Análisis de la revolución
chilena
Chile: revolución y golpe
militar
Folleto de Izquierda Revolucionaria
utilizado en la campaña por la extradición de Pinochet
(Nov/98)
El 11 Septiembre de 1973 un golpe
militar urdido por los jefes militares, con el beneplácito de la
oligarquía y la derecha chilena y el apoyo descarado del imperialimo
yanqui, acabó con el Gobierno de Salvador Allende y aplastó
sangrientamente un proceso revolucionario de varios años en el que
la clase trabajadora y las masas populares tomaron decisivamente el camino
hacia el socialismo.
Fue una experiencia única en la historia del movimientro obrero,
dado que la transformación social se hacía bajo un escrupuloso
respeto a las reglas de juego de la democracia burguesa y la Constitución
chilena, intentando una vía parlamentaria al socialismo.
25 años después, en 1998, las movilizaciones populares
exigiendo castigo para los responsables de la represión y oponiéndose
a las políticas antiobreras del gobierno actual vuelven a las calles
de Chile.
El asesino Pinochet está inmerso en un largo proceso judicial
que indudablemente es una victoria de sus víctimas. La democracia
'sui generis' que existe en Chile yace sobre el ocultamiento de la verdad
y la impunidad que protege a los responsables de los crimenes de la dictadura.
Por tanto, el hecho de que el prinicipal responsable de la dictadura esté
procesado es un triunfo para los cientos de miles de chilenos y chilenas
que tuvieron que soportar las torturas y el asesinato impune.
La decisión de los Lores británicos de anular la inmunidad
y la del Gobierno británico concediendo la extradición del
asesino Pinochet ha sido el primer paso para poder juzgar los crimenes
del dictador.
Esta decisión tiene que ver con dos hechos: en primer lugar,
la enorme movilización popular que tanto en Chile, Latinoamérica
y en Europa se ha producido a favor del procesamiento del genocida. Los
miles de actos y protestas realizados han revitalizado a la izquierda y
han puesto en tela de juicio la democracia vigilada existente en Chile.
En segundo lugar, el hecho de que personajes como El Pinocho
ya no hacen falta en este nuevo des-orden mundial en el que vivimos. Las
cosas están montadas de tal manera que en Chile, como en el resto
de Latinoamérica, no existe la más remota posibilidad de
que un gobierno como el del asesinado Allende llegue jamás al poder
por la vía de las urnas.
No obstante, Pinochet es sólo el personaje visible que sirve
para ocultar al resto de la institución militar y a la oligarquía
y la derecha chilena. La dictadura militar -de la cual Pinochet era uno
de sus protagonistas- fue el instrumento del capital para detener al movimiento
popular en auge.
La derecha chilena aliada con intereses norteamericanos, no pudo derrotar
a Allende mediante elecciones, sabotaje económico o la ayuda encubierta
de la CIA. Por tanto, acudieron a la única opción restante:
la intervención militar. El golpe fascista fue la última
carta jugada por las fuerzas conservadoras para derrotar el proceso revolucionario
que se vivió en Chile entre 1970 y 1973.
Que se juzgue a un personaje como Pinochet -con el cual se identifican
todos los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas- es un gran
avance, pero en ningún caso nos debe hacer olvidar el rol institucional
al servicio de la clase capitalista que cumplen los ejércitos y
demás instituciones represivas.
Es necesario que nos volquemos organizando actos donde reflexionamos
colectivamente sobre el proceso revolucionario abierto en Chile a principios
de los '70 y las causas de la derrota sangrienta que sufrió el proletariado
y la juventud chilenas. Es necesario comprender por qué pese al
enorme apoyo social del que gozaban los partidos obreros (PSCh y PCCh)
pudo vencer el ejército, la derecha y el imperialismo. Extraer las
lecciones del proceso revolucionario chileno es necesario para que los
errores cometidos entonces no se repitan.
1. Antes de la revolución
En 1958, Salvador Allende, candidato de la izquierda (Partido Socialista
de Chile -PSCh- y Partido Comunista de Chile -PCCh-) bajo las siglas de
la coalición FRAP (Frente de Acción Popular) se quedó
a sólo 30.000 votos de la victoria.
