Bucardo
Capra pyrenaica pyrenaica Cabrera, 1911
Castellano: Bucardo
Ingles: Pyrenean Ibex
 

EXTINGUIDA
el 5 de enero del 2000
Categoría de amenaza
Libro rojo: En peligro
UICN: En peligro critico/D1
 
 

El Gobierno de Aragón ha confirmado que el jueves 5 de enero, apareció  muerta en el paraje de la Faja de Pelay, dentro del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca, el último ejemplar de bucardo, una subespecie de cabra hispánica endémica del Pirineo.  La cabra, que el año pasado fue capturada para poder colocarle un transmisor que permitiera seguir sus movimientos, se hallaba bajo un árbol caído, lo que hace suponer que pudo morir a consecuencia de un golpe.
  La extinción de la subespecie era temida desde principios de la década,
 cuando apenas quedaban una decena de ejemplares en el cañón del río
 Arazas de Ordesa. La captura de una de ellas en 1996 para cruzarla en
 cautividad no surtió efecto. En un segundo intento, se soltaron dos
 machos de cabra hispánica en la zona donde habitan los bucardos para
 tratar de que la última hembra quedara preñada, pero la operación
 también fracasó. A pesar de que en los años 70 ya se constató que apenas
 si quedaban 20 ejemplares, no fue hasta la presente década cuando se
 tomaron iniciativas para tratar de asegurar su supervivencia.

Especie que hemos perdido para siempre el Bucardo

Definido por A. Cabrera, a principios de siglo, como una subespecie-tipo de
la cabra montés ibérica, de la que se reconocen en la actualidad tres
subespecies diferentes, más una cuarta ya extinguida anteriormente. Se
diferencia de ellas en la coloración invernal del pelaje, más oscura, y en el mayor grosor de los cuernos. Era un endemismo del Pirineo.

Su distribución estaba restringida a una pequeña parte del valle del Arazas, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Alto Aragón. En tiempos históricos ocupaba la mayor parte de la Cordillera Pirenaica, en sus dos vertientes, de donde ha ido desapareciendo a causa de las actividades humanas, fundamentalmente como consecuencia de una caza abusiva. Ausente de cualquier otro lugar del mundo.

Habitaba bosques de pino silvestre, abeto, haya y pino negro, alternando con grandes cantiles rocosos y con barrancos y canales de avalancha, entre 1.000 y 2.200 metros de altitud.

Gozaba de las siguientes medidas de protección:

Declaración de su hábitat como Parque Nacional en 1918, fecha desde la que ha estado prohibida su caza en el valle de Ordesa.

Inclusión en el Convenio de Berna, sobre protección de la vida silvestre en Europa, de 1979, como especie estrictamente protegida.

Declaración como especie estrictamente protegida en España,en 1981.

Inclusión en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, de 1990, como uno de los cuatro mamíferos ibéricos en peligro de extinción.

Inclusión en la Directiva europea de Hábitats, de 1992, como especie estrictamente protegida, para cuya conservación es necesario designar zonas especiales de protección.

Aprobación del Plan de Recuperación, de la Diputación General de Aragón,en 1993.

La Ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, vigente desde 1989, establece que las especies animales cuya protección exija medidas específicas por parte de las Administraciones Públicas deben constar en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Este Catálogo clasifica en diferentes categorías a las especies que en él se incluyen, de acuerdo con sus respectivos grados de amenaza. Las especies reconocidas como en peligro de extinción -es decir, aquellas cuya supervivencia es poco probable si los factores causales de su actual situación siguen actuando- deben contar con un Plan de Recuperación en el que se definan las medidas necesarias para eliminar tal peligro. Corresponde
a las Comunidades Autónomas la elaboración y la aprobación de estos planes.

El bucardo, o cabra montés del Pirineo (Capra p. pyrenaica), estaba catalogado oficialmente como en peligro de extinción, en razón del extremadamente reducido tamaño de su población residual (1 hembra y 2 machos adultos), que sobrevivían confinados en un pequeño y abrupto enclave del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo central.

Plan de Recuperación
Decreto 97/1993. Boletín Oficial de Aragón, nº. 101 (3/IX/1993)

El Plan de recuperación del bucardo, de la Diputación General de Aragón, estaba vigente desde septiembre de 1993. Su objetivo era garantizar la conservación del último núcleo de población de la cabra montés pirenaica. Para alcanzarlo se consideraba necesario obtener,al menos, tres poblaciones viables sin necesidad de intervención humana posterior, en condiciones de completa libertad, en el Pirineo.Se entiende, en este sentido, por población viable aquélla que es capaz de sobrevivir en la Naturaleza por sí misma a lo largo del tiempo en condiciones normales. Este ambicioso empeño pasaba por la
ejecución de las actuaciones recogidas con este propósito en el Plan de Recuperación, que eran, en síntesis, las siguientes:

Mejora del hábitat actual.
Cría en cautividad: captura de bucardos, reproducción asistida y reintroducción de los ejemplares criados en cautividad en un
medio favorable para su supervivencia y su multiplicación.

