El Mercedes

El Gordo Martínez fue la oveja negra de la familia. El Gordo era hermano menor de mi madre. Mis abuelos lo habían mandado a estudiar a Madrid, donde paso siete años de estudiante. Después se fue por tres años a Hamburgo a sacar una Maestría y después dos años más a París a sacar un Doctorado.

En realidad El Gordo nunca estuvo inscrito en ninguna Universidad. Después nos enteramos que en Madrid se había unido a una banda de gitanos y llegó a ser conocido como un buen cantante del cante jondo y la siguirilla. En Hamburgo se unió a un grupo de judíos anarquistas y estuvo planeando la revolución, hasta el momento que el grupo decidió pasar de las reuniones de café a poner bombas en las calles. En París se dedicó a la vida nocturna y cuentan que frecuentó la compañía de putas, rufianes y hasta poetas.

Cuando mi abuelo decidió cortarle el envío de dinero, El Gordo tuvo que tomar medidas heroicas para mantenerse en Europa con el lujo a que se había acostumbrado. La medida heroica fue casarse con una francesa: fea, tonta y más vieja que él, pero poseedora de una gran fortuna.

Se pasó toda la vida viajando por el mundo. En sus viajes lo acompañó siempre la francesa. Nunca tuvieron hijos, "los viajes no nos lo permiten". La pareja regresaba a Francia dos veces al año: en el otoño cuando se iniciaba la temporada de teatro en París y en el verano cuando pasaban dos semanas en la Riviera y una en Biarritz. A nosotros nos visitaba una vez cada dos o tres años, la familia no podía hacer otra cosa que darse por satisfecha si querían que él siguiera viniendo, pues siempre fue dueño de sus actos y hacía lo que le daba la gana.

Mientras vivió la francesa no se le conoció ninguna aventura amorosa; era un hombre honorable a su manera. Estaba consciente del pacto en que había entrado con su compañera y lo honró al pie de la letra. La hizo feliz mientras vivió; siempre estuvo atento a sus deseos y la trataba con mucho cariño. Si el cariño era real o fingido, nunca se supo. Cuando murió la francesa, mi tío inició sus años de gloria; no perdonó mujer de ninguna clase. Por suerte esos años de gloria han sido guardados para la posteridad en un grupo de diarios, que El Gordo inició con la viudez.

Hay muchas cosas que nunca comprendí sobre mi tío, pero otras se fueron aclarando con los diarios que dejó. Mi tío murió hace ya tres años. Me había tomado cariño pues era el único de la familia que de verdad lo quería; los otros, o trataban de quitarle plata, o no lo comprendían o simplemente le tenían envidia. Mi padre, que es un hombre muy estricto, con una filosofía calvinista sobre las obligaciones del hombre en la vida, nunca le perdonó el hecho de que no trabajara. Él, sonriendo le contestaba: "el que trabaja es porque no sirve para más nada".

Los Diarios estaban entre los libros de su biblioteca y llegaron un buen día por barco junto con una escueta carta firmada por El Gordo. La carta decía lo siguiente:

"Me han diagnosticado cáncer en el pulmón, y no creo que viviré mucho más. Cuando el dolor se vuelva insoportable pienso tomar algo para solucionar el problema.

"La herencia que me dejó mi esposa la gasté en mujeres y champaña. Así que de bienes terrenales, mi querido sobrino, no te dejo nada. ¿Te sientes muy desilusionado? Espero que no sea así, pues te dejo algo mejor: mis diarios y una selección de lo mejor que tengo en mi biblioteca. Los libros puedes leerlos con calma, pero los diarios no dejes de leerlos de inmediato. Te garantizo que te darán una mejor educación que la que recibiste en las tontas universidades a la que te mandaron tus padres.

"Yo por mi parte, aprendí más de ética y moral de una gitana que llamaban La Malena, que de todas las escuelas donde me mandaron tus abuelos."

Los libros del Gordo forman parte de mi biblioteca y están a la vista de todos. Los diarios sin embargo, los guardo en la caja de seguridad de un banco. Hay cosas en esos libros que mejor quedan bajo llave. Pensar que la señora M. V., tronco de conocida familia, se iba de fin de semana con mi tío a la isla de Contadora, y que allí durante la noche, fumados en marihuana se ponían los disfraces de perro que había dejado una comparsa del carnaval y se hacían el amor ladrando en los jardines del hotel...

Vale la pena decir que busqué afanosamente en los diarios alguna pista sobre sus relaciones con la francesa, pero no pude hallar nada, siempre la recordaba con el mayor respeto. A su manera pues, le fue fiel hasta después de la muerte.