Este gran apoyo electoral que recibió la candidatura de la izquierda
se debió a las condiciones de sobreexplotación que el proletariado
soportaba desde hacía décadas. El salario real permanecía
prácticamente al mismo nivel que en 1945. El 60% de la población
recibía sólo el 20% de la renta. El 86% de la tierra cultivable
pertenecía a los terratenientes. La minería y gran parte
de la industria estaba en manos extranjeras, fundamentalmente empresas
norteamericanas.
Alexandri, el presidente electo, representante de la derecha, llevó
a cabo un durísimo programa de austeridad que significó un
enorme trasvase de riqueza de los sectores más empobrecidos de la
población a los más ricos. La respuesta de los trabajadores
fue una ola huelguística salvajemente reprimida por el Gobierno
que radicalizó a la CUT (Central Única de Trabajadores),
fundada en 1953.
Ante la contienda electoral de 1964, la oligarquía decidió
descartar a Alexandri debido al descontento popular con su gestión
y apoyar al candidato de la Democracia Cristiana (DC), Frei, que ganó
frente a Allende por una abrumadora mayoría del 56%.
La DC empleó un lenguaje muy radical. Su lema electoral fue:
"Revolución en libertad". Parecía como si la burguesía
chilena se hubiera decidido por fin a llevar adelante las tareas de la
revolución democrático-burguesa: la reforma agraria y la
expulsión del imperialismo, tomando el control de la economía.
Esto implicaba una aparente ruptura de la alianza tradicional de la
burguesía con la oligarquía terrateniente y el capital multinacional,
que contaba con el apoyo de la Iglesia y el ejército. Esta alianza
de las clases poseedoras había funcionado muy bien durante todo
un siglo, habían sabido combinar el palo con la zanahoria para mantenerse
en el poder.
En 1932, por ejemplo, esta 'Santa Alianza' derribó mediante un
golpe militar el gobierno socialista de Carlos Dávila que había
proclamado la "República Socialista" en Chile. Sin embargo, tras
un período de represión y como consecuencia de las protestas
obreras, la democracia burguesa fue restablecida. En 1938 consintieron
un gobierno de Frente Popular -una coalición de partidos obreros
con la burguesía "democrática"-, donde participaron los radicales,
el PSCh y el PCCh.
Tras la 2ª Guerra Mundial, esta coalición contra natura
se mantuvo en parte. El PSCh sacó conclusiones revolucionarias de
la experiencia, abogando por una política de independencia de clase,
contraria a pactos con cualquier partido burgués.
Mientras, en las elecciones presidenciales de 1946, el PCCh volvió
a apoyar una candidatura burguesa y entra a formar parte del Gobierno de
Gabriel González con los liberales y radicales. Al cabo de dos años,
con el inicio de la guerra fría, reciben su recompensa: expulsión
del gobierno e ilegalización hasta 1958.
Como se desprende de la experiencia histórica, la 'Santa Alianza'
disponía de una gran habilidad y flexibilidad a la hora de dirigir
el país. Su norte no era la defensa de la democracia sino la de
los sacrosantos beneficios. ¿Iba el Gobierno Frei a romper en provecho
de los desfavorecidos esta alianza de los poderosos?.
2. Debilidad burguesa
La experiencia del Gobierno Frei puso en evidencia la incapacidad de
la débil burguesía chilena para modernizar el país
y llevar adelante las tareas de la revolución democrático-burguesa.
La supuesta ala democrática y liberal de la clase dominante sólo
realizó un simulacro de reforma agraria y no se atrevió a
tocar el poder económico del imperialismo.
La DC en el gobierno llevó adelante una reforma agraria basada
en la expropiación de tierras y la entrega de las mismas a familias
campesinas sin tierra organizadas mediante cooperativas agrarias. La idea
era hasta cierto punto correcta y muy avanzada. Sin embargo, sólo
se expropiaron un 14% de las tierras productivas de las que se beneficiaron
un muy insuficiente 8% de familias campesinas sin tierra.
El Gobierno Frei, además, obtuvo el 51% de las acciones mineras
del cobre, en manos yanquis, mediante la compra de las mismas en bolsa.
En ningún momento se planteó la nacionalización de
esta industria clave para el desarrollo del país. La prometida nacionalización
de la banca quedó rápidamente olvidada.
Además, la DC no dejó de reprimir ferozmente al movimiento
obrero. Durante una huelga minera, más de veinte trabajadores de
las minas de El Salvador y Puerto Montt fueron asesinados por 'las fuerzas
del orden'.