Seguimiento permanente de las poblaciones nativas y
reintroducidas.

Investigación. Básicamente estudios genéticos, control sanitario,
estudios reproductivos y caracterización e identificación de las
áreas potencialmente colonizables.

Divulgación y sensibilización.

Cooperación entre todas las Administraciones implicadas en la
aplicación del Plan.
La conservación de la subespecie pirenaica de cabra montés estaba
planteada, en consecuencia, a partir de la captura de bucardos en su
hábitat. Con ello se perseguía la obtención de un rebaño cautivo que
pudiera actuar como fundador, por medio de su reintroducción en
zonas de las que había desaparecido el bucardo en el pasado, de
nuevos núcleos de población que garantizaran la supervivencia de este
subespecie endémica del Pirineo. No obstante, el Plan de
Recuperación no era un instrumento técnico y jurídico inmutable; por el
contrario, debía ser dinámico, adaptable a las circunstancias
cambiantes que hubiera de afrontar durante su período de vigencia,
sometido a evaluación crítica y permanentemente revisado y
actualizado.

El Proyecto Life
La crítica situación en los últimos tiempos de la población residual de
bucardo en el Pirineo, y la voluntad de tratar de remediarla, llevaron a la
Diputación General de Aragón, junto con otras Administraciones
españolas y francesas, a la puesta en marcha de un proyecto
transfronterizo de conservación de la cabra montés pirenaica.
Este proyecto se enmarcaba en el Programa de Conservación de
Vertebrados Amenazados en los Pirineos, parcialmente financiado por
la Unión Europea por medio del Instrumento Financiero para el Medio
Ambiente (Life). Su objetivo era detener urgentemente el declive de la
población de bucardo, para lo cual contemplaba la realización de una
serie de actuaciones de conservación, coordinadas por la Diputación
General de Aragón. Entre ellas, la preservación y la mejora de su
hábitat, el seguimiento de la población, su protección directa y su
vigilancia, su cría en cautividad y la realización de campañas de
información y sensibilización pública.

El País, 17 de enero de 2000

El día de Reyes de 2000 vio su fin. Atrapado bajo un árbol caído en la
Faja Pelay, en plena serranía del parque nacional de Ordesa y Monte
Perdido (Huesca), el último bucardo expiró. Era una hembra con un porte
robusto de 50 kilos y los característicos cuernos en forma de lira, que la diferenciaban del resto de cabras montesas. Su muerte, y con ella la de una subespecie única en el mundo, no sorprendió a los técnicos de la guardería forestal que la hallaron. Casi un año antes, a finales de 1998, cuando falleció la otra hembra, ya se daba por extinguida.

Es más, la desaparición de esta subespecie de cabra pirenaica, que ha mostrado el fracaso del ambicioso plan de recuperación emprendido hace seis años, era un hecho del que se venía alertando desde hace 66 años. El 13 de julio de 1933, dos comisionados enviados para informar sobre los parques de Covadonga y Ordesa (según recoge la próxima edición de la Historia de los parques nacionales, de Rosa Pradas y Joaquín Fernández) afirmaban: "No
hemos conseguido ver ni un ejemplar de bucardo, y las noticias de los
guardas y personas conocedoras del parque acerca del particular son
muy confusas y poco tranquilizadoras: uno de los guardas cree que
podrá haber unos 30, otro dice que a lo sumo habrá 20 y el tercero
asegura que los ha visto algunas veces, pero sin precisar cuándo ni
calcular los que pueda haber. Por todo ello, opinamos que procedería
hacer por personas competentes, a presencia de elementos de esta
Comisaría, un reconocimiento que permitiese tener una idea
aproximada de su número, pues es realmente extraño que habiendo
transcurrido 15 años desde la declaración del parque no haya un gran
número, si realmente existían algunos en dicha fecha y los guardas del
parque han cumplido con su deber".

Sesenta y siete años después, cuando la especie ha desaparecido, la
comunidad científica, los ecologistas y los conservacionistas se sienten
embargados por un sentimiento de frustración. Pero, más allá de toda
duda, en el mundo conservacionista se cree que los científicos han
dejado pasar el tiempo en discusiones sobre qué alternativa era la
más adecuada para evitar la extinción.
Quienes han participado desde 1993 en el plan de recuperación con
ayudas de la Unión Europea intentan buscar explicaciones mientras
mantienen a buen recaudo tres muestras de sus células tomadas en
abril del pasado año.

Biólogos, veterinarios y guardas forestales recuerdan las más de seis
mil horas de vigilancia de estos ejemplares en la zona más abrupta de
Ordesa y repasan las circunstancias que han llevado a su fin.

