Carta de Cristián Labbé
Desde muchos puntos de vista el país pasa en estos días por buenos momentos: desde una leve recuperación económica, fin de vacaciones, comienzo del año escolar y lectivo, el regreso del senador Pinochet -que era una espina clavada en el Gobierno y en el país-, hasta el inicio de otro mandato presidencial. Las alzas de los últimos días caen curiosamente después de los comicios y antes de que el nuevo gobierno deba responsabilizarse de ellas. Todo hace que se den como nunca condiciones para dar paso a una etapa en la que podemos y debemos enfrentar resueltamente y con entusiasmo el futuro. Si la suma de todo lo anterior es positiva para el país, ¿por qué el resultado es negativo?
Dios libre al gobierno de Lagos de partir "pinochetizado". El tema ya bastante agrió los ánimos del Gobierno saliente, a lo menos sus últimos 15 meses. Es lógico esperar que Lagos parta con ese problema menos, no con ese problema "más". Sería inventarse un problema adrede.El senador vuelve con la dignidad de siempre. Posee, sobre todo, espíritu de hombre grande, de estadista. Jamás ha dejado de estar a la altura de las circunstancias. Desde Londres pudo haber dicho muchas cosas, no estaba amordazado. Sin embargo, sólo escribió una carta mesurada y conciliatoria. Hay personas, por fortuna las menos, para quienes Pinochet es una obsesión que no calmará nada de lo que él haga o deje de hacer. Calle, hable, venga, vaya, se quede allá o regrese, viva o muera, están allende la razón y los hechos. Y aunque crean tener justificación para el odio, el rencor y la obsesión, no deben arrastrar al país tras ellos. Hablan de recibimiento triunfal, pero ¿qué querían? ¿Serán tan pequeños para haber esperado de verdad que las Fuerzas Armadas lo recibieran a escondidas? ¿Que lo bajaran en camilla, con oxígeno? ¡Pero si el hombre podía caminar, cómo no iba a hacer el esfuerzo, por mucho que le costara! El nunca estuvo inválido, siempre ha caminado. ¿Cómo no hacerlo, en su regreso a la patria? "Que hubo 200 invitados". Justamente no: hubo 200 acreditados, para seleccionar la asistencia y evitar lo masivo. Que había mucha escolta, ¿pero se lo iba a proteger menos aquí que en la propia Inglaterra? Que el helicóptero pasó por no sé dónde, que la banda tocó la marcha... La misma marcha favorita del Presidente Frei Montalva, "Erika".
Pinochet tiene, no diremos conciencia de su rol histórico, sino que es inherente a su personalidad de estadista, a su naturaleza de hombre de Estado con visión superior, comportarse como la ocasión lo exija, por exigente que la ocasión sea. Y su elegancia histórica no deja de sorprender a sus adversarios: no iba a hacer elecciones, y las hubo; no iba a entregar el poder, lo entregó; no iba a supeditarse al poder civil, y como comandante en jefe lo hizo. Cuando entregó el mando del Ejército, el mundo asistió medio incrédulo a un hecho inédito y sobrio, conmovedor en su grandeza sencilla. Así ha sido ahora su regreso. Sus enemigos quisieran verlo humillado, desbarrando como ellos, pero es en vano: la personalidad del senador con la impronta de los grandes hombres se coloca de manera innata a la altura de la historia. Su perspectiva es siempre una lección de visión histórica. Y esa serenidad es prudencia, ese hacer lo que corresponde, que ha sabido mostrar en los grandes momentos, es lo que deberían imitar los políticos; no "inventar" problemas para esquivar problemas reales, pues eso es hacer burla de los electores. Pinochet bajó del avión y caminó, con evidente deterioro respecto de cuando lo vimos partir, la consabida pequeñez llevó a algunos a quejarse de que no llegara a la rastra. El no ha dicho palabra; sus adversarios no paran de hablar, a gritos, criticándolo todo, como si no fueran a criticar igual cualquier cosa que haga. Lagos debería evitarse esa nefasta ilusión óptica de creer que Pinochet, que ya hizo lo suyo, es un problema para él, cosa absurda. El protagonismo que le critican es el que ellos no cesan de darle. Ahora buscan el desafuero.
¡Pero si son ellos los desaforados!, para decirlo con algo de humor. No saben que la historia está registrándolo todo y que ante ella hacen un papelón odioso y grotesco. No hay que desaforarse: el Gobierno quería traer al ex mandatario, y se logró, ¿por qué reclaman? No erremos el camino: aprovechemos el momento propicio al equilibrio, la paz, el entendimiento. El otro camino, el de los puños, es peor. Prudencia, el país quiere prudencia, comprensión profunda de las cosas y una perspectiva noble de la realidad, por encima de pequeñeces, de obstinaciones pueriles, del feo espectáculo de echar espumarajos de odio. Recuperemos nuestra dignidad: no podemos andar subordinados al parecer extranjero como tantos están.
(*) Cristián Labbé G. es alcalde de Providencia (Santiago).