Los miles de trabajadores que confiaron en Frei y su gobierno pasaron
por la escuela de la DC y comprendieron lo que significaba: un gigantesco
fraude. Querían una transformación profunda de la sociedad
y consiguieron una reedición de lo mismo de siempre: el dominio
oligárquico e imperialista de Chile.
Tras la experiencia de Frei, la Santa Alianza vió de nuevo el
peligro de una victoria electoral de la izquierda. Había que reeditar
la estrategia del Frente Popular que antes se había probado con
éxito. Sin embargo, la idea no contaba con el apoyo del PSCh de
Allende.
El PSCh y el PCCh tenían posiciones diferentes en cuanto al proceso
histórico y a las tareas del proletariado. En 1946, cuando se negó
a participar en nuevo Frente Popular, el PSCh llegó en un congreso
a la siguiente conclusión: "Por ineludible imperativo de las
circunstancias históricas, las grandes transformaciones económicas
de la revolución democrático-burguesa (reforma agraria, industrialización,
liberación nacional) se realizarán en nuestros países
latinoamericanos a través de la revolución socialista".
Es decir, el PSCh muestra su acuerdo con la tesis de la revolución
permanente planteada por Trotsky en 1905 y asumida por Lenin y los bolcheviques
tras la publicación de "Las Tesis de Abril" que permitió
en octubre la toma del poder por los soviets.
En 1956, el PSCh aprueba una declaración que afirma lo siguiente
sobre la burguesía chilena: "Es una clase tributaria del imperialismo,
profundamente ligada a los terratenientes". En el mismo documento el
PSCh se declara contrario al frente popular y aboga por el frente único,
es decir, por la unidad de las organizaciones obreras bajo un programa
común. Es la tesis del Frente de los Trabajadores cuya fundamental
y primera lección es que: "la burguesía en nuestro país
no es una clase revolucionaria".
Por tanto, el PSCh tenía al menos en teoría un análisis
correcto desde el punto de vista marxista. La única revolución
posible para el PSCh era la revolución socialista. Esta concepción
correcta del proceso revolucionario chileno les llevó a sacar otras
conclusiones: ninguna confianza, por tanto, en la burguesía democrática,
lo que cerraba el paso a un frente popular, es decir, a una coalición
de partidos obreros con el ala democrática de la burguesía.
El planteamiento del PCCh era muy diferente. Atrapados en la concepción
estalinista de la revolución por etapas, planteaban que Chile tenía
que realizar la revolución democrática-burguesa y para ello
la alianza con la burguesía democrática era necesaria. El
socialismo no entraba en este esquema. Esto entraba en contradicción
con Allende que creía, sinceramente, en la posibilidad real de la
transformación socialista de la sociedad, aunque por la vía
parlamentaria.
3. La Unidad Popular
Ante las elecciones de 1970, socialistas y comunistas discuten la posibilidad
de un acuerdo electoral. Finalmente, será la posición del
PCCh quién salga ganadora, originándose un nuevo Frente Popular,
que contó en sus filas hasta con cuatro organizaciones burguesas,
el viejo Partido Radical, el API , el SDS y el MAPU, éste último
una escisión reciente de la Democracia Cristiana.
Sin embargo, esta nueva coalición -llamada Unidad Popular- era
muy diferente a las anteriores ediciones de frentes populares. En esta,
a diferencia del pasado, serán los partidos obreros -el PSCh y el
PCCh- las fuerzas dominantes y mayoritarias.
En contra de la Unidad Popular se presentan dos partidos de la burguesía:
la DC, representada por Tomic y el Partido Nacional, representante directo
de la oligarquía, cuyo candidato es Alessandri.
A pesar de que la DC en un intento desesperado por recuperar su imagen
de 'izquierdas' aboga por la nacionalización total de la industria
del cobre y de la banca extranjera y por una aceleración de la reforma
agraria, su candidato queda en el último lugar, con un 27,8% de
los votos, perdiendo más de la mitad de su electorado de 1964. Esta
vez la gente no se dejo engañar por las falsas promesas de la DC.
4. Polarización social
Allende logra el triunfo con un 36,3%, por encima de Alessandri que
alcanza un 34,9%. Sin embargo, en el Parlamento la Unidad Popular no tiene
mayoría absoluta. El hundimiento electoral de la DC y el ascenso
de la derecha es una demostración palpable de la polarización
social que dominaba la sociedad chilena.