Cuando la familia hablaba de mi tío siempre acababan diciendo que en el fondo era un bandido, "imagínate que le robó el Mercedes a tu tía Raquel".

La tía Raquel era hermana de mi madre y del Gordo. Eran tres hermanos: mi madre la mayor, tía Raquel la segunda y El Gordo. Nunca comprendí por qué mi tío, que era un hombre muy rico, le había robado el Mercedes a mi tía Raquel, que era muy pobre.

Este episodio se aclara a la perfección en los diarios, de los cuales procedo a transcribir las páginas que siguen. Hago la salvedad de que, a través de la lectura, se le nota al escritor una personalidad prepotente y pomposa. Aunque algo de cierto hay en eso, también es verdad que El Gordo era un hombre bondadoso y quien lo conocía y quería (ya que lo uno iba de la mano de lo otro) sabía que su pomposidad no pasaba de ser una pantalla para proteger su alma juguetona de niño inocente.

Haciendo esa aclaración pues, procedo a transcribir parte de los diarios:

El telegrama me ha seguido a través del Magreb y del Oriente Medio, para finalmente alcanzarme en Turquía. El cónsul panameño en Casa Blanca se lo pasó al de Trípoli; ése, a su vez, al de Alejandría y éste al de Constantinopla, quien me lo entregó la noche que lo había invitado a cenar. "Urge tu presencia en Panamá stop grave problema familiar stop abrazos papá". leía el fatídico cable. El avión privado de un amigo me llevó esa noche a Madrid cruzando el Mediterráneo. Al día siguiente un avión comercial cruzaba el Atlántico trayéndome a Panamá.

Durante el viaje no pude dormir, se me presentaba continuamente la siguiente pesadilla: Mi padre está muy enfermo. Los negocios de la familia por consecuencia han sufrido. Mi padre y mi madre me ruegan que me quede y me haga cargo de los negocios de la familia. Me niego a dedicar mi vida a la venta al por mayor de artículos de plomería y así se los hago saber. Mi madre llora, mi padre me maldice, se produce una escena.

En el aeropuerto estaban mis padres esperándome. MI padre se veía sólido y saludable gracias a Dios. Me llevaron a la vieja casa familiar y no noté ningún síntoma de miseria. Ya aliviado del horror de la pesadilla les pregunté qué había sucedido.

--El problema es con tu hermana Raquel y el marido me dice mi padre.

--Están hablando de divorciarse y las mellizas están devastadas

añade mi madre.

--El problema no parece ser un asunto de faldas; Santiago nunca ha tenido fama de mujeriego y tu hermana me dice que es muy cumplido en la casa.

Por un momento no entendí claramente lo que me contaba mi madre, hasta que me percaté del significado que le daba a la palabra cumplir. Me pareció muy inapropiada la escogencia del vocablo, ya que el mismo implica obligación. A nadie se le ocurriría decir: "esta mañana el gallo cumplió con la gallina," o "lleven a la vaca en celo al potrero para que el toro cumpla con ella." Es sólo con nosotros los humanos donde el sexo puede pasar a ser una obligación.

--Dios sabe que no nos has salido bueno para el trabajo dijo mi madre.

--Pero para estos asuntos de relaciones humanas, parece que tienes una habilidad natural.

--Claro, no en balde se ha echado al buche a la mitad de las mujeres de por aquí dijo mi padre en un tono de reproche que no excluía algo de orgullo.

--Trataré lo que pueda, pero no les puedo garantizar nada, máxime cuando no hay causa aparente de conflicto.

--Quédate un par de semanas, y veremos qué pasa.

--Dentro de diez días comienza el festival religioso en Benarés, y debo estar allí les conteste.

--¿Donde queda Benarés? pregunta mi padre.

--Benarés queda en la India le contesto yo.

--Y ¿qué carajo vas a hacer a la India si ese lugar está lleno de piojos y enfermedades?

--Necesito ver el festival para un libro sobre las formas del misticismo religioso que estoy escribiendo. Y además, cómo sabes que la India esta llena de piojos si nunca has estado allí.

--No he estado allí porque yo soy un hombre responsable que me dedico a trabajar y no a vagar por el mundo.

--¡Se calman los dos! No se han visto en tres años y tan pronto se encuentran comienzan a pelear dijo mi madre.

--Me quedo una semana. En fin, si en una semana no se ha solucionado el problema, es porque no tiene remedio.

Aceptaron que pasara con ellos una semana y me fui a descansar hasta la hora de la cena.

Por la noche me sirvieron un ceviche de corvina, seguido de un delicioso tamal de olla, el cual acompañé con tres cervezas bien frías. De postre, flan hecho en casa, que acompañé con un coñac antiguo, que tenía mi padre aún sin abrir.

