Rima XXXIV


    Cruza callada y son sus movimientos
    silenciosa armonía;
    suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
    del himno alado la cadencia rítmica.

    Los entreabre, aquellos ojos
    tan claros como el día,
    y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
    arden con nueva luz en sus pupilas.

    Ríe, y su carcajada tiene notas
    del agua fugitiva;
    llora, y es cada lágrima un poema
    de ternura infinita.

    Ella tiene la luz, tiene el perfume,
    el color y la línea,
    la forma, engendradora de deseos,
    la expresión, fuente eterna de poesía.

    ¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando
    guarde obscuro el enigma,
    siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
    más que lo que cualquiera otra me lo diga.




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