Como un documento del PSCh reconoce: "El triunfo del 4 de septiembre
y la aplicación consecuente del programa desata un proceso revolucionario
que coloca a las clases en una situación de tensión histórica:
revolución o contrarrevolución. No son sólo las realizaciones
del Gobierno popular, o el programa mismo, a lo que temen las clases dominantes,
sino a la dinámica revolucionaria de las masas que pone en peligro
doblemente el sistema capitalista".
Efectivamente, la victoria electoral de socialistas y comunistas el
4 de septiembre de 1970 expresaba el deseo de los jóvenes y trabajadores
de acabar con el corrupto capitalismo chileno y transformar la sociedad.
La experiencia de los gobiernos de la Democracia Cristiana (DC) había
demostrado que el capitalismo no tenía nada que ofrecer, salvo miseria
y explotación.
El Gobierno de Allende, bajo la presión de las masas, fue más
allá de lo previsto. El esquema mecanicista del estalinismo de levantar
una frontera artificial entre las demandas democrático-burguesas
y las puramente socialistas se vinó abajo por la movilización
de masas.
Así, en julio de 1971, nacionalizó el cobre completamente.
Al mismo tiempo, se nacionalizó la industria del carbón,
las minas de hierro y de nitratos, la industria textil, la ITT, INASA,
etc. Se distribuyó leche gratuita a los niños en los colegios,
se congelaron los precios y los alquileres y se aumentaron los salarios
y las pensiones. Se aprobaron planes de construcción de viviendas,
escuelas y hospitales que estaban transformando la calidad de vida de los
ciudadanos.
En el campo la expropiación de latifundios y entrega de tierras
a los campesinos se aceleró enormemente. Sólo en 1971 se
superó la cantidad de tierras expropiadas en los seis años
de Gobierno Frei. En 1972 el latifundio estaba prácticamente erradicado
en Chile. La celeridad del Gobierno estuvo motivada en gran parte por las
cerca de 300 ocupaciones que realizaron "los sin tierra".
Estas medidas fortalecieron aún más el movimiento de masas.
Los sectores más atrasados y apolíticos de la clase trabajadora
y de la sociedad vieron por fin a un gobierno que actuaba en su beneficio
y se convirtieon en los primeros luchadores, en los más activos
defensores del poder popular y del gobierno. La radicalización de
cada vez más capas de jóvenes y trabajadores en el campo
y la ciudad abría por primera vez en la historia de Chile la posibilidad
real de la toma del poder del estado y del inicio de la revolución
socialista.
Esta radicalización y polarización social se expresó
también en el surgimiento de íncipientes órganos de
poder obrero. El fermento revolucionario sacudió también
a los partidos burgueses. Seis diputados de la DC se escindieron para formar
un nuevo partido: Izquierda Cristiana. El nuevo partido se declaró
a favor de "la construcción del socialismo" junto al Gobierno de
la Unidad Popular.
El socialismo parecía al alcance de la mano. Pero entre los dirigentes
socialistas y comunistas el objetivo y cómo conseguirlo no estaban
tan claros.
La Unidad Popular (UP) era una coalición cuyo apoyo de masas
se debía a los partidos obreros pero incluía también
minúsculos partidos pequeño-burgueses que no representaban
a nadie y eran la excusa para no aplicar medidas socialistas. La dirección
del Partido Comunista defendía que no mera el momento de luchar
por el socialismo sino por la revolución democrática. Planteaban
paralizar muchas de las nacionalizaciones y ocupaciones de tierra para
no asustar a esos sectores burgueses supuestamente democráticos.
Allende y otros dirigentes socialistas estaban más a la izquierda
pero confiaban en que el socialismo se conquistaría gradualmente,
a través de la profundización de las instituciones democráticas
burguesas (parlamento, constitución, etc.).
Los partidos obreros pueden y deben participar en el Parlamento utilizándolo
como un altavoz para denunciar la explotación, corrupción
e hipocresía capitalistas y elevar la conciencia y organización
revolucionarias para ganar a las masas para el socialismo. Pero cuando
la clase obrera amenaza los privilegios de los capitalistas, éstos
no dudan en utilizar sus instituciones, empezando por el ejército,
para aplastar la voluntad popular. Los militares "demócratas" desempolvarán
sus sables. Los jueces y parlamentarios burgueses encontrarán leyes
y discursos con que justificar los crímenes.
