La tercera exposición de Johanna Hamann (Lima, 1954) en la Municipalidad de Miraflores (noviembre, 1991) nos reveló a una artista para quien el arte constituye una búsqueda de la perfección en medio de las contradicciones implícitas en todo acto creativo que no se reduce unilateralmente a lo estético.En su concepto del arte "el trabajo intenso, el conocimiento de los materiales y las ideas" son las tres condiciones que definen la obra. En su exposición lo confirma. Las esculturas de Johanna Hamann se caracterizan precisamente por ser el resultado de un proceso creativo en el cual el trabajo manual transforma el material en función expresar una idea. Sin embargo, este procedimiento que parece tan sencillo, no lo es debido al nivel de excelencia que la artista se autoimpone para dar por concluida su obra. Esta rigurosidad significa, en términos temporales, que la realización de un escultura puede prolongarse durante semanas, meses e incluso años, paralelamente a una descarga continua de energía física. Pero este aspecto externo, cuantitativo, de transformación de los materiales hasta la creación de una estructura o unidad — la escultura —, obedece siempre a un cuestionamiento del arte y del artista en relación a la realidad (estética, social, cultural, ética). Esto equivale para Johanna Hamann, a poner en marcha su imaginación crítica que constantemente problematiza, durante su trabajo, tanto la materialidad de las formas en proceso de creación como su capacidad de expresar y comunicar la verdad. La idea de la verdad en las esculturas y dibujos de Johanna Hamann no corresponde a un principio racional, a una intelectualización, sino a un sentimiento y a una intuición de lo que es esencial o axiomático para el ser humano, lo que lo define en su confrontación con la realidad.
En su exposición de 1991 esta actitud es lo que confiere autenticidad a sus obras. La artista vive, se realiza y se trasciende en sus esculturas. Y en este sentido, no hay alienación, porque no encubre, sustituye, tergiversa o reniega de su verdad. Al expresarla desde su propia individualidad, como en un doble movimiento de interiorización y objetivación, es que logra comunicar humanidad a través del arte.
En su tercera exposición individual Johanna Hamann presentó cinco esculturas hechas de madera, hueso, piedra y fierro. En tres de ellas la representación de la forma humana "es un soporte, una referencia de lectura directa". ¿En qué consiste esta lectura directa? ¿Cuál es el código que la dirige? Sería obviamente ingenuo pensar que lo que trata de expresar es solamente el sufrimiento físico, corporal, cuando por ejemplo, en estas esculturas aparece un fierro o serrucho penetrando y desgarrando un cuerpo mutilado pero cargado de vitalidad y belleza artística. No es una representación de la muerte. Es la integridad corporal, la vida, acosada por la violencia y la adversidad que amenaza descomponer, corromper, destruir un organismo. Sin embargo, en estas esculturas, la presencia de la forma corporal — la materialidad expresiva de la obra — no aparece en una actitud de resignación, doblegada y vencida, sino en posición de resistencia, de oposición. En las esculturas y dibujos expuestos este conjunto de tensiones o de fuerzas generadas y visualizables a través de lasa formas (vectores) constituyen una unidad, una estructura dinámica en la cual ellas interactúan. Separarlas racionalmente para analizarlas — fuerza pasiva, fuerza activa, neutra, negativa o positiva — sería anularlas en relación a la obra de arte. Su unidad es la que origina y fundamenta el valor de la forma, su poder simbólico, su inefabilidad.En las esculturas de Johanna Hamann se percibe y se intuye un involucramiento de la artista con la subjetividad de nuestra sociedad, como si en ellas se expresara la dimensión interior de los seres humanos que viven en esta realidad, con sus extremos de frustración y belleza, de violencia y solidaridad. Sus esculturas no son, pues, el producto de una imaginación morbosa o perversa. Corresponden más bien a una perspectiva, a una sensibilidad — más que un estilo — artísticas, donde los extremos no se excluyen. El arte de Johanna Hamann participa dialécticamente de dos principios sin comprometerse unilateralmente con ninguno de ellos. Dos pares de opuestos (idealidad y realidad, materia y espíritu, libertad y opresión, destrucción y creación) que podrían contraponerse planteando una estética de la dualidad y sus dramáticos conflictos. Sin embargo, este esquema conceptual aunque se aproxime, no logra abarcar aspectos esenciales, que se expresan — de modo inherente — en la materialidad (volumen, textura, relaciones espaciales), en las estructuras morfológicas, dinámicas y escalares de sus esculturas y dibujos.
(De Lundero. Suplemento Cultural de "La Industria", Chiclayo-Trujillo, Perú, domingo 6 de diciembre de 1992, p. 10)
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