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Dr. Juan B. Justo

SUS IDEAS SOCIALISTAS

Tan variada y profunda es la obra desarrollada por Juan B. Justocon ejemplar unidad de concepción teórica, durante casi cuarenta años de constante actuación pública, que cabe, al hablar de ella, tanto el juicio sintético y global de su vasta y armoniosa labor de pensador y político, como la apreciación analítica y parcial de alguno de sus aspectos.

Robusta personalidad en la historia de las ideas políticas y sociales de la Argentina, Justo afirma también su individualidad en la historia del pensamiento socialista internacional, contribuyendo a aclararlo desde su inexpugnable posición - concepto económico de la historia – en que no consiguieron perturbarle ni los magos del verbalismo doctrinario ni los hechos episódicos y dramáticos de la vida social

Llegó Justo al socialismo por la doble vía del sentimiento y de la razón. Estudioso de la biología y profesor de cirugía, Justo se entrega al socialismo con el rico caudal de ideas e inspiraciones recogidas en las obras de un sociólogo no socialista del siglo XIX: Spencer.

Desde el primer momento ve en la historia la actividad intelectual más fecunda para su inspiración; estudia su teoría; comprende el concepto genialmente expuesto por Marx, con la denominación de teoría materialista y desarrolla todas las consecuencias prácticas y posibilidades teóricas de la doctrina económica de la Historia. Con semejante adquisición teórica, que a manera de cuadrícula proyecta sobre los hechos para comprenderlos y abarcarlos, Justo entra en la política nacional y actúa en el socialismo internacional, dando siempre la sensación de una invariable coherencia interna que sorprende y admira a sus discípulos y amigos.

Corresponde señalar esta característica de la interesante arquitectura de la obra teórica de Justo, al proponernos estudiar su pensamiento y posición dentro del socialismo y de la internacional política de los trabajadores, ya que, y muy a pesar de sus justificadas pullas contra la dialéctica hegeliana transplantada al campo socialista, Justo, con admirable consecuencia de ideas y métodos, desarrolló en forma que correspondería llamar su dialéctica, las últimas posibilidades y finales consecuencias de la teoría histórica que sustentamos los socialistas, para encauzar por sendas seguras la obra internacional de los trabajadores organizados políticamente.

LA CUESTION DEL METODO

La publicación del trabajo Realismo ingenuo (año 1903), que tiene como antecedente la conferencia sobre El método científico (8 de junio de 1896), nos pone al tanto del método científico de que está impregnada la obra de Justo mostrándonos al mismo tiempo cómo se opone su orientación intelectual a la de otros maestros del socialismo que, en razón de la época en que actuaron y por las preocupaciones dominantes en Europa, están influenciados por el movimiento filosófico anticientifista.

Durante la primera mitad del siglo XIX el interés intelectual de los hombres giraba en torno a la literatura y a la filosofía. Hay todavía libros de física que conservan un capítulo destinado a la teología. Pero en los postrero años del siglo pasado el desarrollo de las ciencias físicas y naturales y el progreso de la técnica cambian el centro de gravedad intelectual: en la cabeza de los hombres la filosofía cede su puesto a la biología, la dialéctica es sustituída por la idea de la evolución biológica; la física reemplaza a la metafísica y el interés que despertaban las polémicas sobre el romanticismo y el idealismo, fluye hacia temas distintos, tales como el origen del hombre o las aplicaciones de la electricidad

. Justo, conocedor de la biología, eximio médico y cirujano, desarrolla toda su labor en la Argentina, país sin tradición filosófica que condicione y fuerce la orientación espiritual de sus habitantes.

Aplica sin desviaciones el método científico y reprocha sin disimulo a quienes desean traer al socialismo las vaguedades de la filosofía o las mentiras de los filósofos.

Niega que el movimiento obrero alemán sea el heredero de la filosofía clásica alemana, como quiere Engels, que alguna afirmó: "Hegel continúa viviendo en el partido obrero alemán, que se siente orgulloso de tener semejante antepasado".

En Realismo ingenuo Justo se burla de los filósofos y acumula, usando de la dialéctica que menosprecia, las mutuas inculpaciones de incomprensión que se lanzan aquéllos o los que estudiándolos dicen entenderlos.

Cita las opiniones de Woltmann y de Schmidt sobre las ideas que Engels tiene de Kant, negándoles exactitud y comprensión. Pero presenta a Schmidt acusado por Plejanov de no entender a Kant. Enfrenta a Kant con el mismo Kant en la interpretación de la cosa en sí, y menciona el reproche de Plejanov al historiador del materialismo, Federico A. Lange, por no haber mencionado en su obra, las teorías materialistas de Marx.

Reduce a mínima expresión el método dialéctico cuando dice: " ¿ Qué es ésta ( la dialéctica), pues?. Algún nuevo método de investigación y de trabajo, como los logaritmos o el cultivo de los microbios o la estadística?". ("Realismo ingenuo").

Para Hegel la dialéctica es una etapa en la evolución del pensamiento que, en forma esquemática, pasa por los períodos de posición, contraposición y conciliación, o sea de tesis, antítesis y síntesis.

La dialéctica sería el momento de la negación, negación fecunda porque para Hegel el mundo se mueve gracias a la contradicción. La dialéctica es el principio de todo movimiento, de toda vida y actividad en la realidad". "Todo lo infinito es anularse a sí mismo".

Justo opone irónicamente al principio de "la negación de la negación" el de la "afirmación de la afirmación".

"Considera una ilusión de Engels y Marx pensar que sin la dialéctica no habría sido posible la aparición del socialismo científico. Con toda oportunidad, recuerda que Morgan, ajeno en absoluto al pretendido método dialéctico, llegó como Engels y Marx, a comprender los factores fundamentales de la dinámica histórica.

"Que Marx y Engels, ufanos de su grandiosa concepción, la hayan atribuído a la dialéctica, no sería una ilusión sin ejemplo. Cuentan los antiguos que Pitágoras, transportado de alegría por su teorema de que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, prometió a los dioses una hecatombe".

Con cuanta razón trata Justo de negar orígenes hegelianos a la doctrina socialista.

