Rima XXIX


    Sobre la falda tenía
    el libro abierto,
    en mi mejilla tocaban
    sus rizos negros:
    no veíamos las letras
    ninguno, creo,
    mas guardábamos entrambos
    hondo silencio.

    ¿Cuánto duró? Ni aun entonces
    pude saberlo;
    sólo se que no se oía
    más que el aliento,
    que apresurado escapaba
    del labio seco.
    Sólo sé que nos volvimos
    los dos a un tiempo
    y nuestros ojos se hallaron
    y sonó un beso.

    Creación de Dante era el libro,
    era su Infierno.

    Cuando a él bajamos los ojos
    yo dije trémulo:
    ¿Comprendes ya que un poema
    cabe en un verso?
    Y ella respondió encendida:
    ¡Ya lo comprendo!




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