Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadoras,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.
¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
Aquí de los antaños que he vivido;
la fortuna mis tiempos han mordido;
las horas mi locura las esconde.
¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huído!
Falta la vida, asiste lo vivido
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fué, mañana no ha llegado,
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fué, y un seré y un es cansado.
En el hoy, y mañana, y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
En crespa tempestad del oro undoso,
nada golfos de luz ardiente y pura
mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generosa.
Leandro en mar de fuego proceloso
su amor ostenta, su vivir apura.
Icaro en sendas de oro mal segura
arde sus alas por morir glorioso.
Con pretensión de Fénix encendidas
sus esperanzas, que difuntas lloro,
intenta que su muerte engendre vidas.
Avaro y rico y pobre en el tesoro,
el castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;
alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
¡Fué sueño ayer, mañana será tierra;
poco antes nada, y poco después humo,
y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer, mañana no ha llegado,
hoy pasa, y es, y fué con movimiento,
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento,
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.
Ay, Floralba, soñé que te... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?
Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.
Y dije Quiera, Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte.
Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto"
*Soneto incluído por sugerencia de Lucas Fernández Seivane
¿Qué buscas, porfiado pensamiento,
ministro sin piedad de mi locura,
invisible martirio, sombra oscura,
fatal persecución del sufrimiento?
Si del largo camino estás sediento,
mi vista bebe, su corriente apura;
si te promete albricias la hermosura
de Lisis por mi fin, vuelve contento.
Yo muero, Lisi, preso y desterrado;
pero si fue mi muerte la partida,
de puro muerto estoy de mí olvidado.
Aquí para morir me falta vida,
allá para vivir sobró cuidado:
fantasma soy en penas detenida.
*Soneto incluído por sugerencia de
Lucas Fernández Seivane
Universidad de Santiago
de Compostela
Sweet Briar
College
Sonetos
de Quevedo, Universidad de Málaga
Facultad de Ciencias
de la Universidad de México
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