Hegel fue el filósofo subvencionado por el gobierno de Alemania. Un historiador de la filosofía, que nada tiene de común con nuestras ideas, Augusto Messer, dice al respecto:

"Hegel ha de demostrar que la única constitución del Estado verdadera, esto es, conforme a razón, es la monarquía constitucional. Pero esta forma de gobierno está en él impregnada de un sentido conservador, No quiere que mayorías momentáneas, casuales, o las mudables opiniones del día, modifiques las instituciones públicas históricamente producidas. En las medidas que el Poder público de entonces tomaba contra los estudiantes y las sociedades gimnásticas, Hegel no veía más que la defensa de los derechos de la razón contra las osadías de las opiniones y caprichos subjetivos".

Más adelante, el mismo autor, dice que Hegel fue " el filósofo de la restauración que demostró lógicamente que el Estado prusiano de entonces y el sistema de la Santa Alianza eran lo racional y justificado".

No obstante, de la filosofía de Hegel se desprenden los herederos más opuestos; es una filosofía para todo uso. Hegel, con su filosofía, defendió la política reaccionaria y monárquica, con tanto acierto como su teoría cosmogónica rechazada por los hombres de la ciencia. Pero los Ruge y Echtermeyer con la filosofía de Hegel realizaron oposición liberal, y Fernando Lassallle, de Hegel sacó ideas para su socialismo, según se deduce de su obra "Filosofía del Heráclito el obscuro, de Efeso".

La filosofía de Hegel abría servido a Marx y a Engels para elaborar la doctrina socialista. Asimismo, el sistema hegeliano habría dado origen a las ideas del adversario más irreconciliable del socialismo: Marx Stirner, autor de "El único y su propiedad", se reconoce discípulo de Hegel.

Hegel, pues, es el autor de un maravilloso sistema filosófico que sirve para explicar al propio tiempo el socialismo y el individualismo, el catolicismo y el liberalismo, la reacción monárquica y el reformismo político.

Convengamos que Hegel es el genio de la conciliación y la síntesis de los opuestos.

Las opiniones de Justo contrarias a las de quienes atribuyen al socialismo una vinculación de origen con la filosofía, es una posición frente al problema del método e importa tal actitud la afirmación de un criterio general susceptible de llamarse filosófico.

Reclama para el socialismo la necesidad de apoyarse en la ciencia, actividad mental que opera con elementos accesibles a todas las mentes, a todos los espíritus vulgares para decirlo con palabras que acostumbraba a emplear Justo con jactancia simpática.

Desea que la observación y la experimentación sean métodos que primen antes que la dialéctica y el silogismo. Mientras hay quienes ven en la negación un principio revolucionario, Justo declara que "la experiencia es la fuente del conocimiento, la crítica inexorable de la ilusión".

El profundo y hermoso capítulo de Teoría y Práctica de la Historia, titulado "La religión, la ciencia, el arte", es la demostración y afirmación de que la ciencia es la actividad superior que alimenta al socialismo y lo conducirá a su plena realización.

La claridad, la precisión y la exactitud que brotan de la obra de Justo, son hijas del método científico que cultivó con tanto cuidado y cariño.

En cambio, la obscuridad y la vaguedad de algunas páginas de Marx, responden a la terminología filosófica de que no pudo desprenderse el autor de Miseria de la Filosofía.

COMO ENTENDIA LA DOCTRINA

La sólida preparación científica precavió a Justo contra el ilusionismo de la doctrina, le llevó a dar a ésta el valor que le corresponde como hipótesis y mantuvo viva en su espíritu la diferencia que va de la verdad a la hipótesis, es decir, del conocimiento que surge de la experimentación y observación a las construcciones ideales creadas para explicar los fenómenos y ayudar a la investigación.

En este sentido se presenta desde sus primeros escritos en actitud de reacción frente a la manera habitual con que se encaraban los temas y las discusiones doctrinarias dentro de las filas socialistas, principalmente europeas.

Los doctrinarios barajaban media docena de fórmulas marxistas – la lucha de clases es la dinámica de la Historia la lucha se hace más intensa con la concentración progresiva del capital; el socialismo tiende a la socialización de los medios de producción; la conquista del poder político es el fin mediato de los trabajadores, etc., - y las utilizaban como recetario infalible aplicable en todas las circunstancias.

En el mundo socialista era frecuente concebir la doctrina como una elaboración acabada, perfecta e invariable que no obligaba a nuevos estudios e investigaciones para enriquecerla y perfeccionarla. Más era la repetición de un formulario aprendido que el conocimiento íntimo del espíritu de la teoría socialista.

Sólo como una reacción contra esa manera de ser y de ver se interpreta el criterio de Justo sobre los asuntos de orden doctrinario.

"Venciendo una íntima resistencia, vengo –dice Justo- a explicar el socialismo en su sentido general. Me han atraído siempre los problemas concretos, y, en nueve años de acción y de propaganda, he mostrado cómo entiendo la doctrina que profeso, dando el último lugar a la doctrina, no dejándola aparecer sino aplicada. Sin ocultarlos tanto que puedan quedar estériles, tengo cierto pudor por mis hipótesis y mi ideal. Demasiado nos separan a los hombres las cosas de la vida práctica para que nos dividamos aún más por jactancia de teoría".

No era, desde luego, un empírico que sólo reconociese valor a los datos inmediatos de la experiencia, y cuyos conceptos fueran exclusivamente el resultado de los hechos inmediatos que percibía.

Justo, por el contrario, es un teórico de extraordinario talento, que se muestra como tal a quien se acerca con la inteligencia despierta a cualquiera de las páginas de su obra,.

Léase un capítulo de Teoría y Práctica de la Historia o la breve pero medular conferencia sobre "El método científico"; estúdiese una página dedicada a los aspectos más generales del socialismo – en la conferencia sobre "El socialismo o en los fundamentos al programa de acción internacional- o un discurso parlamentario sobre cualquier asunto concreto- estudio del presupuesto, discusión sobre impuestos, debate sobre algún perdido ramal férreo – y en todos los casos se tendrá la sensación profunda de que nos hallamos frente a un pensador, que encara los temas generales o particulares, universales o locales, permanentes o transitorios con unidad inquebrantable de criterio- y dando amplia proyección mediata a los hechos del momento, significado permanente a lo transitorio y particular, y, por el contrario, valor actuante a lo universal y general – sólo concebible en quien tiene una doctrina sólidamente elaborada, con materiales de primera calidad, y la aplica con espíritu clarividente.