--No abras ese coñac que lo estoy guardando para una ocasión especial dijo mi padre.

--Pero si está sin abrirse desde mi viaje anterior, si esto sigue así la única ocasión que encontrarás propicia sera tu propio funeral le contesté.

--No, no, la llegada de un hijo es suficiente ocasión interpuso mi madre evitando así una posible discusión entre los dos hombre que adora. Esa noche dormí en mi antiguo cuarto, el de la parte de atrás de la casa, cuyas ventanas dan hacia un jardín interno protegido por los altos muros que rodean la propiedad. Ayer abrían hacia un mundo nuevo e inocente que me esperaba con los brazos abiertos. Hoy abren hacia un mundo viejo y cansado, fascinante, pero a veces hostil y traicionero. Esa noche me costó trabajo dormir, sentía nostalgia por la juventud perdida y no concilié el sueño sino hasta el amanecer. Antes de dormir me prometí hacer lo que estuviera a mi alcance para proteger el mundo infantil de las mellizas. El día siguiente visité a un par de viejos amigos y dediqué el resto del tiempo a caminar por las calles de mi ciudad. Renové el amor que siempre he sentido por ella; caminé por la Central, por la plaza de Santana, y Catedral. Al medio día me encontré con una mujer que había sido mi amante; estaba gorda, el tiempo había sido cruel con ella y fingió no conocerme. Yo para salvarle la vergüenza, fingí también no conocerla.

En el Casco Viejo encontré a los miembros de un circo recién llegado al país. Había una deliciosa trapecista mexicana que formaba parte del grupo. Los invité a comer a un restaurante francés en la Plaza de Francia, y me puse de acuerdo con la trapecista para pasarla a buscar después de la última función de la tarde. Esa noche tomamos dos botellas de champaña mientras cantábamos música ranchera en la habitación presidencial del Hotel Marriott. Al amanecer regresé a la trapecista a su hotel y yo me fui a dormir en casa de mis padres. No tuve ningún problema con el sueño en esa ocasión.

A la tarde siguiente visité a mi hermana Raquel. Vivía por aquel tiempo en un pequeño apartamento en el barrio de Perejil, junto con su marido Santiago y las mellizas. Mi hermana hizo lo posible por aparentar alegría, pero se notaba que la tristeza había esparcido sus raíces de mandrágora en su corazón. Mi hermana había perdido toda espontaneidad y la conversación se notaba lenta y cargada. Santiago nos acompañó unos minutos y después se excusó pues tenía que ir a trabajar. Las mellizas, que se encontraban en esa edad mágica en que dejan de ser niñas para convertirse en mujer, practicaban a ser dueñas de casa y me servían sodas y galletitas. La tristeza también se había afincado en ellas.

Al cabo de un tiempo mi hermana me dice; Bueno, Gordo ahora tienes que ir con nosotras a dar una vuelta en el Mercedes.

Llego ahora al punto central de mi relato: El carro lo tenían estacionado en el garaje del apartamento. Era un Mercedes Benz último modelo. La carrocería era de color perla metálico los asientos de cuero tenían ese olor sensual que tienen los carros de lujo; todo daba la impresión de despilfarro y afluencia. Era, pues, un carro para impresionar a la gente que se impresiona por ese tipo de cosas.

Yo, que no me dejo impresionar por vehículos de transporte que insomne, al amanecer, sobre cubierta, con el timón en la mano, dibujé arabescos con la estela de mi yate en el azul profundo del Egeo; que a lomo de yak llegué, con la puesta del sol, a las puertas del palacio de Potala impávido medejé pasear en el pecaminoso y obsceno vehículo.

--¿A qué se dedica ahora Santiago? le pregunté a Raquel al final del paseo cuando quedamos solos ella y yo conversando en la sala de su apartamento.

--Antes era ingeniero contratista, pero su compañía quebró. Problemas de flujo de caja dice que tuvo. Ahora trabaja con el gobierno en el Ministerio de Obras Públicas.

--¿Y le pagan tanto así como para tener ese tipo de carro?

--No, qué va, si apenas está comenzando en ese puesto. Verás; antes de que le fuera mal en los negocios nos estábamos llenando de plata y habíamos dado un pago inicial para uno de esos condominios nuevos de Punta Paitilla.

--¿Y por qué sigues en este apartamento tan chico?

--Es que todo se vino abajo de repente y hemos perdido hasta el abono inicial del condominio. Estábamos esquiando en Colorado, cuando nos llaman para avisarnos que un banco nos había secuestrado todos los bienes.

