Carlos II Carlos II

    Nació en Madrid en 1661. Hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria, heredó todas sus posesiones, entre ellas Sicilia. Desde su nacimiento se mostró débil y enfermizo, hasta el punto que hubo que destetarle en el momento de proceder a su coronación, cuando casi tenía cuatro años. Paralela a su debilidad física era su escasa capacidad mental (a los nueve años no sabía leer ni escribir), pero todo ello no significa ni mucho menos que fuera un anormal. Hasta que Carlos fue declarado mayor de edad, en 1675, la regencia fue encomendada a su madre, Mariana de Austria. La regente, que desconocía por completo los negocios de estado y era mujer muy desconfiada (temerosa sobre todo de las ambiciones de Juan (o Juan José) de Austria, hijo bastardo de Felipe IV), confió el poder a hombres que le merecían una absoluta confianza personal. El primero de sus validos fue el jesuita Everardo Nithard, que se hizo extraordinariamente impopular, hasta el punto de que en 1669 la regente se vio obligada a expulsarlo del país. A Nithard le sucedió Fernando de Valenzuela, el "duende de palacio", un pícaro ascendido desde menesteres casi serviles. Mientras tanto, nadie parecía preocuparse de que se hubiese firmado un desastroso tratado comercial con Holanda (1671) o de que Luis XIV se hubiese apoderado del Franco Condado (1674). En realidad, no fueron estos fracasos los que provocaron la caída de Valenzuela, sino el que intentase forzar su entrada en las cerradas filas de la oligarquía aristocrática. En 1676, se le hizo grande de España y se publicó su nombramiento oficial como primer ministro. Valenzuela provocó con ello a la aristocracia cortesana y la llevó a agruparse en torno a Juan de Austria, que seguía aguardando su oportunidad de acceder al poder. Al cabo, Valenzuela perdió la partida y tuvo que huir, Juan de Austria empezó a actuar como primer ministro en febrero de 1677: todas las esperanzas de los españoles estaban puestas en este hombre extraordinario y ambicioso. Pero la breve etapa del gobierno del bastardo (1677-1679) no justificó estas ilusiones. La paz de Nimega (1678) obligó a aceptar la pérdida del Franco Condado y de las plazas que Luis XIV había conquistado en Flandes. Los precios castellanos y andaluces empezaron a subir vertiginosamente, a consecuencia de una sucesión de malas cosechas. Cuando Juan de Austria murió en septiembre de 1679 (al tiempo que se preparaba la boda de Carlos con María Luisa de Orleans) era tan aborrecido ya como sus predecesores. Hacia 1680 parecía haberse llegado al punto más bajo de la decadencia: no había prácticamente gobierno constituido, la drástica deflación de la moneda de vellón (que se redujo a la mitad de su valor anterior) produjo una crisis económica sin precedentes. Luis XIV disponía a su antojo de las posesiones españolas en Europa (invasión de Luxemburgo en 1681, toma de Courtrai en 1683). En 1684 se firmó en Ratisbona una tregua de veinte años con Francia, pero en 1690 España se adhirió a la alianza de Inglaterra, Holanda y Austria contra Francia y recomenzó las hostilidades, que esta vez se desarrollaron en territorio español, pero con resultados más desastrosos que nunca (pérdida de Seo de Urgel en 1691 y de Rosas en 1693). en 1695, hubo de aceptar la ayuda de tropas austríacas, bajo el mando del príncipe de Darmstadt, para consolidar el frente catalán. Tras la caída de Barcelona (1697) se llegó fácilmente a la paz de Rijswick. A partir de este momento, la lucha por repartirse los dominios españoles dejaría de dirimirse por las armas para convertirse en una pugna diplomática por la herencia de Carlos II. Entretanto, los cinco años de gobierno del duque de Medinacelli (1680-1685) pasaron sin pena ni gloria, sin que se consiguieran los buenos propósitos de reforma, ya que la oligarquía aristocrática no estaba dispuesta a ningún género de sacrificio. La primera esposa del rey, María Luisa de Orleans, falleció en 1689. Al poco tiempo se concertó una nueva boda con Mariana de Neoburgo, de familia conocida por su fecundidad. La nueva reina era mujer ávida de dinero, y ello la llevó a intervenir activamente en la política española, junto con su camarilla (fray Gabriel de la Chiusa, Enrique Wiser "el cojo" y la condesa de Berlepsch, llamada "la Perdiz"). Tampoco de su nueva esposa tuvo hijos Carlos, pese a que se sabía que no era impotente. Así nació el rumor que atribuía su esterilidad a embrujamiento, y que movió a fray Froilán Díaz, confesor del rey, a organizar una fantástica representación diabólica (Satanás prescribía tratamientos médicos para el rey, por boca de unas monjas endemoniadas) y unos espectaculares exorcismos, que terminaron sin más resultado que el de llevar a sus promotores ante los tribunales de la Inquisición. De este episodio proviene el apelativo de "el Hechizado" que se da en ocasiones a Carlos II. El progresivo convencimiento de que Carlos II no iba a tener descendencia activó la pugna por hacerse con su herencia. Inicialmente, el candidato designado era José Fernando Maximiliano, hijo del elector de Baviera, pero éste falleció en 1699, y volvió a presentarse el problema de elegir entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y bisnieto de Felipe III, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y bisnieto de Felipe IV. La reina apoyaba al candidato austriaco, pero Carlos pensaba que sólo el apoyo de Francia, cuyas tropas se hallaban en la misma frontera española, podía garantizar la conservación de la monarquía en toda su integridad, y ello le hizo decidirse por Felipe, decisión que mantuvo hasta el último momento, sin ceder ante ningún género de presión. Un mes antes de su muerte hizo escribir en su testamento el nombre de Felipe de Anjou, a la vez que conminaba a sus vasallos para que no permitieran "la menor desmembración ni menoscabo de la monarquía". Murió en Madrid en 1700.

     Página siguente

    This page hosted by  Get your own Free Home Page