No era un empirista o sensualista grosero; pero nunca dejaba que la teoría lindara con la esfera del misticismo o el círculo del verbalismo.

He aquí algo interesante de la idiosincrasia de Justo: la forma de reaccionar frente a posiciones que considera equívocas.

Con objeto de quitar del socialismo toda preocupación filosófica, según vimos más arriba, Justo negaba todo papel a la filosofía, se burlaba de sus métodos y rechazaba el menor contacto con los asuntos de esa naturaleza. No pudo, sin embargo, dejar de adoptar una posición ni le fue posible ocultarla por eso que él mismo dijo respecto de la doctrina. "Sin ocultarlos tanto que puedan parecer estériles, tengo cierto pudor por mis hipótesis y mi ideal". Es así como lo vemos situado – aun cuando no comprendió por qué materialista dialéctico lo consideraba a él un materialismo mecánico – dentro del realismo ingenuo, que con tanto calor defiende en el folleto que lleva este título y en el último capítulo de Teoría y práctica de la historia.

Ha sido observada ya la peculiar situación de Justo para denunciar su apasionamiento ideal por lo concreto. Palacios, Avelino Gutiérrez, Manuel Palacín concordaron en dar el verdadero sentido al esquema irónico de autobiografía que Justo publicó en La Nación el 27 de Junio de 1896 contestando a Marx Nordeau. ¡ Qué idea más contraria a la realidad se formaría quien tomara al pie de la letra aquellas palabras de Justo en las que se oculta detrás de ingenioso artificio verbal! "Soy el más vulgar de los hombres. Si alguno de los dos héroes de Cervantes figura entre mis antepasados, es, seguramente, Sancho. La imaginación me proporciona poco deleite; pero a mis horas, como con regular apetito y no me averguenzo".

El mismo pudor que le impide destacar las fuerzas espirituales que le impulsan y el deseo de no dar ideas generales más lugar que el que les corresponde y le obliga a mantener en el claroscuro su posición de realista ingenuo, es el que ha creado alrededor de Justo la creencia errónea de que tenía horror por la doctrina.

Por el contrario, es formidable en la teoría y sabe dar a ésta el papel adecuado en las luchas sociales.

Pero, frente a las estériles controversias entre socialistas de algunos países en base de devaneos verbales y utilizando una retórica doctrinaria que no conduce a progresos mensurables del socialismo y de la clase trabajadora, Justo se esforzó en señalar el valor relativo de la doctrina y pugnó porque las doctrinas sociales y políticas tuvieran el carácter que para las hipótesis reserva la ciencia.

No aceptó el divorcio entre la doctrina y la acción, quiso que marcharan unidas para que la acción no fuera inorgánica y tuviera siempre sentido, y la doctrina no cayera en metafisiqueo y se apoyara constantemente en la realidad.

La doctrina aislada, enfrascada y rotulada perturba la clara visión de los hechos indispensables en la acción.

"Pero idea alguna puede solidificarse en dogmas, traducirse en símbolos, manifestarse en ceremonias y ritos, sin riesgo de inmovilizarse, de caer en el formalismo, en la vaciedad, en la simulación; ninguna fuerte emoción sugerida a la colectividad deja ocasionalmente de traducirse en odio puramente destructivo o en inerte fatalismo".

En muchas partes de su obra hay referencias para comprender cómo entendía la doctrina socialista, pero en ninguna con más claridad que en el escrito "El profesor Ferri y el Partido Socialista Argentino".

Ferri, víctima del doctrinarismo, había librado más de una polémica en los congresos socialistas de Italia y en las publicaciones periódicas, especialmente en Ïl Socialismo" que él dirigió, mostrándose un ortodoxo a toda prueba, que gustaba de ser llamado marxista puro.

De una frase de Marx se hizo un dogma inmutable e indiscutible de valor equiparable al de las verdades reveladas, base de las religiones. El proletariado industrial, producto de la concentración capitalista es la condición para el desarrollo del socialismo. Y con esta receta, muchos militantes, entre ellos Ferri, interpretaban los hechos.

Ferri negó razón de ser al socialismo porque no encontró aquí el numeroso proletariado industrial que estaba acostumbrado a observar en los pueblos industriales de Europa.

No quiso plantearse el problema en otros términos: ¿ La organización económica de la Argentina responde al sistema capitalista? ¿ La economía del país está vinculada al capitalismo internacional? ¿ Dónde el capitalismo se desarrolla, el socialismo carece de razón de ser?.

En lugar de apreciar "las condiciones históricas relativamente distintas de la Argentina", en "lugar de ampliar su propio concepto del socialismo bajo la influencia de lo que aquí pensamos y hacemos, el profesor Ferri, con una ciencia de pacotilla, viene a decirnos: aquí no hay gran proletariado industrial, luego no puede haber Socialismo".

Justo demuestra las condiciones históricas propias de la Argentina, señala el valor de la colonización sistemática como procedimiento destinado a formar el proletariado, demuestra el carácter capitalista del sistema económico imperante en el país y afirma la posibilidad de desarrollo para la acción socialista, amplia y libre de trabas librescas.

Ferri parece mirar el socialismo "como una promesa, como una creencia y, por otra parte, como una fórmula, como un teorema". "Para nosotros – agrega Justo - el socialismo es la acción en bien del pueblo trabajador, ante todo, la acción del mismo pueblo trabajador en su propio bien, y para no equivocarse, en su bien mensurable." "Se ha de medir el resultado de la acción socialista, no por el número de los que se titulan tales, sino por la elevación material, intelectual y moral del pueblo, determinada por esa acción y registrada por la estadística. Y en este movimiento histórico, que sujeta a un contralor tan severo la realización de sus fines positivos, intervienen, junto con las necesidades fisiológicas del pueblo, los más altos ideales."

El párrafo final de Justo define con admirable precisión y vigor el papel de la doctrina.

