Diana
P.
Hace 25 años, el
25 de Abril de 1974, los trabajadores portugueses se unieron al Movimiento
de las Fuerzas Armadas (MFA) para derrocar a la dictadura más vieja
de Europa. Fue el pistoletazo de salida de un proceso revolucionario que
duró casi dos años, una época de lucha, de colectivizaciones
y conquistas sociales; un breve período en el que la clase obrera
se sintió, por primera vez, protagonista de la Historia
En 1973 Portugal era el país
más pobre de toda Europa. Arrastraba, además una dictadura
desde 1926 que había agudizado las diferencias sociales entre ricos
y pobres hasta extremos insuperables: siete monopolios controlaban la totalidad
de la economía portuguesa; 275 haciendas (de un total de 11.500)
poseían el 70% de la tierra cultivable.
La situación era tal
que en el período 1964-1973 un millón y medio de portugueses
había emigrado a otro país. Portugal tenía, entonces,
siete millones de habitantes.
Además, Portugal mantenía
una extensión colonial en África con 14 millones de habitantes,
y en muchas de ellas habían surgido movimientos por la liberación
nacional. En concreto, Angola llevaba desde 1961 en guerra por su independencia.
Esta guerra, que se llevaba el 45% del presupuesto anual del país,
había causado la muerte de 15.000 jóvenes y el mutilamiento
de otros 30.000. Los gastos del conflicto bélico habían elevado
los impuestos indirectos en un 73% y eran, por supuesto, las familias de
trabajadores y campesinos los que soportaban esta carga económica.
A estos gastos se sumaban
las consecuencias de la crisis económica mundial de 1973, que provocaron,
entre otras cosas, una inflación galopante que rebajaba mes a mes
el valor real de los salarios.
La clase trabajadora no se
queda indiferente ante esta situación: inician una serie de huelgas,
secundadas por decenas de miles; se afilian en masa a los sindicatos. Surgen
espontáneos movimientos vecinales que organizan protestas por la
carestía del transporte público, las viviendas... los estudiantes
se organizan en movimientos de solidaridad con el pueblo angoleño
y también contra la guerra de Vietnam. Incluso trabajadores liberales
como los médicos se reúnen en asambleas y convocan concentraciones
y huelgas por el mal estado de la Sanidad Pública.
En las calles hay un ambiente
de lucha y reivindicación masiva. Esta situación no se da
en el vacío: en esta época en todo el mundo han surgido movimientos
de protesta e incluso se han dado situaciones revolucionarias que están
en la conciencia de los trabajadores portugueses: Mayo del '68, Allende
en Chile, el movimiento contra la guerra en EEUU, las primeras protestas
en el Estado Español... Portugal se infecta del hambre de revolución
que se extiende por todo el planeta.
El surgimiento del MFA
Sólo en este contexto
internacional se puede entender la creación de un movimiento de
lucha dentro del ejército portugués como fue el MFA, sin
duda, el hecho más peculiar de la Revolución de los claveles.
Pero no sólo fue el
giro a la izquierda lo que creó al Movimiento de las Fuerzas Armadas;
unas condiciones muy particulares abrieron la posibilidad de que de una
institución reaccionaria como es el ejército surgiera la
llama que impulsara todo un movimiento revolucionario.
Había una gran oposición
a la guerra en Portugal: 107.000 jóvenes huyeron del país
para evitar hacer la mili; debido al gran número de heridos y muertos
-todas las familias tenían algún pariente entre ellos-; generaba
unos gastos astronómicos que tenía que pagar el pueblo; además
duraba ya 12 años y aún no se vislumbraba el final.
Pero sobre todo, pesaba el
hecho de que los trabajadores y jóvenes no entendían los
motivos de la guerra, que eran, fundamentalmente, no cortar la preciosa
fuente de beneficios de los grandes empresarios portugueses.
Debido a la falta de oficiales
(los jóvenes de familias acomodadas dejaron de elegir el ejército
como carrera desde que estalló la guerra), se procedió al
reenganche de soldados rasos, con lo cual obreros y estudiantes, que habían
ingresado en el ejército por la falta de trabajo en su país,
accedieron a la oficialidad, y con ellos, las ideas contra la guerra. Se
crearon asambleas de oficiales por cuestiones internas del ejército,
pero pronto empezaron a discutirse ideas políticas; sobre todo,
qué había que hacer para acabar con esa guerra sin sentido.
