Menuda, de facciones delicadas y movimientos pausados, nadie al ver a Johanna Hamann podría imaginar la gran fuerza que hay en su obra, salvo al mirar sus manos, esas manos grandes, fuertes, expresivas y nerviosas que se mueven constantemente y hablan por sí solas.Formada en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Católica, se inicia trabajando abstracciones en piedra, madera y cuero, fierro o yeso, con gran libertad... "en toda mi obra hay algo recurrente, esta piedra por ejemplo, la hice en la Escuela y ya tiene tensión, algo que quiere abrirse, hay un centro, tiene algo orgánico dentro."
Más tarde escapa de las especulaciones intelectuales para concentrarse en los modelos que le ofrece la vida misma, su experiencia, sus vivencias... "Desgarramientos, sensaciones, vivencias, ser humano... todos tenemos carne, todos tenemos huesos, me gusta trabajar con formas reconocibles, nos sentimos identificados con eso".
Su primera gran muestra individual la presenta con cuatro impresionantes piezas. La maternidad, representada por tres enormes vientres perforados, desgarrados, colgados en inmensos garfios que asemejan una carnicería. El carácter fuertemente expresionista de la obra lo da el material usado: yeso, gasas desgarradas, pitas colgantes... hace que alcance un dramatismo inusitado que conmueve al espectador.
El niño, representado por una tierna cabeza hecha en cera y encerrada sutilmente en un "útero de cristal" y un hermoso desnudo en yeso, moldeado por las manos de la propia artista, de suaves curvas que termina abruptamente mutilado con ataduras de cordel y estacas. Esta última pieza también fue presentada vaciada en bronce.
Johanna no vuelve a tocar el tema de la maternidad. Ahora trabaja figuras de gran formato donde encontramos un vigor excepcional en sus formas tensas y decisivas; realizadas con fierro y formadas en líneas casi verticales que dan una sensación de transparencia, quiere abarcar el espacio por todos lados y salir de la frontalidad de los vientres. Con la "Reja" sale de eso, esta escultura motiva sus dibujos y sus dibujos le dan el movimiento. "Yo siento que avanzo naturalmente, yo no trabajo sólo con el concepto. Hay un proceso natural en mí. Una cosa sugiere la otra y avanzo poco a poco... es como una secuencia, una manera de vivir".
En su luminoso taller de Barranco, Johanna trabaja mucho. Envuelta en un enorme mandil blanco, dibuja, esculpe, conversa y piensa. Hay huellas de todo ello: trozos de yeso, maderas, manos rotas, fierros que algún día... en ese proceso lento pero seguro que ella tiene, tendrá alguna forma con gran fuerza interior, habitada y llena de presencia.
"No quiero mistificar mi trabajo, pero es muy importante para mí. No podría hacer otra cosa, necesito de él. Tengo un mundo interior que proteger y estando bien conmigo misma puedo estar bien con lo demás".
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