Versiones 25
Abril/Mayo 1999
Año de la liebre

La aventura de compartir la vida, las lecturas, la expresión...

Director: Diego Martínez Lora

Versiones se hace desde Portugal para todo el Mundo
Ana María Trelancia(*)

Mi hijo, el médico


Leyendo una revista, me di con un artículo sobre la tan mentada inteligencia emocional, tema al que el filósofo y sicólogo norteamericano Daniel Goleman dedicó un exitoso libro publicado en 1995. Tanto Goleman como otros estudiosos intentan restar importancia al concepto de coeficiente intelectual (CI) como medida "única y universal" de la "inteligencia". Existen varios "tipos de inteligencia", señalan los expertos y ya es hora que los dejemos salir de las sombras para poder apreciar la riqueza del alma humana en todo su esplendor.

Pero, ¿será posible que cambiemos nuestros parámetros al punto de llegar a admitir que Charles Chaplin, Rigoberta Menchú y hasta la Princesa Diana, quizás, provoquen la misma admiración por su inteligencia -emocional- que la que producen los Einstein del mundo?

Piense usted mismo cuántas veces ha alabado la "inteligencia" de un niño en base a sus habilidades matemáticas y cuántas otras se ha encontrado diciendo : "qué inteligente es fulanito; cómo sabe comunicarse con los demás o cómo se conoce a si mismo..." Parece que nuestra cultura occidental nos predispone a valorar más la "habilidad mental" de un científico de la NASA que la de un tipo que se lleva de maravillas con su suegra.

A muchas personas les molesta el término "inteligencia emocional". Prefieren llamarlo "capacidad de insight", "autocontrol" o "autoestímulo", entre otros. Independientemente del nombre que le pongamos, algunos poseen esta capacidad y otros, no. Todos conocemos a alguien que se lleva bien con todo el mundo. Esas personas que pueden "venderle un helado a un esquimal". Individuos que superan, con gracia inusitada, las situaciones más traumáticas y difíciles. Personas que dominan sus emociones, encauzándolas a su favor, aún durante las pruebas más difíciles. Gente que entiende a los demás, que se conecta fácilmente con otros individuos o grupos de personas sin importar cuan distintos a él sean. Estas personas que alcanzan un gran "desarrollo personal" que les permite cruzar fronteras que, para la mayoría de los mortales, son infranqueables. En otras culturas, estas personas son "curanderos", "consejeros"o dirigentes de su pueblo. En la nuestra -salvo raras excepciones- son sólo tipos "sociables", "conversadores", "amigueros" o "empáticos". En el oriente, se enseña a los niños a meditar, a conocerse a si mismos y a dominar (no reprimir) sus impulsos en favor de su crecimiento personal. También se les enseña a sumar y restar, pero la importancia que se da a los distintos "tipos de conocimiento" es diferente. La "inteligencia emocional" es, para ellos, más valiosa. Conocerse a si mismo es el primer paso para conocer el mundo y su ciencia. Saber manejar las emociones en correspondencia a ciertos "valores morales", también es importante.

E n cuanto a la noción de "éxito" ligada a la "inteligencia emocional", sería bueno aclarar que no todos los problemas que se nos presentan en la vida tienen solución. Una persona con "inteligencia emocional" será capaz de comprender esto y seguir "funcionando".Si esto es obrar con éxito o no, dependerá de quien lo juzgue.

Es posible que ningún tipo de "inteligencia" o "habilidad " nos garantice una vida plena pero, a la larga, tengo la certeza que -tarde o temprano- "mi hijo el médico" envidiará la capacidad de su hermano para entenderse con un anciano regañón. 



(*)Ana María Trelancia, bióloga y escritora peruana. Vive en Lima.

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