¿Bombas por Kosovo? (mayo '99)
Victor Alonso 

De nuevo el conflicto de los Balcanes genera un ataque militar de la OTAN contra Yugoslavia. Los bombardeos de la OTAN y los sucesos que acontecen en la región de Kosovo merecen una reflexión profunda por parte de la izquierda política y social con vistas a entender las claves del conflicto y actuar en consecuencia. 

Los criminales bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia fueron precedidos por el aparente fracaso de las conversaciones de paz de Rambouillet y la nueva ofensiva lanzada por el Ejército y la policía serbia contra la población civil de Kosovo. Esta nueva acción sanguinaria de Milosevic muestra su decisión de impedir por todos lo medios que los albaneses de Kosovo (el 90% de la población) ejerzan su libre derecho a la autodeterminación. 

Los kosovares, decepcionados por el callejón sin salida a la que fueron llevados por la política "pacifista” del presidente Rugova, radicalizaron sus posturas. El surgimiento del Ejército de Liberación del Kosovo (UCK), que comenzó sus acciones en 1996, es la clara expresión de este fenómeno, impulsado en gran parte por la insurreción armada contra Berisha en Albania. 

Los albaneses de Kosovo vienen soportando la bota serbia desde 1989, cuando con el ascenso al poder de Milosevic se derogó la autonomía a la región, que habían obtenido como parte de la política de Tito para equilibrar el poder de las Repúblicas en la Federación Yugoslava. A partir de entonces, los kosovares albaneses fueron utilizados como blanco de una campaña repugnante de neto corte chovinista y xenófobo.  

El conflicto actual que se vive en Kosovo tiene su origen en estos hechos. El Gobierno serbio de Milosevic ha dejado patente sus verdaderas intenciones que, como se demostró en la guerra de Bosnia, no eran conservar la convivencia multiétnica de la antigua Yugoslavia sino convertirla en un gran estado serbio purificado étnicamente. 

La persecución y las matanzas en Kosovo confirman la intención de Milosevic de forzar a los dos millones de albaneses de Kosovo a dejar su tierra, en un nuevo ejercicio de limpieza étnica que recuerda las prácticas neo-nazis vividas anteriormente en Bosnia. 

Desde la pérdida de su autonomía los albaneses de Kosovo han sufrido un infierno. La población vive en un estado de sitio permanente sometida a una cruel política de represión y hostigamiento por parte del Gobierno serbio de Milosevic. Sufren desde hace años un apartheid comparable al del pueblo palestino en Israel o al sufrido por la población negra en la Sudáfrica racista. Fueron excluidos de los servicios públicos básicos como escuelas, hospitales, instituciones, centros deportivos, etc., y han tenido que organizar estos servicios en paralelo a los oficiales con escasísimos recursos. Además, la población albano kosovar es la que sufre las peores consecuencias de la miseria que abarca hoy al conjunto de Serbia. 

Tras nueve años de ejemplar resistencia pacífica y ante la agresión militar y el estado de sitio al que se ve sometida la población albanesa de Kosovo, los kosovares no han tenido otra salida que la autodefensa armada de sus pueblos y ciudades sometidos al bombardeo y las incursiones militares serbias. 
La amplísima mayoría de los kosovares albaneses aspiran hoy a la independencia de la Yugoslavia de Milosevic y a una eventual unificación con Albania, con lo que pondrían en cuestión las fronteras establecidas en los acuerdos de Dayton, que consagraron la partición de Bosnia. Estos acuerdos, sostenidos a punta de pistola con miles de soldados bajo control de la ONU, son sagrados para el imperialismo. 

Como ayer lo hicieron cuando los bosnios defendían su derecho a una Bosnia multiétnica independiente, el conjunto de las potencias imperialistas se oponen a que el pueblo albanés de Kosovo ejerza su libre derecho a la autodeterminación. Su política es salvar las fronteras establecidas en Dayton y contener la movilización de las masas albanesas a cambio de limitadas medidas de “autonomía”, dejando Kosovo bajo la soberanía serbia. 

Las potencias del Grupo de Contacto (EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia) han dejado bien claro que la independencia de Kosovo no es realista y han calificado de grupo terrorista al UCK, justificando en cierta forma los desmanes de las tropas serbias.  

Paradojas de la vida, ahora el UCK es presentado como un aliado de la OTAN y una posible avanzadilla para detener la ofensiva serbia en Kosovo. 

La resolucion emitida por el Grupo de Contacto en Londres el dia 9 de marzo del pasado año, inmediatemente despues de las masacres perpretadas en Drenica, sostiene: “Nuestra condena de las acciones de la policia serbia no deben en ningun caso ser erróneamente interpretadas como un respaldo al terrorismo (...) Nuestra posición es clara. Condenamos plenamente las acciones terroristas del Ejercito de Liberación de Kosovo así como de cualquier otro grupo” (El Pais, 10/3/98). 

Las potencias imperialistas son enemigas declaradas, al igual que Milosevic, del derecho a la autodeterminación del pueblo albanés de Kosovo. A lo que más temen es que la lucha de liberación nacional armada contra la opresión nacional serbia pueda escaparse de control y haga volar por los aires las reaccionarias fronteras de Dayton.  