En las elecciones municipales del 4 de Abril de 1971, la Unidad Popular
obtuvo el 51% de los votos. Mientras que en las elecciones presidenciales
-convocadas seis meses antes- Allende alcanzó el 33,6%, ahora contaba
con la mitad del electorado. El entusiasmo era también palpable
en amplios sectores de las fuerzas armadas, no sólo soldados sino
también suboficiles.
La Unidad Popular era el gobierno legítimo de la nación
y sus cuadros y dirigentes -mayoritariamente socialistas y comunistas-
ocupaban los puestos claves de la Administración. Allende era el
presidente electo. El apoyo popular era enorme. La burguesía estaba
desorientada y dividida. Las capas medias miraban con esperanza al gobierno.
Era el momento de convocar nuevas elecciones legislativas -que sin duda
se hubieran ganado-, para nacionalizar el resto de la economía,
depurar los mandos reaccionarios de las fuerzas armadas, armar a los obreros
y campesinos y basándose en la movilización de masas dar
el golpe definitivo hacia la conquista del poder. Sin embargo los dirigentes
socialistas y comunistas de la Unidad Popular dejaron pasar la oportunidad.
El precio a pagar será terrible.
5. Contraofensiva burguesa
Todos los sectores de la burguesía chilena y el imperialismo
estadounidense eran conscientes de que sólo podrían salvar
su sistema aplastando este movimiento revolucionario mediante una dictadura.
Tan sólo les dividía la estrategia a aplicar.
Un sector preparaba ya un golpe militar y organizaba bandas fascistas,
como Patria y Libertad, aunque era todavía minoritario. El grueso
de la burguesía y el imperialismo USA financiaban y utilizaban a
estos sectores para desestabilizar al gobierno Allende pero temían
que un paso prematuro significara la derrota, su táctica durante
un tiempo fue boicotear la economía chilena y esperar a que la moral
y entusiasmo revolucionarios de las masas se desgastasen.
A este sector pertenecía la Democracia Cristiana, cuya verborrea
radical buscaba no perder a una parte de su electorado tradicional (clase
media urbana, campesinos, incluso capas obreras atrasadas), cada vez más
radicalizado hacia la izquierda y, sobre todo, ganar tiempo hasta encontrar
un momento más favorable para ajustar cuentas con la revolución.
Empleaban la táctica del policía bueno y el policía
malo ("Pactad con nosotros moderando vuestra política o vendrán
los militares y la extrema derecha").
La oposición a las medidas tomadas por el Gobierno Allende y
la movilización popular no se hizo esperar. Los terratenientes abandonaban
las haciendas y saboteaban la producción agrícola. Según
un informe de la policía, 2.000 hombres armados estaban bajo las
órdenes de los terratenientes que se dedicaban a acciones de terrorismo
y sabotaje de instalaciones públicas de gas, electricidad y agua,
con objeto de causar el descontento.
Al mismo tiempo la prensa y la TV burguesa fustiga continuamente al
gobierno. La oposición controla el 75% de los medios de comunicación.
La burguesía buscaba acrecentar el descontento de amplios sectores
de la población para capitalizarlos electoralmente y lograr una
mayoría de dos tercios en el Parlamento con el objeto de destituir
al Presidente Allende.
Pero en las elecciones legislativas de marzo de 1973, la Unidad Popular
consigue el 43,4%, aumentando su apoyo electoral respecto a las anteriores
de 1970, aunque baja en relación a las municipales. Los partidos
de derecha quedan muy lejos de su objetivo. Este fracaso electoral de la
derecha marca el comienzo de la cuenta atrás para el golpe de estado.
Comienza la desestabilización a gran escala.
El imperialismo yanqui corta cualquier suministro a Chile e intenta
un boicot mundial al cobre chileno. Mientras la burguesía acapara
los productos de primera necesidad y los distribuye mediante un mercado
negro que burla el control de precios fijado por el Gobierno. El resultado
es un gran desabastecimiento y una inflación galopante que convierte
las simpatías de las capas medias en abierta oposición. La
burguesía logra así la base de masas que necesitaba para
el golpe fascista.
Allende encuentra también en las instituciones un enemigo. El
boicot parlamentario de la oposición busca la desestabilización
política intentando crear un conflicto de poderes entre el Parlamento
y el ejecutivo. La oposición logra mediante el mecanismo de acusaciones
constitucionales la destitución de un alto funcionario de la Administración
cada diez días. Incluso se atreve a intentar la destitución
parlamentaria de todo el Gobierno a la vez, lo que no se llevó a
efecto por la movilización de masas convocada por la CUT en defensa
del Gobierno.