"Nos excomulga Ferri, por fin, en nombre de la doctrina. Sea ello para nosotros una inmunización más contra la tendencia anquilosante de la doctrina. Clasifiquemos los hechos conocidos, escudriñemos lo que nos auguran, cultivemos la teoría que ha de iluminar nuestra marcha hacia el porvenir. Pero esa doctrina, obra nuestra, no la dejemos cristalizarse en boca de los charlatanes y de los epígonos, para que no se sobreponga a nosotros. Infundámosle siempre nueva vida, preñándola constantemente de hechos nuevos, haciéndola recibir en su seno todas las nuevas realidades, para que no degenere en un nuevo evangelio. ¡ Que al prolongarse y extenderse nuestro movimiento y adquirir nuevas modalidades, se ensanche y enriquezca nuestra doctrina; que crezca eternamente a diferencia de los credos, momificados apenas dados a luz. Y con todo eso nuestro partido será más grande, más fuerte, más socialista."

Justo no ha visto nunca en el socialismo un conjunto de sentencias cristalizadas que hicieran inútil todo esfuerzo tendiente a interpretar la experiencia histórica del pueblo puesto en la acción de emanciparse y de crear una estructura nueva. Tan firme en su posición a este respecto que, a pesar de ser admirador de Carlos Marx, genial maestro del socialismo, a quien estudió profundamente y de quien tradujo El Capital , no se llamó jamás marxista ni le agradaba que esa denominación prosperara en las filas de los trabajadores.

Marx fue demasiado genial, dice Justo, para suponerse jefe de una escuela que se llamase marxista . Necesitamos saber más que Marx en materia histórica, pues desde la publicación del manifiesto comunista han ocurrido en el mundo de la economía y de la política acontecimientos trascendentales, que Marx no pudo prever ni tener, por lo tanto, en cuenta al elaborar sus admirables concepciones doctrinarias.

Y agregaba Justo en la conferencia que pronunció sobre la "Cuestión agraria" en Rosario, así como no existe el pasteurismo en medicina, no debiera, con propiedad, existir ninguna corriente llamada marxismo. Aconsejaba honrar a Marx divulgando sus teorías, desarrollando la verdad contenida en sus principios con el caudal de los hechos ocurridos con posterioridad a él.

Por otra parte, Justo manifestó algunas objeciones a puntos de vista sostenidos por Marx o amplió su concepto de la Historia en las publicaciones que él mismo enumeró en la nota del traductor, puesta con ejemplar sencillez en la última página del libro El Capital , de Carlos Marx (edición de 1918). Las publicaciones de referencias son: Cooperación obrera – La teoría científica de la historia y la política argentina – El realismo ingenuo – El socialismo – Teoría y Práctica de la Historia - Economía, valor, interés.

La insistencia en combatir el aspecto anquilosante de la doctrina y en proclamar la necesidad de incorporar al cuerpo de la teoría los materiales recogidos por la experiencia, no es tan sólo Justo una manifestación de posibilidad, de vaga posibilidad de que la doctrina pueda así, alguna vez, perfeccionarse.

No; él ha contribuido a aclarar algunos puntos de la doctrina, a rectificar ciertos conceptos, a actualizar principios, a desarrollar algunas verdades o a ampliar determinados aspectos de la teoría socialista

En rápida enumeración podemos recordar algunos tópicos estudiados en este sentido por Justo: desarrolló con vigor el fundamento biológico de la Historia; precisó el factor técnico como uno de los determinados del progreso y exhibió obrando en el curso del tiempo; definió magistralmente el concepto de economía como ningún otro autor lo había hecho hasta entonces y derivó del mismo fecundas consecuencias prácticas;

Reconoció la intervención en la Historia de otros factores que los exclusivamente de orden material y definió a aquélla como la teoría general de las actividades humanas; rechazó el artificio dialéctico de Marx del trabajo - mercancía y puso de relieve el factor moral e histórico del trabajo humano; señaló como un simple recurso dialéctico, la asimilación de las fuerzas económicas y sociales a las fuerzas naturales, demostró la participación de los capitalistas en el trabajo económico y evidenció el valor de la técnica superior; redujo el papel de la violencia a su necesaria intervención y a lo largo de su existencia no se dejó seducir por el ilusionismo autoritario; fue consecuente hasta en los detalles con la teoría económica de la Historia, que aplicó en la acción nacional e internacional del socialismo, mostrando cuán superficiales y erróneas eran las preocupaciones dominantes sobre ciertos aspectos políticos, en tanto se olvidaban los problemas económicos fundamentales en la acción de los trabajadores; en una palabra, Justo aportó a la doctrina valioso material que interpretó magistralmente.

Así entendía la doctrina el maestro del socialismo argentino.

 

COMO ENTENDIA EL SOCIALISMO

Apasionaba a Justo el carácter actuante del socialismo. No podía concebirlo estático ni impotente por vanas disquisiciones ante todo verbalistas. Rechazaba la sociología como ciencia, porque se le hacía difícil que los fenómenos sociales fueran estudiados por hombres colocados al margen de la sociedad, que pretendían ahogar en su espíritu el menor destello de pasión y que aspiraban a ser inactuales para sentirse sabios.

Desde su iniciación en el movimiento socialista, demostró ese espíritu con frases en ese su estilo preciso y exacto que reveló desde el primer momento.

"Lo propio del método sociológico no está en aislarse, ni en declararse santo – decía en 1896 - está, por el contrario, en la participación activa en la vida social. El mundo es nuestro laboratorio; a él vamos a verificar nuestras hipótesis. En ninguna otra rama de la actividad humana la teoría debe confundirse tanto con la práctica. En ninguna ciencia como en sociología la doctrina se confunde tanto con el método. De ello tenemos el glorioso ejemplo en Carlos Marx, autor de El Capital y fundador de la Asociación Internacional de los Trabajadores".

Iguales consideraciones formula años más tarde en el soberbio capítulo que sirve de introducción a ese monumento de la literatura histórica que se llama Teoría y Práctica de la Historia. "En la historia, el experimento es la intención", dice aquí; y agrega: "mientras haya partidos, la ciencia de la Historia, a diferencia de las matemáticas, será ante todo una ciencia de partido".

