EL EPR DENTRO DE UN CERCO DE SILENCIO


David Pavón y María Luisa Vega

El miedo y el silencio de los eperristas.

No es fácil conseguir una entrevista con el EPR. Los militantes de este grupo guerrillero permanecen casi todos escondidos. Los que no se esconden es porque están presos, o bien porque han sido asesinados o han desaparecido. Los que se esconden es porque tienen miedo*, porque tienen ese gran miedo cotidiano entre los revolucionarios latinoamericanos, miedo a la cárcel, a la muerte, y especialmente a lo que no se conoce y se sospecha, el "no se sabe" entre imágenes de olvido y de tortura.

Desde su primera aparición, en el verano de 1996, los eperristas han concedido pocas entrevistas. Saben que detrás del entrevistador pueden venir los policías. Es muy comprensible que se alejen cuando uno intenta acercarse a ellos. No olvidemos que tienen miedo. Se esconden porque tienen miedo. Se resisten a las entrevistas porque tienen miedo. Pero no creamos por ello que guardan un absoluto silencio. Periódicamente publican su "órgano informativo", El Insurgente, con análisis, opiniones y hasta poesías. Tienen además su página en Internet. A veces emiten comunicados de prensa y escriben largas cartas a la sociedad civil. Hasta ahora, sin embargo, no han sido tan escuchados como el subcomandante Marcos. Después de dos años, la lucha de los nuevos encapuchados sigue siendo un misterio. Cuando llegan a ser noticia es porque han muerto, o bien porque han matado. Los grandes medios informativos sólo se ocupan de ellos cada vez que hay enfrentamientos con la policía o con el Ejército Mexicano. Su sangre es lo único que vale. Por lo pronto no han querido o no han podido hacer valer su palabra.

Si a los zapatistas los han paralizado, a los eperristas los han enmudecido. La segunda guerrilla está cercada como la primera, pero su cerco no es de armas sino de silencio.

Las armas y la política desatendida.

Desde los primeros meses de 1998 nos propusimos romper el cerco de silencio y establecer una comunicación directa y permanente con el EPR. Al final hemos superado el miedo, la distancia y cuantas otras dificultades se nos han presentado, pero todos los acercamientos se han tenido que realizar a través del espacio cibernético, desde Santiago de Compostela hasta un lugar desconocido del territorio mexicano, con miles de kilómetros de por medio.

A pesar de las limitaciones propias de su virtualidad, el resultado de la entrevista ha superado nuestras expectativas. El EPR ha colaborado con una formalidad y una constancia que no esperábamos. Durante los varios meses que ha durado la comunicación, nos ha invitado con regularidad a escuchar a la política postergada murmurando con impaciencia en el interior de su cerco de silencio, más allá del fragor de la batalla: una lucha política siempre desatendida por los poderosos a pesar de ser tan convincente, pero también, en cierto modo, al menos para nosotros, tanto más convincente cuanto más desatendida (porque los que la desatendieron fueron precisamente aquellos que sólo parecen preocuparse de asuntos triviales).

Nos sentimos obligados a confesar nuestra credulidad, tal vez ingenua y digna de reprobación, de la que ya se habrán percatado los lectores. El caso es que después de repetírnoslo una y otra vez, los eperristas han disipado nuestra desconfianza y han logrado convencernos de que tomaron las armas porque los poderosos desatendieron siempre su lucha política, o bien, como dirían los zapatistas, porque "no les dejaron otro camino": "Las armas -nos han asegurado- son el resultado de un proceso en el que cientos de luchadores sociales, recurriendo a la lucha legal, se enfrentaron constantemente a la falta ya no digamos de solución sino ni siquiera de atención a las graves carencias del pueblo. Cuantas veces se ha demandado de manera legal y pacífica aumento de salarios, empleo, educación, vivienda, salud, democracia, justicia o igualdad, preceptos todos ellos garantizados por nuestras leyes, la respuesta por parte del gobierno ha sido la represión, es decir, la persecución, el encarcelamiento, la tortura, el asesinato, la detención, la desaparición, las masacres". Ante esta situación, concluyen, las armas fueron un "último recurso" y se han convertido ahora en "una necesidad".