La conclusión fue
pronto obvia para todos: sólo la caída del gobierno dictatorial
podía traer la paz.
El 25 de Abril
En Diciembre del 73 se crea
el Movimiento de las Fuerzas Armadas y se comienza a planear cómo
derrocar al régimen.
El 25 de Abril es el día
previsto: a las 12'30h. de la madrugada se escucha la señal en Radio
Renacença, la canción "Grandola Vila Morena", símbolo
desde entonces de la Revolución de los Claveles.
El MFA sale a la calle, asalta
los cuarteles, detiene a miembros de la policía secreta (PIDE),
pero, en su camino, se encuentra con algo que no esperaba: decenas de miles
de trabajadores salen a la calle con ellos, invadiendo las plazas, las
avenidas y participando en el asalto a los cuarteles en un movimiento sin
precedentes. A las 17'30 del 26 de Abril, Americo Thomás, presidente
de Portugal y sustituto del difunto Salazar, se rinde oficialmente. Sólo
han muerto cuatro personas.
El 1º de Mayo se celebra
una manifestación en Lisboa de un millón y medio de personas,
la cuarta parte del país. Cientos de miles portan banderas rojas
y de sus gargantas salen consignas exigiendo el socialismo y la nacionalización
de la economía; claveles rojos, símbolo del movimiento, sobresalen
de los fusiles de los soldados.
Inmediatamente se declaró
el fin de la guerra: las expectativas del MFA se habían cumplido.
Pero para los jóvenes y los trabajadores esto no había sido
más que el principio.
El MFA coloca en el gobierno
al general Spínola, un partidario del viejo régimen y antiguo
voluntario de Franco y Hitler. El Partido Comunista y el Partido Socialista
entran en el gobierno junto con el recién creado Partido Popular
Democrático (PPD), una especie de UCD a la portuguesa, que reunía
a las fuerzas de la derecha.
Ajenos a los tejemanejes
de partidos y gobiernos, la clase obrera comienza a reclamar las medidas
que lleven al país al socialismo: los estudiantes crean comités
de apoyo a la revolución, los trabajadores entran en huelga en todos
los sectores (banca, textil, electricidad,...); los conductores de autobús
dejan de cobrar los billetes. Ante esta situación, el MFA gira hacia
la izquierda, siguiendo al pueblo, y crea una especie de Guardia Revolucionaria,
el COPCON.
El nuevo Ministro de Trabajo
(del PC) lanza una ley que restringe el derecho a la huelga. La respuesta
popular es espectacular: manifestaciones de rechazo y huelgas masivas,
que alcanzan sectores estratégicos como Correos. Cuando el gobierno
lanza al ejército contra los trabajadores en huelga de Correos,
los soldados confraternizan con los obreros.
Spínola, abrumado
por los acontecimientos, dimite; el general Costa-Gomes, del MFA, ocupa
su puesto.
Los partidos obreros
Sin embargo, de nada sirven
los cambios de gobierno o dirigentes: la política se hace en las
calles.
Los jornaleros y campesinos
ocupan los grandes latifundios con ayuda del ejército, algunas fábricas
empiezan a ser controladas por los trabajadores. El 11 de Marzo de 1975,
Spínola da un golpe de estado que es detenido por el COPCON y los
trabajadores. Ante el golpe, el proceso revolucionario se acelera.
Los trabajadores de los bancos
se niegan a trabajar hasta que se nacionalice la banca: lo consiguen y
esta medida trae el 50% de la economía portuguesa a manos del Estado.
Se acuerda la independencia de Angola, Guinea y Mozambique. La clase obrera
tiene muy claro hacia donde se dirige.
Tras el golpe, los trabajadores
y jóvenes se han afiliado en masa tanto al Partido Comunista como
al Socialista.
Ambos incluían en
sus consignas propaganda por la revolución y el cambio a un sistema
socialista. Sin embargo, desde el principio, estos partidos demuestran
que no eran esos sus objetivos.
En primer lugar, con el poder
en sus manos y en las manos de los trabajadores, entran en un gobierno
dirigido por Spínola, un viejo conocido del fascismo. Después
protagonizan actuaciones directamente en contra del movimiento revolucionario
-como la ley contra la huelga-, intentando "controlar" la situación
y nacionalizando las fábricas o la banca sólo después
de que la clase obrera les obliga con huelgas y protestas masivas.
