¿Es posible ser objetivos cuando hablamos de arte?... ¡Evidentemente no, si sólo se tratara de hablar, ya que entonces tan sólo proyectaríamos subjetivamente nuestra visión diferente de la realidad!Sin embargo, más allá de las direcciones bifurcadas, de las opciones personales, de las disputas o las ideologías, ¿será posible hallar, finalmente, lo objetivo en el arte?... ¡Sí!, pero sólo cuando se trata de ver, en vez de hablar sobre arte.
Me refiero, claro, a las artes plásticas (incluso aquí se constata la confusión babélica del lenguaje), ya que la comprensión de una obra de arte de esta naturaleza sólo se produce a través de la visión...
Y la visión, ¿qué es sino una especie de contemplación no racional, intuitiva, en la que el goce estético toca en lo profundo de la identidad humana? Alguien siempre se reconoce en la obra de arte.
Pero, ¿qué contemplamos?...
Dice René Huyghe que existe un punto fijo en el arte, el fin "al que tiende, al que aspira, al que cree aproximarse día tras día. Y este fin es la belleza".
He aquí lo objetivo del arte, la belleza que, por definición, es siempre inalcanzable, siempre elusiva. ¡Es su signo, su señal!Y no es lo mismo decir bello que bonito, como tampoco tienen que ver aquí el gusto o el disgusto. No es una cuestión ni de paladar ni de moda. La belleza siempre nos conmueve y nos acerca a la unidad.
Estas reflexiones surgen a propósito de una exposición notable, la de la escultora Johanna Hamann en el Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores.
Se trata de trabajos en mármol, fierro y madera ejecutados con un talento casi virtuoso (aunque limitado por cierto academicismo), sobrecogedor, en los que la sensualidad de la piedra, la fortaleza del fierro y la calidez de la madera estructuran volúmenes verticales y horizontales — figurativos o abstractos —, delicadamente texturados a fuerza de cincel y pulso... de pronto atravesados por agresivos planos triangulares que sugieren sierras, cortes, escisiones, desgarramientos, violencias exacerbadas.
¡Pero de ninguna manera dualidad!... He aquí el secreto y el poder de Hamann y la equivocación garrafal de su poeta dualista. Este parece olvidar o no darse cuenta de que el arte surge a medio camino entre la consciencia y el universo, permitiendo que la dualidad irreductible de la doble experiencia externa e interna del ser humano se reconcilie al fin.
(De Expreso, sábado 16 de noviembre de 1991)
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