El 17 de abril el Gobierno expropia 49 industrias que boicoteaban la
producción. La oposición responde con una reforma constitucional
que anula todas las expropiaciones. Frei, elegido presidente del Senado,
amenaza con la destitución del presidente si éste no acepta
la reforma. Allende denuncia la reforma ante el Tribunal Constitucional
que finalmente tendrá que decidir.
El conflicto institucional, el terrorismo y la escased de productos
no son motivos suficientes para justificar un golpe de estado. Se necesita
el caos social.
Por un lado, la oposición respetable de la DC y el Partido Nacional
bloquea en el Parlamento las nuevas leyes, mientras que los fascistas de
Patria y Libertad actúan sembrando el terror en las calles. Patria
y Libertad fue creado y financiado por el Departamento de Estado nortamericano.
40 agentes de la CIA se convierten en instructores de este movimiento fascista,
así como de las grandes corporaciones patronales, la Sociedad Nacional
de Agricultura -reducto de la oligarquía terrateniente- y la Sociedad
de Fomento Fabril.
En abril la oposición se lanza por primera vez a disputar la
calle. Ante un proyecto gubernamental de democratización de la enseñanza,
la DC y la Iglesia saca a los estudiantes de la Universidad Católica
a la calle, provocando altercados y disturbios callejeros.
Al mismo tiempo se declara una huelga patronal indefinida del transporte
y el comercio amenaza con un cierre a escala nacional. 108 dirigentes de
la Confederación de dueños de autobuses y taxibuses reciben
formación en EE.UU. Ante esta situación la CUT lleva adelante
una gran movilización para recuperar la calle en manos de la derecha
durante varias semanas. El 27 de abril cientos de miles de obreros desfilan
por las calles de Santiago, siendo tiroteados al pasar la marcha cerca
de la sede de la DC por militantes democristianos encaramados en las ventanas.
El resultado: un obrero muerto y seis heridos.
La estrategia de la tensión y la provocación de la burguesía
está teniendo éxito. El enfrentamiento social es inevitable.
El 28 de mayo llega el primer aviso de los militares. Tras una reunión
del Alto Mando declaran que las FF.AA. se considerarán autónomas
en el caso de que el gobierno se salga de la Constitución. Los militares
se pronuncian en contra de la reforma educativa. Un alto mando declara:
"No podemos permitir que los futuros soldados lleguén convertidos
en marxistas".
En mayo la oposición monta una huelga minoritaria en la principal
mina de cobre, "El Teniente". El líder de la huelga, Guillermo Medina,
será después jefe sindical de la dictadura. Aunque la extensión
de la huelga fracasa y poco a poco los trabajadores engañados vuelven
al trabajo, el daño económico resultó atroz dado que
el 20% de las divisas de Chile se producían allí. El Parlamento
en el colmo del cinismo da la razón a los huelguistas y las mujeres
de los ricos organizan acciones de solidaridad. Tras 76 días de
conflicto y millones de dólares perdidos, se pone fin a la huelga.
La situación es dramática. La burguesía no se atreve
aún a lanzar el golpe final, mientras que los trabajadores son detenidos
por sus direcciones tradicionales en las que todavía confian. El
29 de junio, un día después del final de la huelga, un regimiento
blindado ataca el Palacio de la Moneda, sede de la Presidencia del República.
Tras dejar 22 muertos, el golpe fracasa por la no implicación de
otras unidades militares que observaron con cautela la respuesta obrera.
En cuestión de horas, miles de trabajadores hicieron huelgas,
ocuparon fábricas, organizaron píquetes y marcharon hacia
el Palacio de la Moneda. Los responsables están vinculados al grupo
fascista Patria y Libertad.
La CUT responde con una impresionante movilización contra el
fascismo que reúne a 500.000 personas. Los cordones industriales
se fortalecen y los trabajadores asumen el control de fábricas y
empresas en todo el país. Sin embargo, Allende no clausura el Congreso
a pesar de que cientos de miles se lo pedían desfilando ante los
balcones de la Moneda y en vez de apoyarse en la movilización de
masas, se basa en la oficialidad constitucional.
