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Del 6 al 24 de noviembre expone en la Municipalidad de Miraflores Johanna Hamann (Lima, 1954). Sus esculturas y dibujos proponen un consecuente compromiso con el arte y una percepción sensible de nuestra realidad. Ella es también profesora de la Facultad de Arte de la U. Católica.
— ¿Cuál es la situación de la escultura?
— Al margen de los problemas concretos de la mayoría de los peruanos, se nos enmarca siempre dentro del mismo contexto social, lo cual limita uno de los principios del arte, que es comunicar, e inhibe la relación dialéctica entre espectador y obra, que es donde se realiza el arte.
— Pero, ¿qué quisiera Ud. comunicar con sus esculturas?
— Comunicar en el sentido de hacer conciencia de la realidad que vivimos, transformándola en obra de arte, como una actitud liberadora y responsable en nuestra vida.
Utilizo la representación humana como forma de comunicación directa. En mis esculturas hay una percepción compartida de la agresión, de la violencia que todos conocemos. Es una realidad en tensión que yo como artista expreso en mis esculturas.
— ¿Tanta violencia simbólica contribuye en algo a superarla?
— Reconocer causas y consecuencias de la violencia es una forma de superarla, de saber cómo condiciona nuestra percepción y nuestra experiencia de la realidad. La elaboración artística que hago es ya un esfuerzo de transformación. Para que se forme una actitud interior en la confrontación del espectador con mis esculturas, y que lo libere de la opresión y la angustia de vivir en situaciones críticas, donde la sensibilidad y la imaginación están involucradas.
— La escultura presupone un gran esfuerzo físico y uso de herramientas pesadas. Como mujer, ¿por qué decidió ser escultora?
— La escultura implica un proceso de aprendizaje. Ir conociendo los materiales, de los más blandos a los más duros, y a manejar las herramientas, que pueden ser pesadas y peligrosas. Ser mujer y ser escultora no están en oposición. Nosotras, las mujeres, somos también física y espiritualmente fuertes, como lo demostramos tanto en el arte como en la vida cotidiana.
(De La República, Lima, miércoles 6 de noviembre de 1991, Cultural, p. 24)
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