El arte de Johanna Hamann participa dialécticamente de dos principios sin comprometerse unilateralmente con ninguno de ellos. Dos pares de opuestos (idealidad y realidad; materia y espíritu; libertad y opresión; destrucción y creación) que podrían contraponerse planteando un estética de la dualidad y sus dramáticos conflictos. Sin embargo, este esquema conceptual aunque se aproxime, no logra abarcar aspectos esenciales de su exhaustivo trabajo. Sobre todo, en lo que se refiere a la creación de obras de arte (válidas por sí mismas), donde la sensibilidad, la imaginación y un sentimiento trágico de la realidad interactúan, en el sentido de proponer una respuesta concientizadora, una actitud creativa y sensible ante el sufrimiento, ante los antagonismos inherentes y externos que caracterizan nuestra existencia actual.El fierro o el serrucho que atraviesa y desgarra la madera o la piedra, que penetra y descompone un cuerpo humano, es como un símbolo de una situación social e histórica, pero también de una condición humana (arquetípica) que Johanna Hamann expresa intensamente en sus esculturas. No como resignación o nihilismo, sino siempre a través de la paradoja y la belleza del arte — como en una Crucifixión — pero en términos de los instintos y de la existencia, afirmando lo que somos: seres en un proceso de destrucción, confrontados con la precariedad y la muerte, mientras la resistencia vital y la creatividad se oponen, creando el momento de la tensión que las trasciende, revelándonos la dignidad de la vida y al mismo tiempo, al arte como su expresión cultural más profunda y compleja.
Octubre, 1991Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores
6-24 de noviembre de 1991
Inauguración: miércoles, 6 de noviembre de 1991
Hora: 7.00 p.m.Fotos: María Cecilia Piazza
Alicia Benavides
Impresión y Diagramación: Lolo/Didi Arteta
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