Del Socialismo le interesa la acción, la actividad política voluntaria de los trabajadores en defensa de sus intereses materiales y morales y por la realización de sus más elevados ideales.

No ve en el socialismo una promesa ni un teorema, como parecen ver muchos militantes. Aprecia por sobre todo el aspecto de lucha y acción, iluminadas sin duda por la teoría y mantenidas por el ideal.

Puesto a definir el socialismo, sintetiza en un párrafo los elementos esenciales de esa gran corriente histórica: la lucha inmediata y la finalidad remota. "El socialismo es la lucha en defensa y para la elevación del pueblo trabajador, que, guiado por la ciencia, tiende a realizar una libre e inteligente sociedad humana, basada sobre la propiedad colectiva de los medios de producción."(Conferencia sobre "El Socialismo").

La conferencia, dada en el salón "Unione e Benevolenza" de Buenos Aires, el 17 de Agosto de 1902, es un modelo de exposición que subyuga por el método expositivo, la fuerza del raciocinio, el vigor de su dialéctica, la abundante información nacional y extranjera, la severidad del juicio y la noble previsión del futuro.

Justo muéstrase en ella hombre de ciencia que busca en la realidad el material insubstituible para elaborar sus ideas, forjar sus ideales.

Al contacto con los hechos rectifica los conceptos teóricos en lo que tienen de imperfectos – por defecto o exceso - afina el pensamiento, pule las aristas del poliedro de la doctrina, y orienta sus sentimientos y pasiones para que no le dominen y puedan servir mejor a la gran causa, a la que está entregado.

Sabe que el espíritu es atmósfera propicia para los fenómenos de espejismo, y no ignora cómo la realidad se deforma cuando el corazón henchido de sentimientos no tiene frenos seguros ni reparos ciertos que le guíen y orienten. Por eso busca en la estadística, expresión objetiva e impersonal, el aspecto cuantitativo de los fenómenos y se empeña en conocer el factor mensurable de los hechos para tener una pauta cierta a que referir los conceptos.

Su brillante conferencia se apoya en los números ofrecidos por la estadística, que él maneja con probidad e inteligencia nada comunes.

¡ El socialismo! Frecuente era considerarlo como un plan para el futuro, algo así como una Nueva Armonía, de Owen; una Icatia, de Cabet; una Ciudad del Sol, de Campanella; una Utopía, de Moro; un Falansterio, de Fourier. ¿ No había que contestar a los enemigos, alguno de los cuales estaba preocupadísimo por saber quién lustraría los botines. ?

"El problema del socialismo no es, en este país, ni en otro alguno, poner en práctica un plan concluido y perfecto de organización social, como lo suponen todavía los que quisieran ver siempre al pueblo perdido en las nubes del ensueño, absorto ante los mirajes del porvenir, como quieren creerlo también los perezosos y cobardes para la acción histórica necesaria, que se plantean la cuestión en falso, a fin de disculpar su incapacidad de resolverla. Aquí y en todas partes, el socialismo es este problema infinitamente más vulgar, y, por eso mismo, más trascendental: dadas las condiciones actuales del país, ¿ cuáles son las formas de actividad individual y colectiva que han de elevar el desarrollo físico e intelectual de la masa de la población ¿"

Los problemas prácticos son los que más le atraen porque ve en la solución de los mismos la única forma de promover el progreso de la acción socialista.

No ocultó el nexo de prejuicios nacionales, rutina, ilusión y declamación en que están metidos los partidos socialistas de Europa. Lo declaró valientemente en el informe que produjo como delegado del Partido Socialista de la Argentina a las conferencias de Berna y Amsterdam. "Muchos propagandistas europeos del socialismo parecen creer inoportuno todo lo que no sea hablar de la revolución social, entendida como el juicio final y el milenio". En el mismo informe, Justo cuenta que el Partido Socialista de Francia, en lugar de estudiar los problemas concretos e inmediatos que en abundancia saltan a la conciencia de todos, designó una comisión para proyectar la organización de la sociedad futura.

Comprometido a hablar sobre el socialismo, Justo no busca en las ideas de tales o cuales autores o maestros, la génesis y desarrollo de ese gran movimiento. Si así hubiera procedido, ¿ cómo habría podido negar cierto fundado valor a la opinión expresada por Engels, de que el movimiento obrero alemán era heredero de la filosofía alemana? ?

Imbuido su espíritu por la noción biológica de proceso, que era en él noción directriz de su pensamiento, estudia el movimiento obrero surgiendo espontáneo y necesario del antagonismo de clases y no como creación de geniales escritores y esclarecidos militantes.

Sigue el curso de la política obrera, que estudia desde sus albores inciertos, analiza las etapas sobresalientes de ese desarrollo, hasta llegar a las nuevas leyes fruto del espíritu que los trabajadores organizados inyectan al viejo estado.

Tiene el socialismo una noción más comprensiva de lo que era común aceptar como tal aun a principios de este siglo.

Para muchos, el fin del socialismo consiste en conquistar los poderes públicos para imponer desde arriba un nuevo orden de cosas que responda a las concepciones previamente elaboradas.

Justo señala las proyecciones del movimiento obrero y sus múltiples formas de acción y afirma, en consecuencia, que el socialismo es un proceso y una acción histórica mucho más compleja que la simple acción política de los trabajadores; "que la conquista de los poderes públicos es nuestro objeto como partido político, pero que al lado de ella, la clase de los productores asalariados debe mirar a otros fines inmediatos que están fuera del campo de la política". Y destaca el papel del gremialismo y especialmente de la cooperación.

Por un lado, su preparación científica y por otro la teoría económica de la historia, que comprendía profundamente, como que contribuyó a aclararla, le evitaron caer en el error, común entre los militantes del movimiento obrero, de creer en la eficacia todopoderosa de la función política y en el error de los sindicalistas, de ver en el gremio e único órgano de acción económica de los trabajadores.

No fue un fanático de la ley, ni excluyó en absoluto el papel de la violencia. Pero no asignó a la ley un poder omnímodo y con facultades creadoras; por el contrario, reconociendo las bases técnica y económica de la Historia y aplicando esta noción, no vió en la política sino una superestructura, necesaria e importante, pero que carece por sí misma de fuerza para crear nuevos sistemas económicos o la de decretar el progreso.