--Del veneno de la cobra, de los dolores del cáncer y de la furia del banquero, guárdeme Dios.

--Lo único que salvamos fue el Mercedes pues estaba a nombre mío.

--¡Qué suerte! al menos lo tienes pago le dije, con cierto alivio.

--No exactamente: Verás, sobre el carro habíamos hecho también el pago inicial y el resto lo estamos pagando en mensualidades.

--¿Cuánto pagas al mes? le pregunté asustado mientras me sentaba recto al borde de la silla. Raquel comenzó a explicarme el presupuesto familiar, y después de unos cuantos cálculos era obvio que Santiago trabajaba para mantener el carro. Gastaban más plata en la póliza de seguro del carro que en la educación de las mellizas. El presupuesto estaba tan estirado que no les quedaba plata ni para ir al cine.

--Te has vuelto loca, Raquel. Ese carro tienes que regresarlo pues va a acabar con Uds.

--Santiago no quiere; quedó muy triste con sus problemas de plata y cree que si regresa el carro la gente se va a burlar de él y van a creer que estamos en la pobreza.

--No exactamente Raquel. No están en la pobreza, lo que están es arruinados, que es un grado superior.

A Raquel no le gustó el chiste así que proseguí.

--Pero la póliza de seguro del carro ¿no podrías por lo menos tenerlo sin el seguro?

--No, porque es la garantía que tiene la agencia de que el carro queda pago en caso de un accidente o si alguien se lo robara.

--¿Como es eso de que queda pago si alguien se lo robara?

--Fácil, si alguien se lo roba la compañía de seguro paga lo que cuesta el carro nuevo. Le cancelamos a la agencia con esa plata y nos sobra dinero.

--¿Cuanto les sobraría?

--Suficiente para comprar un Toyota de contado me contestó Raquel con un sollozo de esperanza.

--Y ¿qué es este asunto de que tú y Santiago se quieren divorciar?

--Es que de repente Santiago le ha perdido la alegría a la vida y nos lo pasamos peleando por cualquier cosa.

--¿Por cosas importantes o por tonterías?

--Por tonterías. Que si la sopa está fría, que si le aplancharon mal las camisas...

--¿Será que te ha dejado de querer?

--No, yo creo que él, en el fondo, todavía me quiere. Dios sabe que yo sí lo quiero. Pero así, con tantas peleas y mal humor no podemos seguir juntos.

--Entonces no debe ser más que una fase pasajera, verás como dentro de poco todo se arregla le contesté confiado.

--¡Dios quiera! Suspiró Raquel.

--Raquelita. ¿Me podrías prestar el Mercedes esta noche? Lo necesito para salir con una amiga mejicana que he conocido.

--Tengo que preguntarle a Santiago, pero creo que no habrá problemas si prometes cuidarlo bien.

--Te lo agradezco pues el carro de mamá esta hecho una porquería. Tenía cita para salir con mi trapecista que se quedaba tan solo un poco tiempo más. En dos días partía el circo por carretera rumbo a Costa Rica.

Esa noche pasé a buscar el carro y lo primero que hice fue sacarle un duplicado al juego de llaves. Después fuí al circo e invité a todo el elenco de trapecistas a cenar. Quedaron encantados con el Mercedes. Los dejé de vuelta en el hotel y seguí con mi amiga a despedirnos.

Antes de llevarla de vuelta, le mostré donde se guardaba el carro. Cuando la dejé le entregué el duplicado del juego de llaves y le dije lo que tenía que hacer.

Han pasado dos días y me acabo de enterar que se han robado el Mercedes de Raquel. Las mellizas lloran. Raquel tiene una extraña sonrisa. Santiago no habla. Tengo reservación en el vuelo del miércoles en la tarde hacia la India vía Nueva York, Londres y Bombay.

Santiago habló con el corredor de seguros, le han prometido el cheque del seguro para la próxima semana fecha tope para declarar el carro como imposible de recuperar. Tengo los dedos cruzados.

Me cuentan las mellizas que fueron con Raquel y Santiago a ver los carros Toyota. Parece que se han enamorado de uno pequeño, color rojo, que ya las mellizas han bautizado con el nombre de "Tomate."

Hoy me cuentan que vieron a Raquel y a Santiago salir de un cine tomados de la mano.

Me acaba de llamar Raquel al borde del llanto. La compañía de seguros ha recuperado el Mercedes. Parece que se lo habían robado los miembros de un circo, y que ayer, borrachos, lo estrellaron contra un puente cerca de la frontera con Costa Rica. La policía los está interrogando ahora mismo.

Gracias a Dios mi vuelo sale en dos horas.

© A. Paredes 1997
Panamá.
aparedes@pananet.com

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