TEXTO ÍNTEGRO DE LA TERCERA CARTA DE PINOCHET A LOS CHILENOS

Virginia Water I, 11 de septiembre de 1999

Lejos de la Patria, como consecuencia de una injusta detención; pero con el corazón puesto en Chile, he creído conveniente entregar un testimonio, en momentos que se observan en el país alentadoras señales en procura de restañar heridas del pasado que no se han podido cicatrizar.

Lo expreso como el actor que, a raíz del colapso de los consensos básicos, como el quiebre de la institucionalidad y los requerimientos mayoritarios de los principales sectores de nuestra sociedad, le correspondió encabezar la importante misión de asumir la conducción política del país.

En esa perspectiva, a las Fuerzas Armadas y Carabineros se le han imputado determinadas acciones, acaecidas en un ambiente de violencia y lucha armada difícil de comprender ahora con las concepciones y modelos de vida que en el mundo y en Chile se han impuesto, exigiéndoseles respuestas e interrogantes que no pueden satisfacer en los términos que se le demandan.


No obstante lo anterior y conociendo de su firme compromiso con los superiores intereses nacionales, no me cabe duda que harán todos los esfuerzos necesarios que contribuyan a la unidad de los chilenos, como también tengo la certeza lo harán con mayor propiedad, quienes hemos pasado por sus filas, testigos de momentos que para las actuales generaciones no es fácil reconstituir.

Sin embargo, en el proceso de revisión histórica, indispensable de efectuar en Chile, es imperativo cautelar el honor de dichas instituciones, mantener el apoyo de la sociedad a la cual se deben y evitar juicios descalificatorios.

La serena reflexión a la cual me he visto obligado en estos largos y duros meses lejos de la Patria, me permite estar en condiciones de emitir un juicio como el previamente expuesto que sólo busca contribuir a la concordia nacional.

Durante ellas, resignado por mi confianza en Dios, percibo cada vez más cerca el ocaso en que mi contribución pudiera ser útil para permitir sea pronto una realidad aquello que, por diferentes circunstancias, no me fue posible lograr en el ayer, como tampoco lo ha sido para los gobiernos que me sucedieron.

Estoy convencido que todo resulta posible cuando existe la voluntad de vencer obstáculos atentatorios contra el normal desenvolvimiento de nuestra sociedad, cuyos orígenes se remontan a críticos episodios de su historia.

Fundamento mi convicción en mis propias experiencias frente a situaciones complejas que debí enfrentar y solucionar con la generosidad de los chilenos, como lo fueron principalmente, las tensiones internacionales de la década del 70, las crisis económicas, la reconstrucción de la democracia y la entrega a Chile de una institucionalidad moderna y sólida.

Dentro de ese contexto, una de mis principales preocupaciones fue la preservación de la paz para evitar víctimas inocentes a consecuencias de la guerra, como asimismo mi permanente espíritu de generar condiciones de vida orientadas a superar las dramáticas confrontaciones que nos separaron.

Cada una de ellas parecían tareas imposibles. Sin embargo, tuvimos la fortaleza para asumirlas, enfrentarlas y salir airosos, lo que permitió que juntos construyéramos las bases políticas, económicas y sociales que hoy identifican a Chile como un país capaz de alcanzar el desarrollo pleno.

Sería lamentable que, confundidos por dolorosas e irreversibles situaciones del pasado, no lográramos llegar a ese objetivo.

Desde estas distantes latitudes, hago fervientes votos para que todos los chilenos contribuyan al encuentro con la verdad de la historia y la auténtica unidad del país, que únicamente puede surgir de las más profundas y sublimes virtudes del espíritu.

A dicho esfuerzo estoy dispuesto a sumarme, aunque mis capacidades se vean limitadas por las circunstancias en que me encuentro.

En ese ánimo, declaro sinceramente que en mi alma no existen odios ni rencores. Es más, el dolor de quienes han sufrido no me fue ajeno en el pasado y menos lo es hoy. Lamento todas las situaciones de beligerancia y hechos de violencia que lo causaron.

Esta es una tarea de todos y es el momento de asumirla con una actitud distinta!

No podemos negar que quienes, hasta ahora hemos sido protagonistas de este período de nuestra historia, no hemos sido capaces de materializar iniciativas suficientes, generosas y creativas que eviten traspasar el problema a generaciones que merecen disfrutar el Chile verdadero que, sin duda, ya ha sido construido.

Lo hago en mi condición de soldado, sin buscar protagonismo alguno, forjado en los valores y principios de la carrera de las armas, uno de cuyos imperativos es asegurar la soberanía y la unidad nacional.

Lo hago pensando en el bien de las generaciones presentes y del mañana, anhelando que cada familia de mi Patria a la que sigo y seguiré amando más que a mi propia vida.

Lo hago, por último, en circunstancias particularmente difíciles, cercano al límite de mis fuerzas, rogando a Dios que ilumine a quienes tienen la responsabilidad de conducir los superiores destinos del país para que propicien todo aquello que permita la pacificación y el reencuentro entre los chilenos.

Augusto Pinochet Ugarte
Senador de la República