UNA HISTORIA SIN FIN
Cinco minutos explosivos. De fuego, color y serpentinas. Cinco minutos,
escasos, de alegría desenfrenada. Sucede que como el humo del artificio,
el equipo se diluyó tras el ruido de los petardos. Es más,
ni siquiera apareció en la cancha.
Claro que eso no borró del campo lo que fue la bienvenida. El
hincha, como nunca, respondió con una fiesta que costó 2.500
dólares.
Para ofrendar un exaltado recibimiento, la Amsterdam se pobló
con 6.000 serpentinas, 500 kilos de papel picado, 3.000 globos blancos,
rojos y azules y una maravillosa fiesta de fuegos artificiales.
Gracias a la empresa Cadenaci, hubo cataratas del infierno, volcanes
fuente de fuego, 30 bengalas blancas y rojas y dos juegos de artificios
que se llaman "gran final".
Y con ellos, paradójicamente, llegó el final del equipo
tricolor.
* UN MINUTO
El reloj del tablero electrónico de la Colombes estuvo en falta
durante un minuto y un segundo. Sucede que, contrariamente a lo que establece
la reglamentación, se puso en marcha con el comienzo del encuentro
y funcionó hasta el momento que indicó el 01'01". Después,
fue apagado.
* DESAFIO
Jorge Gonçalvez, herido por la lesión que había
sufrido su compañero Nelson Olveira, desafió a los hinchas
de Nacional que se agolparon en la platea América para insultarlos.
Sus gestos amenazantes fueron contestados por el tricolor Jorge Delgado,
que calentaba al costado de la cancha. Aparentemente se dijeron de todo,
pero la cosa quedó ahí y Gonçalvez después
se fue lentamente hacia el banco de suplentes.
* INSULTOS
A la hora 19.30 se escuchaban con claridad los insultos de una tribuna
a otra. Los hinchas de la Colombes y los de la Amsterdam se cruzaron todo
tipo de amenazas y la soledad del Estadio Centenario permitió ser
partícipe de las agresiones verbales.
* EL ULTIMO CANTICO
El golpe más hiriente que partió de la Colombes llegó
al final del partido, cuando la parcialidad carbonera le recordó
a la tricolor su hegemonía en los últimos clásicos.
El agudo mensaje, que terminaba con una frase contundente "y no nos gana
nunca más", le puso el punto final a otra noche aurinegra.
EDWARD PIÑON
La fractura de Olveira empañó el festejo y la fiesta
SABOR A NADA
No hubo festejos ni saludos. Fue una victoria triste, con sabor amargo.
La fractura de tibia de Nelson Olveira afectó a los aurinegros y
no los dejó disfrutar de la goleada clásica. En el vestuario
de Peñarol no hubo un solo grito pero sí algunas lágrimas.
De bronca, de impotencia, de solidaridad. Hoy, intervendrán quirúrgicamente
al defensa mirasol en Casa de Galicia.
"No estamos bien... no estamos bien..." La mirada apagada, sin
brillo de Gregorio Pérez denunció por lo que estaba
pasando. No hubo un solo gesto de alegría. Nada. Es más:
cualquiera que hubiese llegado en ese momento al pasillo de los vestuarios
que están junto a la Colombes afirmaría que era el túnel
del equipo perdedor.
Es que no sólo Gregorio mostró su tristeza por
la fractura de Nelson Olveira, todos y cada uno de los jugadores
llegaron y preguntaron por el "Canario".
Incluso, cuando ingresaron en el primer tiempo, varios lo hicieron con
bronca, con lágrimas en los ojos. El "Caballo" De los Santos,
el "Pato" Aguilera, el "Tony" Pacheco...
Por eso al finalizar el partido ninguno osó festejar. Acaso quedó
en el recuerdo del hincha la salida de Romero besándose la
camiseta y mostrando que debajo de la suya tenía la "10" de
Bengoechea. O cuando salió Aguilera que levantó
sus manos y aplaudió hacia la Colombes también dándole
un beso a la camiseta. Pero antes y después nada. Sólo hechos
aislados y durante el partido.
