Sembrando la Semilla de Libertad

Sus Mil Caras

Las instrucciones de San Martín fueron claras. Comunicaría a Mendoza datos rigurosos sobre la calidad y número de las tropas españolas. Difundiría noticias falsas para sembrar el descontento entre los realistas. Revelaría a los patriotas la próxima invasión a Chile, para mantener en alto su espíritu. Trataría de sembrar la discordia entre los realistas y fomentaría el odio al rey, al gobernador y a los Talaveras, en particular a San Bruno. Formaría partidas de gente armada, para que al momento de la invasión no hubiera un patriota que no organizara una guerrilla. Acarrearía armas desde Mendoza y las mantendría en lugares ocultos.

Como agente secreto, Rodríguez firmaría sus comunicaciones como el "Alemán", y, también usaría los sobrenombres de "Chancaca", "Kiper", "Chispa" y "El Español".

Establecieron, además, un código secreto para los mensajes: lluvia significaría expedición; nueces, soldados de infantería; pasas, soldados de caballería; uvas, de artillería; higos, victorias; papas, pérdidas para los españoles; tabaco, probable protección de ingleses avecindados en Chile.

Luego de proveerse de algún dinero y unas órdenes de pago, Manuel Rodríguez abandonó el colmenar humano del campamento de Plumerillo y cruzó por el paso del Planchón, para dirigirse a Colchagua.

Al llegar a Chile, ya había cambiado el gobierno. Don Francisco Casimiro Marcó del Pont acababa de hacerse cargo del mando, delegando la autoridad policial y represiva en el capitán Vicente San Bruno, comandante del Regimiento de los Talaveras. El hombre, antiguo fraile metido a militar, era bajo, fornido y de cuello corto, rostro rubicundo, pelo castaño y mirada penetrante.

Los Talaveras recorrían los campos llenando de pavor a los campesinos. Les quitaban sus aves, registraban sus viviendas en busca de conspiradores, les golpeaban y amenazaban con crueles castigos.

Cierto día, Rodríguez iba al trote de su caballo camino de Los Rastrojos (entre San Fernando y Curicó), a casa de su amigo José Eulogio Celis, para concertar un plan de abastecimiento de armas. Cuando se encontraban conversando, las mujeres de la casa vinieron a avisar que se acercaban los Talaveras. Rápidamente, Rodríguez pidió a su amigo Celis que en su calidad de juez de subdelegación, lo pusiera preso en el cepo como si estuviera borracho. Los realistas preguntaron por él y se limitaron a darle unos puntapiés.

Bandido Neira

En sus andanzas a lo largo de Colchagua y Curicó, tomó contacto con el temido bandido Neira y lo dió vuelta a la causa patriota. El propio San Martín, desde Mendoza, le envió un uniforme de oficial galoneado y vistoso. A partir de ese momento, José Miguel Neira se dedicó a atacar las haciendas de los realistas, apropiandose de su dinero y sus armas. Asaltaba correos, columnas militares y sembraba el terror entre los monarquistas.

Entretanto, Manuel Rodríguez organizó a los arrieros que iban a Cuyo, bajo las órdenes de José Godomar, para que internaran armas de contrabando.

Cierto día, en Santiago, caminaba vestido de "roto" detrás de la historiada carroza del gobernador Marcó del Pont. Le esperaban unos cuantos funcionarios aduladores en la puerta del Palacio de Gobierno. Cuando iba a descender, el andrajoso hombre se quitó humildemente el bonete y se apresuró a abrirle la puerta. Su Señoría, en un rasgo de esplendidez, dejó caer una moneda en su mano.

Donde Caerán Las Tropas

San Martín le envió nuevas instrucciones: había que hacer creer a los realistas que las tropas libertadoras caerían sobre las provincias del sur. Y Rodríguez se movilizó hacía Colchagua para activar a sus agentes. José Eulogio Celis y Godomar estaba en tratos con Paulino Salas, un maulino cazurro, y con Bartolo Araos, con quienes lograron internar armas y balas.

Manuel Rodríguez realizó una serie de viajes a Mendoza para informar a San Martín. Conocía varios pasos, pero el que más usaba era el de los "contrabandistas", también llamado "el camino del fraile", que venía a caer en La Dominicos. Los frailes, abiertamente patriotas, no sólo le cobijaban sino le ayudaban además a llegar a Santiago. Muchas veces organizaron procesiones desde el templo hacia la ciudad, y entre los penitentes iban Manuel Rodríguez y su amigo el bandido Pancho Falcato con sendos trabucos asomados por lo bajo de las sotanas.

Asalto A Melipilla

En aquellos tiempos, las faenas campesinas se suspendían entre el 25 de diciembre y el 6 de enero, período que llamaban "las pascuas". Los trabajadores de las haciendas concurrían al vecino pueblo de San Francisco del Monte o a algunos lugares de diversión de los contornos.

La noche del 2 de enero de 1817, Rodríguez cruzó el río Maipo por el vado de Naltahua, acompañado por el antiguo soldado que le servía de asistente. Pronto se le juntaron Ramón Paso y un tal Galleguillos, campesino de la Isla de Maipo. El primero llevaba un par de pistolas y el segundo un sable. Luego llegó José Guzmán, un pequeño propietario de Lo Chacón, con otro sable. El más armado era Rodríguez, que cargaba un par de pistolas, una daga y un sable.

