54a. Asamblea General de la SIP
La Nación (Buenos Aires), Noviembre de 1998
Vargas Llosa:
los medios deben reforzar la democracia
Por Susana
Reinoso
(Enviada especial)
PUNTA
DEL ESTE.- Mario Vargas Llosa es, sin duda, el invitado
estrella de la 54a. Asamblea General de la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP), que hoy concluirá en el
Hotel Conrad con la unción de Jorge Fascetto, presidente
del directorio del diario El Día, de La Plata, como
nuevo presidente del organismo. La esposa de Vargas Llosa fue quien acordó con La Nación el horario de la entrevista y quien, más tarde, imperceptiblemente supervisó la cita periodística desde el cuarto contiguo a la sala de la suite 925, donde el escritor peruano, periodista del mundo con pasaporte europeo, disparó sus reflexiones sobre América latina, la prensa y la cultura de fin de siglo. El autor de "Los cuadernos de don Rigoberto" aceptó conversar antes de asistir a una reunión, a media tarde. Sobre el desafío de la civilización en las puertas del siglo XXI, Vargas Llosa dijo: "Si la revolución tecnológica no viene acompañada de un progreso en el campo de la ética y de la responsabilidad moral, el peligro de la extinción de la humanidad es más grande que nunca". |
La
asignatura pendiente -Según el Banco Interamericano de Desarrollo, sólo el 10% de la población latinoamericana alcanza un mayor poder adquisitivo gracias a su acceso a la educación. ¿Cómo observa usted el hecho de que la mayoría no tenga esa oportunidad? -Eso es una manifestación de un fenómeno anterior que es el subdesarrollo. América latina es un continente subdesarrollado que hoy ha progresado en el campo político y es muy importante, pero en lo social y económico somos subdesarrollados. Una de las expresiones de ese subdesarrollo es la existencia de una minoría privilegiada con acceso a la riqueza, a la educación y al poder, y enormes sectores marginados que carecen de esas oportunidades. Mientras la sociedad no sea más libre y democrática, la educación va a seguir siendo un privilegio de las minorías. La respuesta es: más democracia auténtica y genuina. La democracia política es muy importante, pero insuficiente para traer justicia a un país. -¿Culturalmente están dadas las condiciones para que esto ocurra en el mediano plazo? -Sin ninguna duda. Una de las grandes ventajas de nuestra época es que esos procesos que antes tomaban una o varias generaciones, hoy se pueden acortar extraordinariamente. Si hacemos lo que debemos hacer, si aprovechamos las oportunidades de la internacionalización de la vida, la técnica, las comunicaciones, la economía, si hacemos las reformas internas necesarias para que nuestras democracias se purifiquen, eliminen o reduzcan drásticamente la corrupción -que es una manera de reducir los privilegios-, esos procesos se pueden acelerar. -En la sociedad de la información, tan determinada por los medios, los partidos políticos parecen haber perdido representatividad. ¿Qué piensa usted? -Es verdad, es un fenómeno universal. Los partidos políticos han quedado un poco desfasados por la revolución tecnológica, sobre todo en el campo de las comunicaciones. Siguen funcionando de una manera tradicional y no responden a las expectativas de las nuevas generaciones, más pragmáticas que ideológicas. Ese desfase está convirtiendo a los partidos en unos cascarones vacíos, de directivas sin arraigo popular y con la mirada puesta hacia atrás. En América latina, ése es un fenómeno más profundo y peligroso porque la democracia puede socavarse. Si desaparecen los partidos políticos, la democracia puede desplomarse. Es lo que ocurrió en el Perú en 1992, cuando Fujimori dio el golpe de Estado. -¿Qué papel debe jugar la prensa en esas circunstancias? -Lo importante es que la prensa asuma una responsabilidad, pero por desgracia no siempre es responsable. Y por el contrario, en muchos casos, es totalmente irresponsable. En el Perú, en 1992, ese golpe de Estado no hubiera existido sino hubiera tenido la complicidad de la mayor parte de los medios de comunicación, que disfrazaron el golpe con un maquillaje legalista. La opinión pública -Desde esta visión, la diferencia entre lo que piensa la gente y lo que sostienen los medios sólo ocurriría en los Estados Unidos. ¿Qué pasa con el sentido crítico de la opinión pública en América latina? -En América latina, la opinión pública está muy poco formada. Y muchas veces está deformada por medios de comunicación que no actúan con responsabilidad. Esa es una realidad que no debemos esquivar. Para eso, necesitamos también más democracia, que los medios sean responsables dentro de la legalidad, que defiendan una libertad de la que depende su existencia y contribuyan a fortalecer una democracia, sin cual su vida estará siempre amenazada. Hay una responsabilidad fundamental en los medios, porque ellos modelan la opinión pública más que los partidos políticos. Los comunicadores tienen más influencia en la gente que los líderes políticos. De allí que se ponga sobre los hombros de los comunicadores una responsabilidad moral y cívica cada vez mayor. -¿Cómo observa usted el fenómeno de la concentración? -Con mucha preocupación. Creo que es muy importante en todos los campos combatir el monopolio como una fuente de corrupción e ineficiencia. Pero, sobre todo, en las comunicaciones, porque allí el monopolio es un veneno para la democracia. Creo que si los medios de comunicación llegan a responder a una sola idea, a un solo interés, esa democracia está amenazada. Es fundamental mantener mercados abiertos, un abanico mediante la competencia, donde se expresen todas las ideas, donde haya un auténtico debate. De lo contrario, desaparece la crítica y las posibilidades de manipulación de la opinión pública son totales. Debe haber una legislación que garantice la descentralización de los medios y mantenga viva la competencia. -Desde la perspectiva cultural, ¿qué cree usted que le falta a la sociedad de la información? -Desde el punto de vista tecnológico ha avanzado extraordinariamente, pero el avance no ha sido idéntico en el campo ético y en el cultural. En este último se ha producido una merma. Los medios de comunicación, y sobre todo los diarios, eran grandes promotores de cultura. Hoy lo son mucho menos, y los medios audiovisuales se han convertido en enemigos de la cultura. Han abaratado, trivializado la cultura a unos extremos terribles. Eso ha obligado a los periódicos a seguirlos para no perder lectores y, en algunos casos, éstos se han vuelto light. -¿Qué hacer para que los diarios no vayan detrás de la televisión? -Con educación, hay que crear un público exigente, que no ampare, sino que sancione la frivolidad. Desde luego que no es fácil, porque la cultura está orientada hacia esa trivialización. Este es, según mi criterio, uno de los problemas más serios de nuestra época. -La cultura se ha trivializado y no se resuelven las grandes demandas sociales de la gente. ¿Cómo sociedad estaremos perdiendo el tren de este siglo? -Yo espero que no. Tenemos unas oportunidades que están al alcance de nuestra mano y debemos ser sensatos para no desperdiciarlas una vez más, como tantas veces en nuestra historia. Hay algunos indicios que justifican el optimismo, sobre todo en el campo político, pero debemos luchar contra la corrupción -el gran veneno de la democracia- y al mismo tiempo combatir la trivialización en la cultura, porque eso está estimulando la irresponsabilidad y está empobreciendo nuestra vida cultural. Copyright © 1998 La Nación | Todos los derechos reservado |