La crisis del capitalismo
se ha profundizado durante los '90. Esta crisis no es cíclica ni
temporal, como se demuestra en el ejemplo de Europa y EE.UU. El índice
de desempleo de la OCDE es ahora el triple que hace diez años. Desde
el fin del auge de la posguerra, en la mitad de los años '70, el
crecimiento de la economía mundial se ha ralentizado y las tasas
de inversión han caído. En muchos países ha tenido
lugar una destrucción enorme de las fuerzas productivas, con millones
de personas enfrentándose al desempleo. De 1980 a 1993 las 500 mayores
corporaciones industriales norteamericanas recortaron sus plantillas en
4,7 millones de trabajadores, lo que equivale a un cuarto de su fuerza
de trabajo. Despedir obreros y hacer que el resto trabaje más duro
por menos sueldo es la respuesta de la patronal a la crisis. Desde 1973
los sueldos netos por hora de los obreros en EEUU han caído entre
un 20-27 %.
Pobreza
Más de un tercio de
la fuerza de trabajo total en el mundo -820 millones de personas- está
o bien sin trabajo o con empleos precarios. Según la ONU, la pobreza
creció en "proporciones casi inimaginables" en 1995. Un quinto de
la población del mundo, 1.100 millones personas, están viviendo
en la pobreza más absoluta. 12,2 millones de niños menores
de cinco años mueren cada año, en muchos casos por falta
de un tratamiento médico que no costaría más de 25
pesetas por cabeza.
Esto pasa en nuestra época,
cuando el nivel de tecnología, ciencia y producción son más
altos que nunca y hay bastantes recursos en el mundo para garantizar una
vida digna a cada ser humano. No existe falta de recursos o riqueza; lo
que falta es una planificación racional y democrática de
esos recursos, para administrarlos en base a las necesidades de la mayoría
y no para proporcionar ganancias a unos pocos.
El abismo entre el rico y
el pobre nunca ha sido tan grande como lo es hoy. Sólo un cuarto
de lo que EE.UU se gastó en armas el año pasado se podría
solucionar todos los problemas sociales, medio-ambientales y de salud del
mundo, como afirmaron las Comisiones Brandt y Brundtland.
Ecocidio
El impacto del capitalismo
en el medio ambiente (más el daño que el estalinismo causó
en el pasado) ha alcanzado tal escala que el equilibrio ecológico
del mundo está bajo amenaza de destrucción. El mundo ha perdido
casi un tercio de su tierra cultivable en los últimos 40 años.
La patronal alimentaria, para conseguir rápidos beneficios, necesita
recortar gastos en la producción de alimentos, aín a costa
de nuestra salud. Esto es lo que está detrás de la enfermedad
del ganado en Gran Bretaña (conocida como "mal de las vacas locas")
y que se puede extender a los humanos en la forma de una fatal enfermedad
neurológica.
El pillaje y la sobre-explotación
de los poderes imperialistas en las áreas más pobres del
mundo están más allá de cualquier comparación.
610 millones de $ se transfirieron de los países pobres a los bolsillos
de los capitalistas de Europa, Japón y EE.UU. cada día entre
1982-90, tanto como todo el gasto en salud y educación del llamado
III Mundo. Hoy un país como Uganda tiene que gastar 17 dólares
per cápita para pagar la deuda externa, mientras invierte sólamente
tres dólares per cápita en salud.
Guerras
Más de un país
corre el riesgo de sufrir una rápida desintegración. El genocidio
en Ruanda, el colapso sangriento de la ex-Yugoslavia, la guerra en Chechenya
y la guerra civil en Sri Lanka son advertencias horribles para los activistas
del movimiento obrero.
Si los trabajadores no pueden
encontrar una manera de unir a las masas oprimidas, la sociedad corre el
riesgo de volver al barbarismo. La perspectiva de socialismo o barbarie
es ahora más real que nunca. La única manera de superar la
crisis presente es por medio de una lucha decisiva con el objetivo último
de la abolición del capitalismo y la propiedad privada de la tierra
y los medios de producción. La tarea de la revolución socialista
es arrancar de las manos de los capitalistas los grandes monopolios (200
multinacionales controlan un cuarto de la producción mundial) y
los bancos y convertirlos en una propiedad pública y sobre esa base
comenzar una administración democrática de la producción
y distribución de la riqueza a escala nacional e internacional.
Un plan económico, llevado a cabo y controlado democráticamente
por los trabajadores, haría posible desarrollar las fuerzas productivas
en armonía con la naturaleza y el medio ambiente.
En palabras de Leon Trotsky,
líder junto a Lenin de la revolución de Octubre de 1917 y
más tarde, de la lucha contra el estalinismo: "La tarea histórica
de nuestra época consiste en reemplazar el descontrol del libre
mercado por la planificación razonable de las fuerzas de producción.
(...) Sólo sobre esta nueva base social podrá el hombre estirar
sus miembros cansados, y cada hombre y cada mujer -no sólo unos
pocos elegidos- llegará a ser un ciudadano con pleno poder en el
reino del pensamiento". (En Defensa de la Revolución
del Octubre) |
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