Sabe que las relaciones de los hombres en el campo de la producción no dependen no dependen del gremio

o de la cooperación, sino de la política.

Reconoce la enorme influencia de la política en la vida económica y social, su función reguladora y coordinadora, pero con Spencer se curó del fetichismo autoritario y comprendió la relatividad de la ley.

Este concepto del papel condicional y relativo de la política, lo mantuvo firme en su posición, aun en las ocasiones en que movidos por impulsos sentimentales muchos obreros miraban la dictadura del proletariado implantada en Rusia, como una salvación mesiánica para los trabajadores del mundo.

"Fanatismo autoritario" es el título de una hermosa conferencia que pronunció en 1920, y que forma parte de la ya mencionada serie de medulares discursos profesados con motivo de la preocupación suscitada en el socialismo por la Revolución rusa.

Amplía en ella las ideas expuestas con anterioridad en Teoría y práctica de la historia, cuando consideraba a la dictadura del proletariado como un mito que iba perdiendo valor en la conciencia del pueblo.

"La idea de una repentina transformación social que establezca de golpe un orden perfecto, va perdiendo terreno en la mente del pueblo, a medida que se ocupa éste con más inteligencia de los problemas de cada día".

¿ Qué sería de la teoría económica de la historia si reservamos para la autoridad y la ley el poder de cambiar la economía de un país o del mundo?. Resulta manifiesta la incongruencia de defender en un discurso el fundamento técnico – económico de la historia y en otro exhibir excesiva creencia en la eficacia del poder político.

La ley podrá abolir los títulos de propiedad, como el decreto arrasó con los títulos de nobleza. ¿ Pero la ley puede crear nuevas relaciones entre los hombres capaces de establecer la propiedad colectiva?

El problema consiste en capacitar al pueblo para la cooperación libre: es hacer pasar a manos del pueblo entero esa función de dirección que hoy monopoliza la clase privilegiada propietaria."

Exalta Justo las bondades de la cooperación, donde los hombres se educan económicamente, y asigna un papel esencial a la técnica superior. Ambos conceptos contribuyen a no olvidar la relatividad de la ley, y surgen de la teoría de la historia.

Tan vinculadas están entre sí estas ideas, que en tanto Justo sostiene el valor condicional de la política, la función económica de la cooperación y el rol importante de la técnica superior, lo que sin penetrar profundamente la doctrina histórica conceden a la ley una influencia absoluta, creen en la dictadura del proletariado, relegan la cooperación para después de la revolución social, desprecian a los técnicos superiores.

Las ideas de los socialistas sobre la cooperación no son uniformes. Justo, en el informe que produjo sobre la conferencia internacional de Copenhague, cita opiniones diversas. Los belgas querían establecer vínculos orgánicos cada vez más estrechos entre las organizaciones política y económica, y en general, la asamblea consideraba a la cooperación como una actividad secundaria que ayuda y complementa a la labor política.

Lenín, en ese congreso, proponía reconocer la eficacia de la acción cooperativa para después de la expropiación capitalista.

Justo reclamó, en el nombrado congreso, para la cooperación un puesto preeminente, creyendo que "los trabajadores tienen por lo menos tanta necesidad de capacitarse para la acción económica como para hacer leyes y aplicarlas."

Bregó igualmente Justo por que la actividad técnica – función histórica de enorme trascendencia – fuera reconocida en todos sus grados.

Teoría y Práctica de la Historia y el Informe a las conferencias internacionales de Berna y Amsterdam contienen alegatos magistrales en defensa de este punto de vista que, bien observado, no es sino consecuencia de la teoría de la Historia que sustentan los socialistas.

En el último de los trabajos nombrados registra la experiencia rusa. La revolución comienza persiguiendo a los hombres dedicados a la técnica superior y termina con el reconocimiento del error cometido.

Los hechos sugieren a Justo estas consideraciones oportunas:

"Esta debe ser una nueva y grande afirmación de la Internacional Socialista: el movimiento obrero revolucionario necesita y debe incorporar al personal técnico superior y el personal administrativo a la clase trabajadora, tanto en el campo gremial como en el político. No ha de haber interrupción, sino acuerdo creciente y seguro en las relaciones de los trabajadores de todo grado y categoría. Las capacidades técnicas superiores y las capacidades económicas, indispensables para el mantenimiento de la vida social y mucho más para su progreso, no ha de buscarlas el proletariado, llegado el caso, en las filas enemigas. Ha de formarlas y desarrollarlas desde ya dentro de su propio campo de acción socialista, en: a) los servicios y la administración municipales; b) los servicios y la administración del Estado; c) la cooperación libre, con sus establecimientos de producción cada más numerosos e importantes."

La posición de Justo en el socialismo, que venimos determinando, lo colocan entre los menos avanzados, según el criterio de las doctrinas interpretadas a la manera de Ferri. Su manera de encarar la doctrina, la preeminencia que concede a la acción sobre la finalidad, la incredulidad en la eficiencia de ciertas fórmulas, lo colocan entre los menos avanzados considerando las cosas tan sólo desde el punto de vista verbal.

Es un hombre de ideas avanzadas, suelen decir los que implícitamente se tachan a sí mismo de hombres de ideas atrasadas.

Justo se consideraba el más avanzado, entendiendo por política avanzada no por lo que prevé o lo que promete, sino por lo que hace. "Si la política más avanzada fuera la que promete más, nada tan avanzado como las delicias que todas las religiones presagian a sus fieles. Si fuera la que pretende ver más adelante en el tiempo, lo más avanzado sería proyectar instituciones o costumbres para cuando el planeta esté más frío."

Cuando se constata la atrofia progresiva de aquel doctrinarismo hueco anterior a la guerra y se ve a los partidos socialistas del mundo cada vez más compenetrados con la realidad, vigilando mejor la acción y no ya entornando soñadoramente los ojos durante la estéril declamación doctrinaria, se aprecia mejor la robusta personalidad de Justo que, dominando a maravillas la teoría y practicando el método histórico expuesto por Marx, se nos presenta anticipando en la teoría y en la práctica los rumbos que para mayor eficacia de la acción socialista seguirán casi todos los partidos de la Internacional.