El cerco de silencio, pues, habría existido aun antes de que los eperristas decidieran tomar las armas y habría sido una de las circunstancias que motivó dicha determinación: "Empuñamos las armas como un medio para hacernos escuchar", nos han asegurado contundentes, dándonos a entender que no habrían hecho oír sus fusiles si se hubiese escuchado su palabra, o, si se prefiere, que no habrían sido guerrilleros si les hubiesen permitido ser luchadores sociales: "Hemos recorrido un largo camino dentro de la lucha civil y pacífica, siendo la lucha armada la respuesta natural a la cerrazón del Estado, como una forma legítima de autodefensa del pueblo y sus organizaciones".

El EZLN y el EPR sin espacios democráticos de participación política pacífica.

Los eperristas, como los zapatistas, insisten en que el gobierno mexicano los "obligó" a tomar las armas. Según la versión de ambas guerrillas, existiría un pueblo cuyas demandas se ignoraban y cuya lucha se reprimía, el cual habría tomado la decisión de levantarse en armas para lograr cierta consideración, o respeto a su vida y a su palabra, por parte de un gobierno sordo y represivo.

Cuando en 1996 el presidente mexicano Ernesto Zedillo distinguió claramente al EZLN del EPR, sosteniendo que el segundo, a diferencia del primero, carecía de "base social" y había irrumpido "por la vía del terror" (La Jornada, 30/VIII/96), el subcomandante Marcos del EZLN se apresuró a corregir esta distinción aclarando: "Se equivoca el gobierno, pues en las montañas del sureste mexicano no hay guerrilla buena y guerrilla mala, sino ciudadanos rebeldes en armas que no tienen espacios democráticos de participación política pacífica" (La Jornada, 03/IX/96). Sin embargo, en esta misma ocasión, el subcomandante también rechazó un ofrecimiento de apoyo por parte del comandante eperrista Oscar, y resumió las diferencias entre ambos grupos guerrilleros del siguiente modo: "Ustedes luchan por la toma del poder. Nosotros por democracia, libertad y justicia. No es lo mismo. Aunque ustedes tengan éxito y conquisten el poder, nosotros seguiremos luchando por democracia, libertad y justicia". Durante los últimos dos años, el EPR ha negado repetidamente esta diferencia. Con nosotros ha sido particularmente claro y categórico, y nos ha dicho al respecto: "Independientemente de que no tenemos ninguna relación con el EZLN, consideramos que en el aspecto estratégico son más las similitudes que tenemos que las diferencias, si es que las hubiera. Los objetivos de democracia, justicia y libertad que proclaman los zapatistas son los mismos que planteamos nosotros. El mal gobierno los quiere aniquilar, a nosotros también, y a pesar de que ha tratado de confrontarnos con el burdo slogan de 'guerrilla buena' y 'guerrilla mala', ni ellos ni nosotros nos hemos prestado a su maniobra. Al final, el EZLN también defiende sus objetivos y planteamientos con las armas en la mano, aun cuando en este momento los fusiles permanezcan callados".

El diálogo con el gobierno y con la sociedad.

Sin duda alguna, la diferencia más notable entre el EZLN y el EPR no se encuentre ni en su origen ni en sus objetivos, sino en su actitud con respecto al diálogo. Mientras los zapatistas aceptan negociar con el gobierno mexicano desde el primer momento, sólo unos cuantos días después de levantarse en armas, el EPR se ha negado rotundamente, durante más de dos años, a dar un solo paso en dirección al diálogo. A nosotros nos ha explicado recientemente esta negativa: "No estamos dispuestos a dialogar con el gobierno porque durante décadas ha demostrado que no está en su interés escuchar ni resolver las demandas del pueblo, sean éstas solicitadas de manera pacífica o por medio de las armas. Esta posición la ha reforzado particularmente durante los últimos cuatro años, en los que ha estado dialogando con los zapatistas sin resolver absolutamente nada, pero incrementando el hostigamiento y los asesinatos".

Aunque el EPR ha sido contundente en su negativa a dialogar con el gobierno, durante la entrevista nos ha expresado su deseo de iniciar "un diálogo permanente con el pueblo y sus organizaciones, el cual nos permita coordinar esfuerzos para avanzar en la lucha por la liberación y la construcción de un México libre, justo y soberano". Sin embargo, no hay todavía ninguna propuesta concreta en este sentido. Para que la hubiera, nosotros creemos que es necesario primero que ese "pueblo" y esas "organizaciones", como la "sociedad civil" y las "ONG's por la paz" en Chiapas hace cuatro años, se coordinen y hagan presión agolpándose alrededor del cerco de silencio. Por ahora, con tan pocos y tan atemorizados simpatizantes activos, el EPR tiene mucho que perder y poco que ganar si se vuelve más accesible.

