EL COMERCIO (Perú) Martes, 9 de marzo de 1999
por Fernando Obregón Rossi
Un reciente intercambio epistolar entre Mario Vargas Llosa y el escritor japonés Kenzaburo Oé ha generado una encendida polémica de lectores, estudiosos y académicos en las páginas del diario El País de España, que ha sido recogida en su edición digital. |
Mario Vargas Llosa no necesita quien le escriba. Su
obra literaria es lo suficientemente consistente para
protegerlo de cualquier manipulación intelectual e
incluso de su propia conducta política. Cierto sector de
lectores de El País digital, ha realizado un
injustificado cargamontón contra él, incidiendo en el
lado político del intercambio epistolar con Kenzaburo
Oé y desmereciendo con ello una polémica que debe
leerse desde la literatura. En las cartas de lectores que
comentan la polémica, se aprecia la actualizada
capacidad de Vargas Llosa para suscitar pasiones
encontradas. Cuando marxista era renegado por los
conservadores, cuando neoliberal es renegado por los
marxistas. Sin embargo, se olvida que nuestro compatriota
es -sobre todo- un escritor y, que yo recuerde, ningún
otro escritor ha puesto en duda su calidad literaria. Existe una fotografía que grafica el doloroso pacto que, con la literatura, realiza el escritor en su juventud: es el bautizo de los cadetes de la Escuela Militar "Leoncio Prado". Allí, el cadete Vargas Llosa vive en carne propia la ignominia de la burla y el sarcasmo de la oficialidad militar del colegio, cuando participa de una involuntaria carrera de burros. Basta esa indignante imagen para entender su conflicto (y el de muchos) con las instituciones militares peruanas el propio país. ¿Qué confusión acompañaba, en ese instante, al adolescente que recibió la orden de ir a un colegio militar "para hacerse hombre"? El Perú de la adolescencia del escritor, fue de tanta satrapía como el actual, pero también era un país de oligarquías que escogían a sus generales que escogían a su presidente. |
Por eso, quienes no entienden la evolución del
escritor desde fórmulas utópicas a neoliberalismos
democráticos, no saben que la cultura contemporánea del
Perú debe leerse en su "totalidad
contradictoria". Donde la vida y obra de un escritor
puede ser una suma de opuestos, ya que la multiplicidad
de culturas del Perú la convierten en un permanente
ejercicio de la antípoda. La obra vargasllosiana, desde
la primera línea hasta la última, es una de las más
auténticas y coherentes lecturas sobre la realidad
peruana, pero sobre todo una constante apuesta a su
compromiso como escritor. No tengo que estar de acuerdo
con su actual -ni pasada- conducta política, para saber
que ese "desacuerdo" nos acerca. Tengo en
claro, sin embargo, que la mayor cantidad de críticas
publicadas en El País digital, vienen de sectores
"políticamente correctos": neomarxistas que
tratan de minimizar la obra del escritor, destacando sus
posiciones políticas. Leer a Vargas Llosa es aprender a definir lo peruano desde el exorcismo de sus "fantasmas", que también son un poco los nuestros. Es una forma de ser, a partir de la negación y obstrucción de los demás. En otras palabras, el encuentro de discursos antagónicos reclamando -cada uno- su derecho a ser escuchado. Prueba de ese peruanísimo ejercicio (y notoria soledad intelectual) es que en la polémica de lectores sobre Vargas Llosa, hayan cartas de todo el orbe y una sola de Perú. Creo que a Vargas Llosa se le recordará por Zavalita o el León de Natuba, antes que por su neoliberalismo, así como se recuerda a Borges por el Aleph y no por haberle aceptado una condecoración a Pinochet. En lo personal, pienso que el Perú se debe una reconciliación con su mejor escritor. No existe una sola cátedra sobre su obra en ninguna universidad peruana, tal como sucede en otras partes del mundo. Ni un solo certamen literario en su honor, ni una escuelita fiscal con su nombre, o nombre de promoción de estudiantes, ni una biblioteca. Lo que hace más solitaria a esta esquina del fin del mundo llamado Perú. |