Reformista, revisionista, se le motejará por los que aún quieren mantener incólumes todas las frases de Marx, sin desear asimilar la experiencia económica, política y social elaboradas por el mundo después de la muerte del teórico más grande del socialismo.

No acepta la excomunión de los que se creen más avanzados. Pero tampoco considera que la teoría de la acción de los trabajadores deba perfeccionarse previas campanadas de alarmas, anunciadoras de su revisión, porque entiende que el progreso de las ideas y de las cosas, están sujetas a continua y normal crítica y control.

Para completar el comentario y la valoración de las ideas socialistas de Justo interesa conocer ahora su posición frente a la Internacional política de los trabajadores, conocidas ya las normas generales y las tendencias intelectuales que orientaron su acción nacional y perfilaron su posición teórica.

COMO CONCEBIA LA INTERNACIONAL POLITICA DE LOS TRABAJADORES

En armonía con las ideas ya expuestas Justo se interesó ante todo por la acción nacional del socialismo, por cuanto éste en sus orígenes es un movimiento casi instintivo de defensa de los trabajadores explotados por la clase capitalista.

Su acción y su inteligencia fueron puestas al servicio de los problemas nacionales que el partido obrero debía encarar.

De esa preocupación nació el Partido Socialista, el programa mínimo y la declaración de principios, el programa socialista del campo, la posición frente al problema monetario e impositivo.

Toda una vida entregada al estudio y a la lucha por mejorar las condiciones de vida del pueblo y por desarrollar sana y vigorosa la planta socialista en la Argentina.

Maduró luego, un programa de acción internacional pero muchos años después que la magnífica declaración de principios de nuestro Partido había servido para adoctrinar políticamente a los trabajadores.

En 1921 redacta el programa internacional que el congreso socialista de Bahía Blanca aprobó en enero de ese año. Con anterioridad a esa fecha había expuesto en diversos escritos algunas opiniones sobre la internacional política.

En este aspecto de su obra lo vemos igualmente firme en el concepto de la Historia y, consecuente con esta doctrina directriz, lo vemos afirmar en todos los momentos el fundamento técnico – económico de las actividades humanas y relegar a segundo plano las estructuras políticas y militares derivadas de aquéllas.

Su informe como delegado argentino al congreso internacional de Copenhague (1910) destaca la declaración sobre la cooperación; el de las conferencias de Berna y Amsterdam subraya cuestiones económicas y políticas – el librecambio, el problema de las razas, las bases para la Internacional política, etc. – de enorme trascendencia, y con una fuerza expositiva tal que vemos a través de él a Justo en plena madurez mental. Esos informes y los fundamentos al programa de acción socialista internacional, constituyen la triada documental básica para estudiar aisladamente sus ideas sobre la internacional de los trabajadores, y en cuanto sea posible querer encarar con desconocimiento de lo general, algún aspecto parcial de su labor. Los tres trabajos aparecen reunidos en Internacionalismo y Patria.

Denuncia Justo la falta de concordancia entre los principios históricos de la doctrina y las excesivas preocupaciones de los congresos de la Internacional por los asuntos militares y nacionales. A los problemas coloniales y cuestiones de nacionalidades tratados regularmente en los congresos anteriores a la guerra, se agregan después de ésta triviales discusiones sobre las responsabilidades y las indemnizaciones.

Pero "las cuestiones propiamente económicas han sido en general las que han atraído menos la atención de las reuniones internacionales a que he asistido, y las tratadas con menos competencia, y esto es doblemente de sentir, hoy, cuando en varios importantes países los socialistas son el principal partido que gobierna."

Al señalar las deficiencias de la Internacional política, lucha porque ésta se dé un programa de acción, concreto y definido, y que obligue a los partidos adheridos a obrar concordantemente con el plan aprobado.

En verdad, los congresos internacionales no han planteado concretamente muchos problemas inmediatos; y si se hace excepción de la legislación del trabajo que, sin duda, los congresos consideraron con precisión, el resto de su labor está constituida por declaraciones aprobadas casi siempre por unanimidad, aun en aquellos casos en que opiniones antagónicas y pareceres dispares, habían chocado con acritud durante la discusión.

Dice Justo que "los vínculos internacionales han sido simple simpatía de entidades afines o que profesan serlo", y demuestra la falta de planteamiento en buen terreno de cuestiones de política nacional relacionadas con la acción internacional del socialismo.

Considera que la Internacional no ha afrontado problemas económicos fundamentales y ha descuidado el aspecto material y mensurable del internacionalismo, "e imitando al revés a los patrioteros, se distrajo en declaraciones someras contra el militarismo y la guerra, repetidas sin eficacia, y a veces sin convicción, hasta que la guerra estalló."

Señala la falta de consecuencia entre la práctica y la teoría pacifistas, porque en tanto se declaraba que las guerras son consecuencia de la lucha de competencia en el mercado universal, no se aconsejaba medida práctica alguna de carácter económico, no se fijaban normas de política aduanera aunque se discutía mucho sobre la eficacia y posibilidad de la huelga general.

Justo concuerda con los comunistas en señalar cierto grado de imperialismo subconsciente, como él mismo dijo, en muchos militantes socialistas europeos.

Insisto en señalar la enorme influencia que en la unidad de la obra de Justo ha ejercido el moderno concepto de la Historia que él enseñó en muchas de sus páginas. Cuando en Berna se discutía la declaración sobre la Sociedad de las Naciones y Justo explicó en breve y profundo discurso los puntos de vista de la delegación argentina, señalando que la sociedad de naciones, sería el resultado de un proceso histórico de unificación mundial creada por la técnica de los transportes y comunicaciones, las migraciones humanas, los tratados internacionales elaborados a los fines del comercio y de las comunicaciones, oyó con asombro que el delegado francés, diputado Renaudel, decía de sus palabras que era "un discurso curioso, lleno de consideraciones prácticas, con la voluntad de mostrar que los lineamientos de la Sociedad de las Naciones se habían esbozado en el seno mismo de la sociedad capitalista."