Mientras en las grandes urbes de México y del mundo llega el momento en que el conjunto de la sociedad proletaria y burguesa deje de titubear y se atreva a acercarse a los eperristas, éstos cuentan ya con la proximidad del pueblo de barro y maíz que habita en las regiones donde operan. No hay sierra de los estados de Guerrero y de Oaxaca por donde no haya pasado algún comando del EPR. Son centenares los poblados en donde se han detenido los eperristas para charlar con la gente, dentro de ranchos, escuelas o iglesias; en español, o náhuatl, o mixteco, o zapoteco, o triqui o cualquier otra lengua indígena del centro y sureste de la República Mexicana. A pesar del miedo generalizado, la respuesta ha sido bastante positiva. En consonancia con los informes de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), que encuentra brotes de insurrección en todos los rincones del territorio, el EPR nos ha descrito con optimismo su relación con los habitantes indígenas y campesinos de las zonas donde opera: "En la medida de sus posibilidades nos dan protección y apoyo, a pesar de la sanguinaria represión de que son objeto por parte del Ejército Federal y los cuerpos policiacos. En numerosas ocasiones, bajo la acusación de estar vinculados a nosotros, se presentan asesinatos, desapariciones, torturas y encarcelamientos arbitrarios en contra de indígenas y campesinos. Sin embargo, ni siquiera toda esta represión ha logrado acabar con el apoyo que en varias partes del país nos brindan los indígenas y campesinos, que, organizados o sin organizar, manifiestan de diversas maneras su simpatía hacia la lucha democrático revolucionaria".

El futuro

Es posible que los eperristas permanezcan dentro de su cerco de silencio y que el cerco se vaya cerrando progresivamente, y que de ellos como de los zapatistas no quede más que un recuerdo. Lamentablemente, ninguna de las dos guerrillas está segura de triunfar como guerrilla. Sin embargo, más allá de su obscuro futuro próximo, ambas tienen la certeza de que el pueblo al que pertenecen terminará triunfando en su lucha. Los eperristas nos han escrito al respecto: "En lo inmediato vemos que el futuro político del país tiende a tornarse cada vez más obscuro, en virtud de la obcecada actitud del mal gobierno que intenta por todos los medios sostener el modelo neoliberal, hundiendo cada vez más en la miseria a la mayoría de los mexicanos. Y para sostener dicho modelo, el Estado profundiza la guerra que lleva a cabo contra el pueblo. El Estado quiere imponer la guerra en todos los rincones para quebrantar la inconformidad del pueblo y destruir a las fuerzas insurgentes. Ante esto, no le está dejando otra alternativa a miles de mexicanos honrados que la de prepararse y defenderse de diferentes maneras. Esta realidad que cotidianamente palpamos es la que alimenta cada vez más en nosotros la convicción y la certeza de que el pueblo va a triunfar tarde o temprano, utilizando todas las formas de lucha, hasta desembocar en una nueva revolución que haga saltar en pedazos de una vez por todas la opresión y explotación que hoy padece. Por ello, estamos plenamente seguros del triunfo de esta lucha, en la que estamos empeñados todos los mexicanos que luchamos por un México mejor".

Por ahora queda la lucha y la espera. Mientras el EPR, acompañado por sus compañeros campesinos e indígenas, permanezca dentro de su cerco de silencio como dentro de una ciudad sitiada, sobreviviendo a duras penas, acumulando muertos y heridos y emitiendo comunicados que rara vez llegan al exterior, nosotros nos esforzaremos por mantener abierto en Santiago de Compostela este minúsculo túnel, entre circuitos de ordenador, para llevar y traer palabras de aliento y esperanza.

*Cuando los eperristas han leído este párrafo y el siguiente, nos han expresado su comprensible desacuerdo con nuestro particular énfasis en el miedo: “Deja un sabor en la mente de que tenemos miedo a desarrollar la lucha pacífica y por eso lo hacemos de forma violenta”. Debemos reconocer lo adecuada y oportuna que resulta esta puntualización del entrevistado. No hay fundamento alguno que justifique nuestras reflexiones acerca del miedo, a no ser algunas pocas palabras del EPR, las cuales ciertamente se prestan a múltiples interpretaciones.

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Este artículo apareció en la revista Outrasvozes en noviembre de 1998

© 1997 revolucionario@latinmail.com


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