Rima LVIII


    Al ver mis horas de fiebre
    e insomnio lentas pasar,
    a la orilla de mi lecho,
    ¿quién se sentará?

    Cuando la trémula mano
    tienda próximo a expirar
    buscando una mano amiga,
    ¿quién la estrechará?

    Cuando la muerte vidríe
    de mis ojos el cristal,
    mis párpados aún abiertos,
    ¿quién los cerrará?

    Cuando la campana suene
    (si suena en mi funeral),
    una oración al oírla,
    ¿quién murmurará?

    Cuando mis pálidos restos
    oprima la tierra ya,
    sobre la olvidada fosa.
    ¿quién vendar a llorar?

    ¿Quién en fin al otro día,
    cuando el sol vuelva a brillar,
    de que pasé por el mundo,
    ¿quién se acordará?


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