El segundo piso estaba más bien en penumbras, una tenue luz que provenía de la calle iluminaba tenuemente a una figura delgada y solitaria de un hombre que se hallaba parado en el centro del salón, desde la planta baja subían los compases de la música que tocaban en esos momentos la guitarra de Federico Duneman, el contrabajo de Felipe Chacón y la batería de Alejandro Espinoza. Las notas que llegaban hasta a él, iban sirviendo de marco musical para sus recuerdos, que amontonados pugnaban por salir se sucedían como en secuencias de cinematográfica.
Habían comentado que, habían pasado muchos años desde la última vez que habían estado allí, casi tres décadas, casi una vida, en ese entonces él formaba parte de un grupo musical local y él, a su vez, era conocido por su apodo de "Chascolín", sin importar que su nombre fuera Carlos Subiabre, y fuese un estudiante como tantos otros y un músico por afición.
 
Al mirar hacia la calle Aldunate, apoyado en unos de los balcones del segundo piso, dijo haber tenido la impresión de que en vez de modernos automóviles, hubiesen allí estacionados autos de la década de los sesenta y que el salón estuviera lleno de la juventud bailando del ritmo del rock and roll. Si, muchos años habían pasado desde aquélla última vez, ahora, esta noche, él volvía tras una larga ausencia y participaría de un concierto de jazz en los antiguos y señoriales salones del Club Social de Coquimbo, se presentaría junto con los Santiago Stomper’s, una de las más prestigiosas y clásicas bandas de jazz del país. En el salón del primer piso el grupo compuesto por Hernán Salazar en al clarinete, Mardones en el saxo, Marcelo Rojas en el contrabajo y Víctor Roa en el bajo, se preparaban para iniciar su actuación, sólo faltaba que se integrara la trompeta, entonces algo emocionado, algo nervioso, él "Chascolín" del pasado se incorporó al grupo y los alegres sones de los excelentes instrumentistas se dejaron escuchar para deleite de los asistentes que colmaban las instalaciones.
 
La música hizo eco de las viejas paredes llenas de anécdotas del Club Social, brotaron los aplausos antes los diferentes solos de cada instrumento y culminó la presentación con la "Marcha de los Santos", y con la participación de Wilson Cuturrufo al piano y Chascolín en la trompeta, igual que los viejos tiempos cuando tocaban con Toly Ramírez, días que habían recordado en la soledad y penumbra del segundo piso, y los aplausos y vítores del público asistente de alguna manera le otorgaron un premio a sus recuerdos y también a la buena idea de la familia Cuturrufo de hacer del viejo y señorial edificio, un lugar de encuentro para las artes, la cultura y especial un espacio adecuado para el Club de Jazz, instancia que realmente hacia falta en Coquimbo.
 
Maranda
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