Como lo refleja el cuadro trazado por el diario El País: “La región del Kosovo tiene frontera con Montenegro, que integra con Serbia los restos de Yugoslavia, con Macedonia y con Albania. Una guerra abierta en Kosovo arrastraría inevitablemente a la diminuta y desprotegida Macedonia, donde al menos el 25% de la población es de origen albanés y se siente maltratada, y la propia Albania, tambaleante todavía tras su virtual disolución como Estado hace ahora un año. Una insurrección albanesa disolvería las fronteras del sur de Serbia, y en esta marejada, más temprano que tarde, Grecia, Bulgaria, y Turquía tendrían algo que decir. En el corto plazo, el tinglado de Bosnia, que con tantas dificultades está siendo apuntalado por las potencias occidentales, se desplomaría. El escenario supera las peores pesadillas de los estrategas de la OTAN.” (Ibid).  

Es decir, se abriría el camino para que los pueblos de los Balcanes se liberen de los gendarmes al servicio de una u otra potencia imperialista que hoy están llevando adelante la restauración capitalista en la región. 

La situación del pueblo y los trabajadores en Serbia es insoportable. La ruina acarreada por la guerra, la descomposición de las bases sociales del estado obrero, las penurias impuestas por los años del bloqueo decretado por la ONU han creado una situación donde la gran mayoría de los obreros no cobran sus sueldos. Esta situación podria llevar en el corto plazo a una nueva explosion en Serbia. La ofensiva sobre Kosovo es un intento de parte de Milosevic de recomponer su endeble posición, echando mano al recurso del chovinismo, usando a los kosovares albaneses como “chivos expiatorios” de la crisis que recorre al país y a su régimen político. 

Para los trabajadores y el pueblo yugoslavo, en particular las masas serbias hoy ahogadas en la miseria, el principal enemigo está en casa. Las movilizaciones contra el fraude electoral de Milosevic y en demanda de una democracia real no podrán concretarse sino luchan consecuentemente por la libertad para los pueblos oprimidos por su propio gobierno.  

Como dijo Marx, “ningún pueblo que oprime a otro puede ser un pueblo libre”. Por eso deben movilizarse para echar de una vez por todas al asesino Milosevic y terminar con su política restauracionista y chovinista. Deben hacer suyo el deseo de los albaneses de Kosovo a vivir su existencia como una nación separada como condición sine qua non para establecer una auténtica federación socialista, donde todos los pueblos gozen de los mismos derechos. 

En este contexto, los bombardeos de la OTAN sólo consiguen lo contrario de lo que proclaman sus voceros, legitimar ante su propio pueblo al dictador Molosevic y extender aún más la tragedia de los kosovares forzados a salir de su tierra por los paramilitares serbios. Con los bombardeos, se pretende forzar a Milosevic para que acepte el acuerdo de Rambouillet, que deja a Kosovo bajo soberanía de Serbia y por tanto no reconoce los derechos democráticos de la mayoría albanesa, quedando el problema irresuelto.  

Milosevic juega al gato y al ratón con la OTAN por motivos de estabilidad interna y ésta usa la fuerza militar no para defender a los kosovares sino para dejar claro a Milosevic quién es el dueño real de la situación y hasta donde se le permite llegar, dejándole claro que su única opción es la firma del acuerdo, del que por otra parte, sale en gran parte beneficiado. 

Cualquier salida política debe pasar por el reconocimiento del derecho democrático a la autodeterminación nacional del pueblo de Kosovo, ya que, ningún pueblo debe ser obligado a permanecer en contra de su voluntad dentro de las fronteras de un estado. 

Los bombardeos de la OTAN están imbuidos de hipocresía y cinismo. Los derechos nacionales del pueblo kosovar no van a ser nunca garantizados por los aviones y soldados de la OTAN. Al no reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo kosovar las potencias del Grupo de Contacto dejan clara sus verdaderas intenciones que no son otras que las de garantizar un marco político que les permita mantener los Balcanes bajo su control, evitando cualquier radicalización que pueda poner en cuestión la restauración del capitalismo en la zona y la integración de los Balcanes en el mercado capitalista.  

La izquierda política y social no debe caer en la trampa reaccionaria de apoyar las acciones impulsadas por el imperialismo que no buscan en absoluto defender a los kosovares, sino fortalecer el dominio económico y político del imperialismo en la estratégica región de los Balcanes. 

La crisis en los Balcanes sólo puede solucionarse a través de la confraternización de las etnias y pueblos por encima de la voluntad de sus dirigentes políticos que intentan desesperadamente mantenerse en el poder sobre la base de fomentar el odio étnico-nacional. El movimiento obrero balcánico e internacional debe poner los medios para hacer posible la confraternización de los trabajadores por encima de las divisiones étnicas en el marco general de la lucha por la libre y voluntaria unión de los pueblos balcánicos en una Confederación Socialista Balcánica y en una Europa socialista. 

 
 
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