"Las palabras de Gregorio en el entretiempo fueron fundamentales"
--dijo Nicolás Rotundo a CX 10 Continente-- agregando
que: "entramos a jugar el segundo tiempo con todo. Por el Canario, por
nosotros...".
Por otro lado, el "Lucho" Romero dijo --también a CX 10
Continente-- que "no podíamos tener dos traspiés seguidos.
Eso ya lo habíamos hablado en Los Aromos. No podíamos perder...".
Mientras en las tribunas seguía la fiesta, en el vestuario apenas
si se escuchaban las frases de los jugadores. Se cambiaron, se ducharon
y se fueron en silencio para el ómnibus que los regresó a
Los Aromos.
Hoy, a las 10, cuando operen a Nelson Olveira de su fractura
de tibia, todo el plantel estará en Casa de Galicia.
Fue victoria, es cierto. Pero esta vez con sabor amargo. Por el "Canario".
Por el amigo...
JOSE MASTANDREA
El "Profesor" no estuvo en el "aula"
El "Profesor" Bengoechea no estaba en el aula --léase cancha--
por lo que para ver sus reacciones, sus gestos, su sufrimiento, sus alegrías
estuvimos a su lado.
Salió del vestuario a las nueve y cuarto y en compañía
de Aguirregaray y De Lima se ubicó en la fila 8, asiento
44 de la platea América, los tres con una goma de mascar en la boca.
A los 3 minutos cuando Lemos iba a tirar un corner habla por
primera vez con el "Vasco", cuatro minutos después se paró
por primera vez cuando un tiro libre lo ejecutaron con una jugada de pizarrón,
aplaudió y se sentó.
La primera emoción fue a los 8 minutos cuando el primer gol aurinegro,
se paró e inmediatamente individualizó al autor: "fue
de Romero, bien "Lucho", cerrando las manos como un desahogo.
A los 21' cuando una bolea de Aguilera pasa muy cerca se pone
nuevamente de pie, se sube los pantalones, se sienta, se tira hacia atrás
y se acomoda el pelo, era un saco de nervios.
Cuando llegó la segunda conquista rápidamente se para
y con los puños apretados grita: "Gol, gol, gol", luego aplaude
5 o 6 veces y se sienta. De Lima no aguantó más y
se fue para el vestuario.
Cuando llega la lesión de Olveira se toma la cabeza y
en compañía del "Vasco" se van para el vestuario para
no retornar hasta que el segundo tiempo estaba iniciado.
Para el complemento rodeado de chicos gritó los goles, se subió
al asiento y aplaudió al ritmo de los cantos de la Colombes.
Sufrió, gozó, se amargó con lo de Olveira y
la confesión final en la audición de Peñarol: "Si
siguen jugando así no vuelvo más".
JOSE MARIA BELLO
Nacional estaba "groggy", Peñarol sólo tuvo que noquearlo
CAYO UNA PERA MADURA...
Para Peñarol fue muy fácil. Seguramente más
de lo que esperaba. Para Nacional, en cambio, fue lo son a esta altura
para los tricolores todos los clásicos: un calvario. Tanto que la
goleada aurinegra pudo haber sido más amplia.
A esta altura --sexto clásico seguido que gana Peñarol--
y en las actuales circunstancias, son dos casos aparte, casi imposibles
de ser tratados (o enfrentados) por igual, bajo el espejo de un mismo partido,
de un mismo trámite, más allá del resultado y de que
ese desenlace sea como anoche, tan contundente como seguramente ni el propio
ganador --que ni tuvo tiempo de acordarse que le faltaba el jugador que
ha desequilibrado todo (o casi todo) a su favor en los últimos cinco
años-- lo esperaba.