El director general del Medio Natural de la Diputación General de
Aragón (DGA), Carlos Ontañón, apunta que cuando se inició el plan de
conservación apenas quedaban una docena de ejemplares. Eran muy
pocos. Factores como la consanguinidad -se reproducían entre una
pequeña manada- y la afinidad genética contribuyeron a su
degradación como especie. Las primeras señales de alarma se
remontan a finales del siglo XIX, cuando una de las cuatro subespecies
de la cabra hispánica, la lusitánica, desapareció. Los bucardos,
especies pirenaicas, quedaron reducidos a Ordesa, parque nacional
desde 1917, creado con una filosofía propia de principios de siglo, "no
para proteger las especies o una especie en concreto, sino para
proteger aquellos santuarios de la naturaleza como ideó el marqués de
Villaviciosa".

Con esta figura de protección se conservaba el paisaje y, de paso, se
vigilaban las especies que habitaban en él. El bucardo sobrevivió con
un centenar de ejemplares. "Es difícil de precisar cuántos eran, porque
no tenemos datos ni informaciones precisas. Hay que tener en cuenta
que es una especie difícil de controlar, que vive en territorio abrupto y
que durante un tiempo, por necesidades o por otras causas, se cazó
con plena libertad", señala un biólogo.

El director general del Medio Natural no cree que la caza diezmara la
especie. "Hoy, la hispánica se localiza en el litoral catalán de Tortosa;
en el Maestrazgo se extiende en Beceite, y se mantiene en Gredos y
las cordilleras Bética y Penibética", razona.

Al asumir las competencias de medio ambiente en 1989, la comunidad
autónoma de Aragón elaboró un catálogo de animales en peligro de
extinción y no fue sino hasta cuatro años después cuando el Gobierno
regional puso en marcha el plan de recuperación del bucardo. De poco
sirvió. Un comité de científicos integrado por biólogos, veterinarios,
investigadores autonómicos y la universidad acometió la tarea de
elaborar el inventario de los bucardos supervivientes cuando ya se
temía que no quedara ninguno.

El primer intento para rescatarlo de esta pendiente consistió en
agruparlos con cabras montesas de Beceite para intentar su cruce, sin
ningún resultado. En 1998 se capturaron dos ejemplares con la idea de
intentar cruzarlos en cautividad en La Garcipollera de Jaca, una finca
de la Diputación General de Aragón.

Pero la bucarda era vieja y se murió. Fue entonces cuando se empezó
a estudiar las posibilidades de una clonación. En abril de 1999 se
capturó la única bucarda superviviente, se le aplicó un aparato para
controlar sus movimientos y se le tomaron tres muestras. Dos de ellas
están depositadas en el Servicio de Investigación Animal de la DGA, y
la otra, en el Centro de Investigación y Estudios Medioambientales
(CIEMAT) de Madrid.

Ontañón recuerda que el animal estaba en perfecto estado de salud.
Bien nutrida, con peso y pelaje. "No teníamos señales de ella hasta el
día de Reyes, cuando la encontramos muerta. La especie se había
perdido".

"Habrá que ver qué se hace ahora, porque era un ejemplar único en el
mundo; no es el caso del oso, aunque también esté amenazado. El
bucardo ha desaparecido para siempre del planeta", dice Ontañón.
Con sabor agridulce, afirma que la frustración embarga no sólo al
comité científico, sino a toda la sociedad, por la pérdida de un eslabón
con la naturaleza.

Una posible clonación

Las posibilidades de efectuar una clonación del bucardo en laboratorio
son remotas, aunque factibles. En el banco de células del Centro de
Investigaciones de la Energía, Medio Ambiente y Tecnología (CIEMAT)
de Madrid se guardan tres muestras de esta especie pirenaica: una de
sangre y dos procedentes de su piel (dermis y epidermis), extraídas de
la oreja, la ingle y el lomo del animal.

José Luis Forcano, jefe del proyecto de Biología Molecular del
CIEMAT, dice que a priori no debería haber ninguna dificultad, dado
que ya se han clonado vacas, cerdos y cabras en cautividad. Pero en
España no hay ningún grupo de investigación que clone animales,
porque la técnica es muy difícil y bajo su porcentaje de éxito. Hay
intentos de hacerlo en algunos laboratorios de Cataluña y en el Instituto
Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA). En el CIEMAT y en la
Diputación de Aragón disponen de material suficiente para una posible
clonación en el momento que se decidiera.

Sin embargo, Forcano dice: "Deberíamos ser prudentes y esperar
algunos años a que la tecnología se perfeccione, porque los animales
nacidos por este procedimiento presentan enfermedades y problemas
de envejecimiento prematuro". Aun así, considera imprescindible que
se aproveche esta desgraciada coincidencia para crear un banco de
animales en peligro de extinción en países como España, que
disponen de una gran riqueza natural, para que en su día, si es
necesario, se procediese a la clonación de estas especies.

"No me consta que haya ningún intento por parte del Ministerio de
Medio Ambiente", añade, "pero no sería costoso mantenerlo en
condiciones de viabilidad".

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