6. Crisis en la Unidad Popular
Tras el tancazo, la oposición aprueba una ley de control y requisa
de armamentos que faculta al ejército a realizar allanamientos y
registros a cualquier inmueble y detener e intrerrogar a sus ocupantes.
El 2 de julio, una unidad de marines realiza un primer allanamiento en
Valparaiso. Tres días después se produce la crisis de gobierno.
El 12 de julio, la dirección del PSCh realiza una declaración
pública en la que avisa a la burguesía de que cada acción
será contestada debidamente y llama a los soldados a desobedecer
a los jefes golpistas. En la misma declaración se afirma que la
toma de fábricas es una respuesta legítima de los trabajadores.
Las ocupaciones de fábricas ayudan a los trabajadores ante el enfrentamiento
que se avecina. Sin embargo, para el PCCh las ocupaciones son un error.
Allende, en la línea del PCCh, opta por la vía de buscar
un pacto con la DC para evitar el enfrentamiento civil. El giro a la derecha
del Gobierno no es suficiente para la DC que pone condiciones inadmisibles
para entrar. El 19 de julio el Gobierno intenta la devolución de
la fábricas expropiadas. Los obreros se niegan y cortan las calles.
La división en la Unidad Popular es visible. Los dos proyectos y
concepciones que han cohabitado hasta hoy entran en contradicción.
Mientras tanto, las FF.AA. han realizado más de una treintena
de allanamientos en barrios obreros e industrias ocupadas. El objeto de
estas acciones es permitir a los jefes conocer el terreno donde van a tener
que actuar más tarde, valorar la reacción de los trabajadores
y vigilar el comportamiento de sus soldados.
En agosto se produce una nueva huelga indefinida del transporte que
tiene por objeto sabotear el diálogo de Allende con la oposición
democristiana y paralizar el país. Los huelguistas son financiados
con cinco millones de dólares por la CIA. Entre julio y agosto,
la extrema derecha organiza 250 atentados. El 27 de julio asesina al asesor
militar de Allende, mediador entre éste y la oficialidad constitucionalista.
El 9 de agosto, tres militares son admitidos en el gobierno. Pinochet
queda como jefe interino del ejército, desde donde prepara el golpe.
El 12 de agosto un grupo de marinos de Valparaiso descubre los preparativos
del golpe, pero antes de que puedan denunciarlo son detenidos y torturados.
El 22 de agosto la oposición declara que el Gobierno de Allende
ha roto la Constitución, dando por tanto legitimidad al golpe de
estado, que sólo es cuestión de días. La oposición
exige la renuncia de Pinochet. El dialogo sólo fue una estratagema
de la DC para ganar tiempo y concesiones, pero que no contradice la estrategia
del golpe de estado.
Los intentos por parte de Allende y los demás dirigentes de la
Unidad Popular de llegar a un acuerdo con la DC y dejando entrar a los
militares en el Gobierno sólo sirvieron para desorientar a la clase
obrera y animar la contrarrevolución. Una gran parte de la responsabilidad
de esta política la tienen Corvalán y los dirigentes del
PCCh que, desde el primer momento, presionaron a Allende y a los dirigentes
socialistas para seguir este desastroso camino.
El 4 de septiembre, siete días antes del golpe, 800.000 personas
desfilan ante el Palacio de la Moneda, muchos de ellos vienen armados con
palos, pidiendo armas para defender el poder popular y exigiendo mano dura
contra los reaccionarios y faciosos. Desgraciadamente, una vez más,
sus dirigentes no estuvieron a la altura de las circunstancias y en vez
de armas les ofrecieron discursos cargados de buenas intenciones.
Si los procesos fueran medidos por intenciones, tendríamos que
afirmar que la intención de la Unidad Popular era la de construir
el socialismo en Chile, pero sin embargo lo que hubo fue fascismo y dictadura.
Si los dirigentes de la Unidad Popular hubiesen dedicado la décima
parte de sus esfuerzos y energías que gastaron en intentar ganar
la confianza y el respeto de la burguesía y la casta militar, a
un trabajo serio para ganarse a la base del ejército, la derrota
del 11 de septiembre hubiera sido imposible. Si Allende hubiera utilizado
su enorme prestigio personal y su autoridad legal como Presidente de la
República para hacer un llamamiento a las filas del ejército,
el desenlace hubiera sido muy diferente.