Cuando iba a partir, pasó un comerciante español de apellido Damián que viajaba a Santiago con su familia en carreta. Rodríguez lo hizo apresar y repartió la plata y los equipajes entre los huasos que se habían juntado. Luego les arengó, invitándolos a una correría que habría de procurarles dinero, pues en nombre de la patria les repartiría los caudales que los sarracenos habían quitado a los chilenos.

A las nueve de la mañana llegaba a Melipilla con ochenta huasos alborotados, que penetraron al galope por las calles gritando ¡Viva la Patria! El Guerrillero apresó en el acto al subdelegado Julián Yécora, a quien exigió la entrega de los fondos. En cuanto tuvo el dinero, repartió una buena parte entre sus acompañantes, y luego lanzó el resto a la muchedumbre que se reunió.

Una melipillana, doña Mercedes, le contó que cerca de ahí, en las casas de Codegua, estaba un Talavera de vacaciones. Los insurgentes partieron en su busca y apresaron al teniente Tejeros junto a su asistente. Pero se alejaron répidamente del lugar, comprendiendo que debía haber varias partidas realistas persiguiéndoles. Una noche se fugó el asistente, y Tejeros comenzó a obstaculizar la marcha, fingiéndose fatigado. Rodríguez le apuró, llegando a amenazarlo de muerte. Pero en un descuido, el Talavera se lanzó por una quebrada. Dos certeros disparos dieron cuenta de él, evitando que sus perseguidores les siguieran la pista.

Estrategia

Ocho días después apareció Rodríguez en San Fernando, moviéndose por los fundos de Colchagua. Esta vez le acompañban dos curiosos personajes, Magno Pérez, hombre arriesgado y temerario, y el otro obedecía al apodo del Enjergadito (o "chamullero"). Mezclas de bandoleros y contrabandistas, se jugaban la vida con la misma tranquilidad que una partida de naipes.

Entre el río Cachapoal y el cordón de cerros de la Cuesta de Carén, vivía don Pedro Cuevas, hombre campechano, dicharachero y muy criollo, famoso por su criadero de caballos chilenos: los "cuevanos". El hacendado, profundamente patriota, sentía admiración por Rodríguez. Cuando supo que se encontraba escondido en las casas de Quilamuta, partió a buscarle y ofrecerle su apoyo.

Entretanto, Rodríguez había enviado numerosos emisarios a San Fernando. Don Francisco Salas juntó cien huasos armados con instrumentos de labraza. Don Feliciano Silva, por su parte, reunió otros cincuenta. El Guerrillero les hizo llegar armas y municiones; sólo faltaban algunos caballos, que don Pedro Cuevas se encargó de proporcionar.

Rodríguez hizo traer piedras grandes que metieron en unos capachos de cuero, amarrados con lazo al pehual de las cinchas. Al arrastrarlos, el ruido haría creer a los realistas que llevaban artillería.

Era la noche del domingo 12 de enero de 1817. La aldea de San Fernando descansaba confiadamente. De pronto, los pobladores despertaron con el estruendo de las rastras de cuero que tiraban los huasos. Los gritos de ¡Viva la Patria!, ¡abajo los sarracenos!, lanzados por los montoneros, infundieron pánico entre los realistas.

Al bullicio se sumaron algunas órdenes de mando.
- ¡Avance la artillería! ¡Que se muevan pronto los cañones!
El capitán Osores alcanzó a parapetar sus carabineros encima del cuartel; pero cuando cundió la voz de que los montoneros llevaban artillería, huyeron a la desbandada por encima de tapias y paredes.

Los asaltantes quedaron dueños del lugar sin disparar un tiro. Rompieron las puertas del estanco y se repartieron todas las especies que encontraron. Comprendiendo que el capitán Osores podía reunir sus carabineros y regresar a sorprenderlos, emprendieron la retirada en dirección a la cordillera. De acuerdo a lo convenido, la banda se fue dispersando de a poco.

Misión Cumplida

Las noticias volaron hasta Santiago produciendo enorme consternación en las autoridades. Todos creyeron que la villa de San Fernando se encontraba aún en manos de los insurgentes, y Marcó del Pont comenzó a repartir órdenes disparatadas.

Una nueva misión había cumplido el Guerrillero Manuel Rodríguez. El desconcierto estaba sembrado.

El Ejército de los Andes no llegó por el sur, como habían hecho creer a las autoridades españolas. Cruzó simultáneamente por seis pasos cordilleranos, pero el grueso de las tropas lo hizo por Los Patos y por Uspallata, reuniíndose luego en Curimón. La victoria patriota en Chacabuco marcó el término del dominio español; mas los realistas retrocedieron para organizar la resistencia en Talcahuano, aprovechando que San Martín no realizó la persecución, labor indispensable después de un triunfo.

O'Higgins debió marchar con sus tropas al sur para acabar con los realistas. Mientras se encontraba allá, sitiando la fortaleza de Talcahuano, San Martín recibió aviso de un posible desembarco español en el litoral central: San Antonio o Valparaíso, y envió un despacho a O'Higgins para que regresara con sus fuerzas al norte. Entretanto, él reunió en la hacienda de Las Tablas, cerca de Valparaíso, las dotaciones que se encontraban en la capital.

El Ejército patriota fue atacado en Cancha Rayada sorpresivamente, sufriendo una derrota durante la cual O'Higgins fue gravemente herido en le brazo derecho.

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