Es más: sacando la actuación genial de Aguilera,
que fue un receptor y gestor de fútbol inubicable para los defensores
adversarios, el oportunismo de Romero para hacer un gol importántisimo,
prácticamente de entrada, cabeceando una pelota que ya parecía
dominada por las manos del arquero contrario, la jugada del segundo tanto
en la que Rotundo, Aguilera y Pandiani triangularon en forma
brillante, y esa otra esplenrosa, exhuberante, con que el propio Pandiani
cerró la goleada, hasta se podría que no hay mérito
de Peñarol casi. Y no es que la afirmación encierre una negación
o rechazo de la vigencia de un vencedor tan reiterado como inapelable.
Al contrario: es que para el conjunto dirigido por Gregorio Pérez
ya se ha hecho una realidad indesmentible, y descarnada para el tradicional
adversario, eso que en el seno de sus hinchas comenzó a nacer tiempo
atrás sin más rigor ni vuelo que el de una mera chanza: que
para Peñarol, hoy por hoy, el partido más fácil que
hay es el clásico. Basta con poner un ejemplo, si acaso: ¿cómo
se explica, si no, que el mismo Herrera al que los delanteros de
Defensor complicaron tanto el sábado pasado, ayer pudiera
jugar con una soltura y una suficiencia defensiva que lo hacían
parecer al Mariscal Nasazzi? O dos: ¿cómo es que un
volante como Rotundo, que habitualmente tiene falta de precisión
para el armado, en un partido aparentemente difícil, en el que Peñarol
no tenía a Bengoechea, que es su ordenador, su voz de mando
adentro de la cancha, esta vez se desenganchara como si fuera Beckenbauer?
Lo que sucede es que ahí es donde, entonces, aparece la contraparte,
ante la cual el periodista hasta confiesa cierta dosis de impotencia para
el análisis. Porque por ahí para elaborar alguna explicación
tal vez sería más indicado apelar a alguien capaz de hacer
un sicoanálisis. Es que si no, ¿dónde o cómo
encuadra, después que ya Peñarol se había puesto en
ventaja, esa insistencia hasta torpe de Sosa para seguir protestando
--aunque tuviese razón--después que Da Rosa acababa
de observarlo? ¿Y cómo ver, desmenuzar, o comprender, la
inexpresiva postura colectiva de un Nacional que puso más mediocampistas
para gobernar la pelota y crear ataques, y no conseguía ni fortalecer
su retaguardia, ni imponerse en la mitad de la cancha donde salvo Camejo
y Lemos el resto deambulaba sin atinar a plantar bandera de
entrada, y mucho menos crear peligro sobre el área contraria? Resulta
difícil explicarlo. Para peor para Nacional, ayer el elenco tricolor
se quedó con dos hombres menos --por la expulsión de Ramírez,
que hasta dió la sensación de que se impresionó
al ver lo que había causado-- sobre la media ahora incial del trámite,
cuando ya estaba perdiendo 2-0 desde los 22' de esa primera parte, y si
bien dió la sensación de que detrás del golazo anotado
por Lemos podía esbozar un atisbo de reacción como
para intentar llegar al empate, a poco de comenzar el complemento volvió
a quedar dos goles abajo como consecuencia de una jugada que al no estar
Bengoechea se supuso que en esta ocasión había que
descartarla: el centro de Peñarol --Aguilera en este caso--
al área adversaria.
El cabezazo de Herrera, más que poner el partido 3 a 1,
hizo que el resto del trámite fuera una formalidad debajo de la
cual sólo hubo una incertidumbre: por cuánto iba a ganar
Peñarol esta vez. Finalmente fue por 4 a 1. Porque Pandiani metió
otro golazo y Pacheco erró un penal poco rato después
de haber reventado una pelota contra el travesaño. Y porque tal
vez Nacional se equivocó al sacar a Lemos, que era el que
más --o mejor-- encaraba hacia el área contraria. Aunque
no pasa por ahí la cosa a esta altura de las circunstancias. Por
más que resulta difícil explicar realmente por dónde
pasa. Tal vez, por hoy, y por lo de anoche, sea más sencillo decir
que después del gol de Romero --y más tras la expulsión
de Sosa-- Nacional era una pera madura. Y Peñarol, con la
facilidad con que por ahí juega en una práctica, sólo
tuvo que ir y arrancarla.
