ELLA
Una sala atestada de rostros desconocidos,
personas ajenas, diferentes, llenando una sala que huele a
rancio. El olor de la estancia se mezcla con el sudor, la colonia
barata del tipo del smoking, las manos con aroma a mandarina del
tipo gris del traje marrón, y el perfume de la chica de la blusa
azul. En esta selva de rostros, solo uno llama mi atención. A
quién no le ha ocurrido en algún momento de su vida, estar en
la calle, en el metro, en cualquier sitio, y de repente descubrir
que no puedes apartar la mirada de alguien, que una persona exige
la atención de tus sentidos en silencio, en ese juego de
magnetismo habitualmente oprimido por la "moral"
social. No puedo apartar la vista de la chica de la blusa azul.
Tiene unos ojos grandes, limpios, aparentemente verdes... no me
llega tanto la vista. El cabello rubio, trenzado, le acaricia la
espalda, afortunado... A pesar de estar sentada, puedo apreciar
la generosidad de sus proporciones, y me derrito ante las
posibilidades...
Me apetece acercarme a ella y
decirle algo, pero no quiero resultar ofensivo, ni violentar al
resto de la sala, esos perros hipócritas que ocultan sus
instintos bajo trajes de franela y expresiones adustas.
Los sonidos del recinto no me afectan mientras la contemplo, día
tras día, como si el tiempo no transcurriera. A veces, el tipo
del smoking, o el del traje marrón, se levantan, caminan e
intercambian palabras, pero son meras sombras que no distraen mi
atención. Ella me mira de vez en cuando, seria y algo turbada.
Creo que le ocurre algo parecido a mí, siente un impulso al que
solo se resiste por las escrutadoras miradas, llenas de
intención, de los perros hipócritas. Espero que no me considere
uno más de esa basura que la observa con afanes lascivos. He de
acercarme a ella para sacarla del posible error. Intento
levantarme, pero dos hombres me sujetan fuertemente. El hombre
del smoking me mira con odio y se sienta. De repente, un
estrafalario personaje se dirige a mi chica. Porque no hay duda,
es mi chica, futura compañera de noches de terciopelo rojo a la
luz de la luna.
La envidia corroe a los hombres que me retienen, porque ella me
mira a mí, sólo a mí, mientras me dedica sus primeras
palabras, con voz firme y decidida:
- "Nosotros, el jurado, consideramos al acusado, Jason
Adams, culpable de violación y homicidio en primer grado en los
casos de Sarah Jackson, Lindsey Johnson, Margaret Tucker y Grace
Stevens. Debido a la extrema crueldad de los crímenes y al nulo
arrepentimiento del acusado, recomendamos la pena capital."
Su voz era dulce y melódica, y denotaba una pasión y una
convicción que excitaban lo más recóndito de mi ser. La prueba
de que me amaba es que no me quería compartir con nadie...
Antes de que todo acabara, intentaría tener con ella unos
momentos de intimidad. Estaba seguro de conseguirlo. Otra vez...
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