Tras las elecciones de 1975
(PS 38%, PPD 26%, PC 12%) cada vez están más claras sus posturas.
El PC, que ve que la revolución es prácticamente inevitable,
aboga por una dictadura estalinista, es decir por el control del estado
no por los trabajadores, sino por el Partido y su burocracia.
Ésa era una idea tremendamente
impopular entre los obreros y jóvenes portugueses y contra ella
hacía propaganda el PS, consiguiendo más afiliación.
El PS recibía el apoyo de EEUU y de la Comunidad Europea -además
de financiación de la CIA- puesto que nunca fue su objetivo que
el movimiento culminara en algo distinto a una democracia burguesa, siempre
dentro del capitalismo.
En resumen: ningún
partido de masas defendía aquellas ideas por las que los trabajadores
estaban luchando, las ideas del socialismo, del cambio a un régimen
sin propiedad privada de los medios de producción y con participación
directa de los trabajadores en el destino del país.
Impasse
A finales de 1975 se había
producido una situación de impasse. Los movimientos por la revolución
y contra la revolución estaban enfrentados.
Por un lado, el pueblo seguía
avanzando firmemente hacia el socialismo (en Octubre y Noviembre hubo el
doble de colectivizaciones y de fábricas ocupadas que en los seis
meses anteriores). Pero las posturas del PC y el PS confundían a
los trabajadores y los enfrentaban en manifestaciones y contramanifestaciones.
Dentro del MFA surgió también un ala moderada.
El 13 de Noviembre, a un
año y medio del comienzo de la revolución, 30.000 trabajadores
rodearon el edificio de la Asamblea Constituyente, atrapando dentro a los
ministros y diputados. Cuando el ejército fue llamado para disolverlos,
se unió a la lucha, dirigido por el COPCON. Exigían la total
nacionalización de la tierra y subidas salariales inmediatas.
El gobierno declara su impotencia
y ¡se pone en huelga!.
Era casi como una rendición
al poder obrero en las calles, que claramente era el que estaba gobernando
el país. Era el momento: la lucha de contrarios estaba en uns situación
crítica y desde ese instante sólo se podía avanzar
hacia la revolución, o hacia la contrarrevolución.
Contrarrevolución
Nadie llamó a los
obreros a la revolución. Nadie les sacó a las calles. Nadie
les instó a que se armaran, a que defendieran lo que habín
conseguido; probablemente, ni siquiera sabían que sus conquistas
estaban en peligro.
Pero la derecha sí
reaccionó. Sí llamó a sus militantes y al pueblo en
general, contra el caos y el comunismo. Sí levantaron barricadas
para defenderse de la "Lisboa roja". Sí se armaron y comenzaron
a detener a los militantes más radicales del MFA. Ellos sí
habían tenido una dirección consciente que les guiara hacia
su objetivo: quitar el poder a los trabajadores y devolvérselo a
los suyos, a la burguesía, a los empresarios y terratenientes portugueses.
Tras el golpe de Noviembre,
con los socialistas en el gobierno, se rechazó la independencia
de Angola y se derogó la ley de unidad sindical.
A pesar de que la nacionalización
de la banca y las tierras fue legítimamente reconocida en la nueva
Constitución, la realidad es que poco a poco le devolvieron sus
propiedades a los burgueses.
Las tierras confiscadas por
el estado (1'5 millones de hectáreas expropiadas legalmente y 700.000
ocupadas de hecho por los jornaleros) fueron devueltas a sus propietarios
originales.
Se tomaron medidas para la
despolitización del ejército y se iniciaron purgas contra
los antiguos militantes del MFA.
Hoy Portugal sigue estando
entre los países más pobres de Europa; en algunas zonas,
el analfabetismo llega al 20 % de la población.
Hace 25 años, los
jóvenes y trabajadores portugueses demostraron que sí hay
una forma de salir de una crisis económica, de terminar con el paro,
el hambre, las desigualdades sociales. Hace 25 años, los jóvenes
y trabajadores portugueses optaron de hecho por un sistema, el socialismo
o democracia obrera, que es el camino hacia un mundo mejor y más
justo.
Hace 25 años Portugal
nos mostró que aquello no era una utopía. Hoy, como hace
25 años, el socialismo sigue siendo un objetivo y la única
alternativa a un sistema económico que trabaja para beneficiar sólo
a unos pocos. Aún llevamos claveles rojos en nuestros corazones:
la lucha continúa. |