JORGE SAVIA
El "Pato" se volvió inubicable
PEÑAROL
FLORES: El remate del gol fue a su palo. Antes y después,
correcto; sin fallas. HERRERA: Hizo un gol con un cabezazo suave.
Defensivamente, estuvo siempre bien parado.
OLVEIRA: Firme hasta que lo fracturaron.
DE LOS SANTOS: Al comienzo tuvo algunas dificultades de colocación
y para anticiparse. Con el correr de los minutos se fue acomodando.
LIMA: Más firme en la primera etapa. En la segunda incurrió
en reiteración de faltas, un recurso por el que hasta pudieron expulsarlo.
ROTUNDO: Muy bien. Marcó como siempre, pero tal como
lo hizo en la jugada del segundo gol, en la que le dió el tanto
a Pandiani, estuvo más prolijo que de costumbre en el armado comao
también en el pasaje hacia el ataque.
PEREIRA: Aceptable. Manejó la pelota con fluidez. La
contención se le facilitó con la expulsión de dos
rivales.
PACHECO: Erró un penal y alguna otra oporunidad favorable.
Aún así, estrelló un remate en el traveszño
y fue el socio ideal que tuvo Aguilera para organizar y darle dinámica
a la puesta en escena de Romero y Pandiani.
AGUILERA: El genio inubicable para los defensores contrarios.
Recibió, tocó, pasó, armó y devolvió
paredes como con la mano. Por si fuera poco, las jugadas del primer y el
tercer gol --tal vez los más importantes--nacieron de sus zapatos.
ROMERO: Metió el primer gol por su oportunismo e insistencia
constante. Obligó. No fue fácil controlarlo.
PANDIANI: Hizo dos goles; el segundo con una definición
personal impresionante. Da la idea de que es jugador de clásicos.
GARCIA: Bien en la marca. También se desdobló
en muchas oportunidades. CANCELA: Armó algunas llegadas interesantes.
GONZALEZ: Entró con el partido liquidado y no tuvo mayor
chance de destacarse.
NACIONAL
MUNUA: En el primer gol le cabecearon la pelota de entre sus
manos. En los otros tres tantos no fue responsable. C. DE LOS SANTOS:
Alguna corrida aislada, sobre todo en la primera etapa. Más
allá de eso, no gravitó demasiado. BARRIOS: Como último
hombre, no logró imponerse en la medida de lo necesario. Intentó
sacudir a los delanteros adversarios en un par de oportunidades pero no
le dio mayor resultado. JORGEAO: No cometió errores graves
pero dio ventajas, completando una zaga que no consiguió defender
la última zona con eficacia. GUIGOU: Pasó como con
Regueiro en el clásico de Maldonado: siendo su fuerte la creación,
se desdobló poco, pareció atado. CAMEJO: Otra vez
de los mejores. Un despliegue y una personalidad inclaudicables. BALTIERRA:
En media hora no pudo acomodarse. COELHO: Armó algunos
encuentros tan fugaces como esporádicos. LEMOS: Quiso la
pelota, jugó, metió un golazo. No pareció ser el indicado
para salir de la cancha. RAMIREZ: Hasta que fracturó a Olveira
no había hecho nada. SOSA: A la distancia, pareció
protagonizar una expulsión que por su actitud --y su experiencia--
resultó inexplicable. Su salida fue clave. ALVEZ: Alguna
corrida de entrada. Luego lo dominaron. DELGADO: No pudo cambiar
nada.
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