Este incidente de la conferencia revela bien los criterios distintos que sobre socialismo sustentan los militantes, y muestran a Justo una vez más dominando la idea de evolución y proceso históricos, descartando lo catastrófico, afirmando que las cosas no aparecen perfectas sino que tienen su génesis y desenvolvimiento, y dando a la doctrina un valor instrumental y práctico que sirve para la acción inmediata y no el significado de una lucubración que sólo sirve para ser repetida y conservada en términos inalterables.

Como muy bien lo observa Justo en su informe de las conferencias de Berna y Amsterdam, "esa falta de comprensión de la historia en sus aspectos fundamentales, explica la importancia atribuida por Renaudel a la opinión del profesor Milhaud, de Ginebra, "especialista", según él, en Sociedad de las Naciones, quien, como delegado de uno de los bandos en que está dividido el Partido Socialista francés, propuso "que se prohiba la guerra"." No habría entonces más guerras que las necesarias para hacer efectiva su prohibición".

En el informe de junio de 1919, Justo, considerando que "para la admisión de un partido en la Internacional, no puede ya bastar ya la aceptación de unas pocas proposiciones abstractas", esboza con abundantes fundamentos el plan que redactará a fines de 1920,

En ese informe destaca cuestiones de enorme importancia. Después de reconocer la trascendencia de la afirmación contenida en la Carta Internacional de Trabajo, de que "ni de derecho, ni de hecho, el trabajo de un ser humano debe ser asimilado a una mercancía o a un artículo de comercio", Justo señala el papel de la técnica superior y del trabajo económico y sostiene que la Internacional debe propender a la organización de los hombres dedicados a la técnica superior.

Respecto a la propiedad, Justo considera que la Internacional debe referirse a tres cuestiones. Sobre la propiedad colectiva a que aspiramos los socialistas, y frente al hecho ruso, conviene afirmar que "la madurez política de la clase trabajadora consiste en poder modificar las relaciones de propiedad, por vía legislativa o gubernativa, elevando, al mismo tiempo, el nivel técnico- económico del país, o al menos sin deprimirlo".

Debe disipar la Internacional otro equívoco, la confusión entre propiedad gremial y propiedad colectiva.

Y, finalmente, Justo cree que la Internacional debe considerar el problema de la propiedad y de la renta del suelo, porque a él está vinculado una gran realidad social, el problema agrario, que dificulta la labor de no pocos partidos socialistas del mundo. Para Justo, urge sostener la necesidad de abolir la propiedad de la tierra como fuente de renta privada, antes que su apropiación individual como medio de producción.

Los fundamentos al programa de acción socialista internacional constituyen una pieza de admirable solidez que Justo redactó en vista de organizar en el mundo un ambiente material que dificultase las guerras y "sin pretender con ello excluir toda posibilidad de guerra, como nos damos un programa nacional que no excluye la posibilidad de la insurrección".

El plan se inicia con cinco puntos que afirman cada uno de por sí y todos en conjunto, el principio de la igualdad de las razas, principio importante cuando hay partidos obreros que alientan una política de raza que choca y desagrada a nuestros sentimientos.

El capítulo segundo establece el mínimo de protección legal para los trabajadores, sobre la base de la Carta Internacional del Trabajo aprobada por las conferencias sindicales de Berna y Amsterdam.

Fundamental es el capítulo destinado a las relaciones económicas de los pueblos. Impone en la base de la acción de la Internacional el postulado del librecambio no bien comprendido por los socialistas.

Si hay alguna cuestión por excelencia que Justo ha fundamentado con razones poderosas y en forma que subyuga, es el principio de librecambio "leiv motif" de sus preocupaciones pacifistas. ¡ Cuántas páginas admirables por la profundidad del pensamiento y el vuelo de la inteligencia ha escrito el maestro sobre el librecambio!

"Execramos la violencia y la guerra, pero creemos en la necesidad del esfuerzo difícil y doloroso. Vemos en la guerra la explosión de energías humanas latentes y potenciales, acumuladas bajo la presión de instituciones bárbaras todavía no caducas. Necesitamos, pues, canalizar las energías humanas en un sentido constructivo si hemos de evitar que estallen en la dirección destructiva. Es por eso que vengo a insistir sobre el librecambio en la construcción y el mantenimiento de la sociedad de los pueblos, punto de vista burgués, si se quiere, de la burguesía más progresista y esclarecida, sobre el cual hay que insistir ahora en los medios obreros".

Y, finalmente, el programa destina el capítulo último a la forma de las relaciones internacionales, es decir, a la parte puramente política y militar que eran las cuestiones que ocupaban el primer puesto en las preocupaciones de los socialistas.

Terminamos este capítulo redactado con la esperanza de sintetizar las ideas y caracterizar la posición socialista de Justo, creyendo que podrá ser útil, a manera de conocimiento propedéutico, para quienes sin haber reparado en esta faz de la obra del maestro deseen conocerla más íntimamente y valorarla más de cerca.

Difícil es intentar resumir las opiniones del maestro. Sus escritos se asemejan a almácigos de pensamientos que imposibilitan aislarlos, porque en él no hay palabras de más, rodeos inútiles, circunloquios estériles.

Fue nuestra intención destacar las directrices de pensamiento, y mostrarlo a Justo coherente en la totalidad de su obra. No arrastró el ala a las preocupaciones momentáneas, a las modas políticas y sociales. Siempre giró su pensamiento alrededor de ideas fundamentales que informan su labor desde los primeros años de su vida pública.

Porque esa es una característica sobresaliente de su labor de escritor: su obra parece ser el desarrollo de un germen, que tiene etapas y períodos, pero que en el fondo no es sino el desenvolvimiento de una misma sustancia plástica. No hay en su vida de pensador, alternancias, fluctuaciones ni conversiones milagrosas que destacan la personalidad de tantos escritores y hombres públicos.

Y tanto como su unidad de pensamiento, admira la indestructible ligazón de lo material e ideal, lo práctico y lo espiritual. Profundamente idealista busca a través de las cosas pequeñas y materiales realizar sus ideas más generales y sus sentimientos más nobles.

Justo era como el molino, según el símil de su poeta amigo, Emilio Frugoni:

Aseméjate al molino – y que mientras vuela y canta – va moliendo, va moliendo...

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