El hecho de que el 11 de septiembre sólo una pequeña minoría
de soldados participaran en el golpe, mientras que la mayoría permaneció
acuartelada, indica que Pinochet entendía mucho mejor que Allende
las tensiones existentes en el ejército. Un enfrentamiento del ejército
con el movimiento de masas en armas hubiera significado la ruptura de la
cohesión del ejército en líneas de clase.
En cualquier ejército, incluso uno profesional -que no era el
caso- la cúpula está vinculada por lazos de sangre y de intereses
a la clase dominante. Sin embargo, la base -los soldados y marineros- es
de extracción obrera y campesina. Para que los soldados se amotinen
contra sus oficiales tienen que tener confianza en el éxito. Si
ven un movimiento popular resuelto a ganar y con una dirección firme
lo harán sin duda. De no ser así, el temor a los oficiales
será suficiente para mantener la disciplina de las tropas.
7. ¿Por qué fue derrotada
la revolución?
El heroísmo y la honradez personal de Allende y los demás
líderes de la Unidad Popular no pueden ocultar que estos dirigentes
cometieron el grave error de no confiar en la fuerza de los trabajadores,
jóvenes y campesinos, basándose en su movilización
y organización para sustituir el aparato del Estado capitalista
por un Estado obrero y culminar la revolución.
Los trabajadores habían creado embriones de poder obrero (cordones
industriales, consejos campesinos, Juntas de Abastecimiento y Precios,
etc.), las manifestaciones se sucedían exigiendo armas para el pueblo
y la creación de milicias en las fábricas, para defenderse
de los fascistas y del inminente golpe militar.
Aplicando estas medidas, hubiera sido posible escindir el ejército,
separando a buena parte de la tropa de los oficiales burgueses, y ganar
el apoyo masivo de las capas medias. Tanto estas capas como los soldados
necesitan de la fuerza y decisión del bando revolucionario para
sumarse a él.
La victoria de la revolución, bajo estas condiciones, habría
sido posible y, además, de forma casi pacífica. Los militares
no habrían encontrado ninguna base social y habrían sido
reducidos con un mínimo esfuerzo.
Pero los dirigentes de la UP creían poder evitar un golpe confiando
en el carácter democrático e imparcial del ejército
y en un acercamiento a la DC, cuyos dirigentes estaban conspirando ya con
Pinochet. Esto desarmó a los trabajadores y los militares pudieron
imponerse y aplicar la política de represión y ataques a
los trabajadores que exigía el capital.
Los métodos realistas y pacíficos de los reformistas siempre
conducen a unos resultados diametralmente opuestos a los previstos. La
debilidad invita a la agresión.
8. ¿Milagro chileno?
El llamado "milagro chileno" se basó en el incremento de la explotación
de los trabajadores primero bajo Pinochet (eliminación de derechos
y aplastamiento de las organizaciones obreras, reducciones salariales,
privatizaciones, desmantelamiento y sustitución por sistemas privados
de pensiones de la Seguridad Social…) y en los últimos años
bajo los gobiernos democráticos.
Pero la economía chilena sigue dependiendo de las exportaciones,
sobre todo de materias primas. Con la extensión de la crisis asiática
y una probable recesión mundial, todo está cambiando.
Los ataques contra los trabajadores ya están provocando una respuesta
social: movilizaciones contra el nombramiento de Pinochet como senador
vitalicio, con motivo del 25 aniversario del golpe…
Esto está expresándose ya en el PC y PS. La dirección
comunista ha tenido que girar del apoyo a la Concertación (coalición
de 17 partidos, liderada por la DC) a intentar liderar la oposición.
En el último Congreso socialista importantes sectores han planteado
romper con la Concertación y han surgido corrientes de izquierda
que luchan por recuperar las señas de identidad socialistas.
Este es el primer paso, que debe continuar sacando conclusiones de la
experiencia de la Unidad Popular y de la transición en los años
80, cuando ambos partidos apoyaron pactos con partidos burgueses la citada
Concertación, para "conseguir la democracia" renunciando a la defensa
de un programa socialista, con un resultado de derrotas para los trabajadores.
Toda la experiencia ha puesto de manifiesto que sólo la defensa
de una política de independencia de clase, luchando por un gobierno
PS-PC con un programa socialista, podrá solucionar los problemas
del pueblo chileno.
Otros
materiales relacionados con el tema: Pinochet
a la cárcel
|