Versiones 23
Diciembre 1998 - Enero 1999
Año del tigre
Director: Diego Martínez Lora

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La aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión


Cuento Africano:

La gacela y el leopardo(*)

La gacela le dijo al leopardo:
- Como estamos en la estación seca, ya deberíamos de estar arrancando la malahierba para que nuestras mujeres puedan plantar tan pronto como las primeras lluvias lleguen.
- Bien, dijo el leopoardo. No podré ir hoy día, pero tú muy bien podrías hacerlo.
La gacela fue y durante todo el día cortó toda la maleza y limpió el terreno para que pudiera ser sembrado.
Al día siguiente la gacela también fue sola a trabajar.
En el tercer día el leopardo llamó a la gacela y le pidió para ir con él a la plantación, pero la gacela le dijo que estaba enferma y que no podía ir, así que el leopardo fue solo.
Al otro día, el leopardo fue a buscar de nuevo a la gacela, pero no la encontró.
-¿A dónde se habrá metido?, se preguntó el leopardo.
-Oh, verdaderamente no está.
Y cada día que el leopardo iba a buscar a la gacela, ella estaba enferma o fuera del pueblo, así que el leopardo solo hizo todo el arduo trabajo que faltaba. Luego las mujeres plantaron y cuando todo ya estaba listo para ser cosechado, la gacela fue a mirar la plantación. Se puso tan contenta por los excelentes resultados que pensó en lo felices que se pondrían sus amigos si él organizara una fiesta. Llamó a todos los antílopes y a otras bestias del campo, y ellos tuvieron una fiesta espléndida.
Más tarde el leopardo pensó en ir a ver cómo estaba su plantación y tan pronto como llegó exclamó:
- Caray, ¿quién ha estado aprovechándose de mi plantación y se ha comido mi maíz? Aaah, no. Tenderé una trampa para atrapar a los ladrones.
Al día siguiente, los animales dirigidos por la pequeña gacela, fueron de nuevo, y ella les advirtió:
- Tengan cuidado, porque el leopardo seguramente ha colocado alguna trampa.
Pero el antílope no tuvo cuidado y cayó en la trampa del leopardo.
- Ya ves, le dijo la gacela, te dije que seas cuidadoso. ¿Ahora que haremos? Los demás ya huyeron y nos han abandonado. Yo no soy lo suficientemente fuerte para libertarte.
El leopardo apareció después y se regocijó grandemente por haber atrapado al ladrón. Llevó al antílope a su pueblo.
- Por favor, señor, la gacela me invitó a venir, lloraba el antílope. No me mate, no me mate.
- ¿Cómo podría atrapar a la gacela?, replicó el leopardo. No, tendré que matarte de todos modos.
Y así lo mató y se lo comió.
Cuando la gacela se enteró de lo que había hecho el  leopardo, se enojó tanto y dijo que los animales tenían todo el derecho de comer los alimentos que el leopardo, como jefe, había provisto para ellos. ¿Acaso no era la obligación de un padre dar de comer a sus hijos?
- Bueno, bueno, no importa. Nos tendrá que pagar por lo que ha hecho.
Luego la gacela hizo un tambor y lo tocó hasta que todos los animales acudieran para danzar. Cuando estuvieron reunidos todos juntos, la gacela les dijo que tendrían que vengarse del leopardo.
El leopardo escuchó el tambor y le dijo a su esposa:
- ¿Vamos a danzar?
Pero su esposa le dijo que prefería quedarse en casa, y no fue. El leopardo sí fue, pero ni bien llegó lo atraparon y lo mataron.
Cuando la danza terminó, la mujer del leopardo se preocupó porque su marido no regresaba. La gacela le envió la cabeza del leopardo, despellejada, como la  parte de la fiesta que le tocaba  e ignorando que era la cabeza de sus marido, se la comió.
- Oh, qué verguenza, dijo la gacela. Te has comido la cabeza de tu marido.
- No, señor. Verguenza debes de tener  tú, por habérmela dado como comida, después de haberlo asesinado.
Y ella lloró y maldijo a la gacela

(*)Este cuento proviene de los Bakongo (Zaire). Forma parte del libro La gorda que se derretía y otros cuentos del África Negra (Selección y traducción de DML)

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