabajadora de Estados Unidos? Sus salarios reales bajaron, tan drásticamente que en 1994 se registró la baja de salarios más rápida en toda la historia de Estados Unidos. Un estudio de la Universidad de Cornell concluyó que con el TLC los patronos están más dispuestos a amenazar a sus empleados con mudar sus operaciones a México si se organizan para defender sus derechos.

¿Y los 200 mil empleos nuevos que prometieron? En 1997 les informamos en estas páginas que los datos del propio Departamento del Trabajo federal demuestran que para entonces se habían perdido 126 mil empleos en 48 estados como resultado directo del Tratado. Según la organización Global Trade Watch, la cifra real de desempleados en Estados Unidos por causa directa del TLC se aproxima a los 500 mil.

Los proponentes del TLC habían prometido que el superávit comercial de Estados Unidos con México subiría de mil millones de dólares a $9 mil millones para 1995. Ocurrió todo lo contrario. En los tres años tras la implementación del Tratado el superávit se convirtió en un déficit de $18,300 millones.

¿Se benefició México?

El poder adquisitivo del trabajador mexicano bajó 45% en los primeros tres años del Tratado, por lo menos 28 mil negocios pequeños y medianos cerraron, y la deuda externa del país, lejos de reducirse, pasó de los $30 mil millones.

Para 1997 dos millones de personas se sumaron a las filas de desempleados en México, y un estudio de la Universidad Nacional Autónoma determinó que la proporción de ciudadanos extremadamente pobres subió de 31% a 50%. Entre 1993 y 1996 la cantidad de residentes de México empleados por corporaciones estadounidenses aumentó en un 48%, pero como reportamos en 2000, en ese período los salarios que daban esos patronos bajaron de $1.80 a $1.21.

¿Quiénes salieron ganando, entonces?

·        Lawrence Bossidy, jefe de Allied Signal, dijo a CNN que el TLC no iba a costar empleos en Estados Unidos.  Sin embargo, en los primeros cuatro años del Tratado Allied Signal despidió a 1,125 empleados en Estados Unidos en el curso de la mudanza de sus facilidades a México.

 

En 1996 las ganancias de Allied Signal subieron 16.6% y en ese año el señor Bossidy recibió un salario y compensaciones valorados en $12 millones, suma que excede el salario combinado que recibieron ese año los 3,800 trabajadores mexicanos de la compañía.

·        Los ejecutivos de General Electric (GE) afirmaron que el TLC crearía diez mil empleos en la compañía y sus suplidores. Si se crearon tales empleos, ciertamente no fue en Estados Unidos porque GE mudó 2,254 empleos a México en los primeros años del Tratado. En 1996 las ganancias de la compañía subieron 11% y su jefe, Jack Welch, se hizo de $26 millones en salarios y beneficios.

 

El saldo ambiental

Los proponentes del Tratado aseguraban además que las fábricas de Estados Unidos no se mudarían a México para aprovechar sus laxas leyes ambientales.

Pero eso es precisamente lo que pasó. Un buen ejemplo es GTE, hoy Verizon. A mediados de los años 80 varios trabajadores de una fábrica de GTE en Nuevo México demandaron a la compañía debido a que contrajeron varios tipos de cáncer por exposición a los solventes con que tenían que trabajar. Tras resolver la demanda GTE mudó la mayor parte de sus operaciones contaminantes a la ciudad mexicana de Juárez. Otro ejemplo es el de la compañía maderera Boise Cascade, que en 1995 mudó varios de sus aserrados al estado mexicano de Guerrero.

Un equipo de científicos de la organización National Toxics Campaign identificó numerosas violaciones de leyes ambientales mexicanas y estadounidenses en las maquiladoras cerca de la frontera de México con Estados Unidos y observó que botan sus desperdicios tóxicos en ríos cercanos donde juegan niños, hombres pescan y reses beben. Los científicos creían haberlo visto todo hasta que llegaron a Matamoros, donde encontraron las condiciones más repugnantes que habían visto en sus vidas. ¡Y eso fue antes del TLC! La contaminación de las maquiladoras se ha puesto peor desde entonces.

La contaminación no respeta fronteras nacionales. Los casos de hepatitis en pueblos fronterizos texanos como Eagle Pass son el doble del promedio estatal, y el parque nacional Big Bend, que colinda con México, a menudo está envuelto en una bruma proveniente de una planta de carbón en México que le da electricidad a las maquiladoras.

Varios grupos ambientalistas, como Environmental Defense y Audubon Society apoyaron el TLC porque contenía un acuerdo ambiental (environmental side agreement) que supuestamente resolvería cualquier problema de contaminación. Se estableció una Comisión de Cooperación Ambiental con sede en Montreal para velar por el cumplimiento del acuerdo ambiental, y un banco, llamado NADBank, para financiar proyectos ambientales.

Pero la famosa Comisión no tiene autoridad para inspeccionar fábricas ni lugares tóxicos. No puede dar multas de más de $20 millones, irrespectivamente de los daños ambientales causados por caso. Sólo los tres gobiernos firmantes del TLC pueden radicar querellas a la Comisión- los grupos ambientalistas no- y las multas las pagan los gobiernos, no las compañías contaminadoras. El NADBank, por su parte, otorga préstamos pero no en base a la necesidad sino en base a la capacidad que tengan los solicitantes de pagarlo.

Canadá también ha sufrido daños ambientales por causa del TLC. En ese país se prohibía la gasolina que contuviera el aditivo tóxico MMT. La firma estadounidense Ethyl, fabricante del aditivo, demandó a Canadá, alegando que la prohibición viola el Tratado. El gobierno canadiense perdió el caso y se vio forzado a pagarle a la compañía una compensación de $13 millones, a legalizar el uso del MMT y a emitir un comunicado en el que dice que el aditivo “no presenta riesgo a la salud”.

 

·        Ruiz Marrero es catedrático (Research Associate) del Instituto de Ecología Social y becado (Fellow) de la Society of Environmental Journalists y el Environmental Leadership Program.

 

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