PORTUGAL (I)

Fado de Lisboa, fado de Coimbra





Me preguntas qué es fado. Si lo que buscas es el significado literal, sería "hado, destino", lo mismo que "saudade" podría traducirse como "añoranza, melancolía o nostalgia". Pero nunca se transmitiría con ninguna de esas traducciones todo lo que hay envuelto en ambas palabras. Son más que música o poesía; constituyen toda una actitud y un modo de vida. "Fado es todo lo que digo/ y todo lo que no puedo decir", cantaba Amália Rodrigues. Pero cuidado, "que nadie pretenda ver el mar en un vaso de agua" y decir que el fado constituya exactamente el alma y carácter lusos.

Existen muchas teorías sobre el origen de la canción nacional portuguesa por excelencia. Algunos hablan de las influencias de la música de las antiguas colonias (brasileñas y africanas) en la población interétnica que se estableció en el barro lisboeta de Alfama y de que originalmente "fado" se aplicaba a una forma de baile de raíces africanas con acompañamiento de guitarra (el lundu o lundum, un canto de cosecha congoleño que se hizo popular en Brasil un siglo antes). Otros hablan de las influencias magrebíes o árabes, celtas (por el sonido de la guitarra) o incluso de la música búlgara (por las influencias gitanas). Quién sabe. Lo único que conocemos de seguro es el crisol donde todos esos elementos y algunos otros confluyeron: "que vino del mar y recaló para siempre en Lisboa".

Por otro lado no hay que olvidar un factor importantísimo que tiene también su manifestación en la música portuguesa: la larga tradición de la literatura y la poesía, tanto en su vertiente culta como popular. Se ha dicho que "el texto es el 50% del fado", y efectivamente así es en la mayoría de los casos. La lírica del fado, la poesía hecha música de Madredeus, el cuidado que ponen en sus letras cantautores y hasta grupos de rock (alguno de ellos con hasta un par de letristas oficiales) no es sino un reflejo de ese riquísimo acervo cultural luso.

El espíritu del fado es eminentemente triste: "el fado es belleza disfrazada de saudade", que dijo alguno. Mísia lo define como "la forma como los portugueses hacen lectura de las tragedias humanas", aunque también puede extenderse al elogio o la sátira. Es un estilo que trata temas universales como "la soledad, los celos, la tristeza, el amor, la muerte". Pero por sus orígenes en barrios marginales no deja de haber algunos "con letras machistas, o donde se exalta la pobreza o el analfabetismo". También es cierto que aunque no faltaron los fadistas (como el clásico Alfredo Marceneiro), "el fado es [por antonomasia] femenino. La emoción que produce un fado cantado por una mujer es superior a lo que expresa un hombre", tal vez porque "las mujeres están más cerca de las realidades que hacen mover el mundo que los hombres".

Cita - Fado: voz de mujer y guitarras hacen lectura de las tragedias humanas

Fadista femenina o masculino, lo único obligado es el acompañamiento: guitarra portuguesa y guitarra española. La guitarra portuguesa aporta ese sonido dulcemente lastimero: "cuando se toca con mimo, la sientes llorar", que me dijo una vez un portugués. La guitarra española acompaña y refuerza el ritmo y la melodía. A veces también se aderezan a estos el violín o el acordeón, aunque lo usual son las dos guitarras sin más. En cuanto a su estructura, la forma más convencional es cantar las estrofas sobre una melodía de 8 compases y ritmo binario (2/4) con distribución simétrica. Los versos se ven claramente también agrupados de dos en dos, de modo semejante al latir del corazón: sístole y diástole alternativamente.

Pie de foto 1- Alfama, el barrio más antiguo y popular de Lisboa, es la cuna del fado

El aura legendario del fado se comienza a gestar con la figura de una mujer: Maria Severa de Sousa. Fue la primera gran fadista que se recuerda, y la que comenzó con la tradición de la vestimenta y el chal negros mientras actuaba. Eso fue tan temprano como para 1836. Maria Severa nació (como no) en el barrio de Alfama, y en su tiempo causó gran revuelo por un trágico romance que tuvo con un tal Conde de Vimioso, lo cual no hizo sino atraer la atención pública a lo que no era hasta entonces (al parecer) sino una canción popular asociada a las clases bajas. El conde era además torero, con lo cual el fado y los toros quedaron asociados inevitablemente (¿a qué me recuerda eso?).

Y desde entonces hasta ahora, sobre todo debido al aislamiento al que ha estado sometido Portugal, el núcleo central del fado ha sufrido pocos cambios. Todavía puede escucharse en Alfama o en el Bairro Alto, en restaurantes, cafés y casas de fado.

El fado precisa del momento, del ambiente y el contacto con el público. Es por ello que no es tan fácil transmitir la magia del fado en un disco. Lo cual no quiere decir que sea difícil encontrar grabaciones. Las primeras datan de cerca de 1910, y siguiendo hasta 1936 encontramos toda una serie de discos llamados "Arquivos do Fado" (Archivos del Fado) que recogen por ejemplo voces consideradas míticas dentro del género como la de Madalena de Melo, María Silva, Celestina Luisa o Adelina Fernandes en (*)"Arquivos do Fado vol. III: As fadistas de Lisboa (1928-1931)" o piezas instrumentales a las guitarras como la de Armandinho, el intérprete por excelencia del fado en (*)"Arquivos do Fado vol. IV: Armandinho (1928-29)". Algunos de estos discos pueden encontrarse todavía en tiendas grandes o en catálogos de venta por correo.

Cita - Maria Severa y Amália Rodrigues, los dos mitos del fado lisboeta

Pero la reina del fado no puede ser otra que la gran Amália Rodrigues, también nacida en el barrio de Alfama, hija de una pobre vendedora de naranjas. Comenzó su carrera de fadista en 1939, y desde entonces nadie ha discutido que quien manda en el fado es ella. Algunas de las grabaciones que podríamos mencionar de Amália son (*)"Fado Lisboeta", la recopilación de grandes éxitos de los 50 "O Fado" o (*)"Monitor presents Amália Rodrigues" grabado en directo en el Olimpya de París en 1960. Tras más de cinco décadas ya está retirada de los escenarios. Y ya hay algunos buscándole sucesora.

Claro que las comparaciones son odiosas. Amália representa más que una cantante, toda una época. Y las nuevas generaciones no quieren ni pensar en heredar el trono. "No soy fadista, soy cantante de fados. No quiero repetir lo que otros hicieron bien en su época", dice Mísia. Dulce Pontes tampoco quiere la etiqueta de fadista, pues su repertorio es mucho más amplio y abierto hacia otros estilos. A todo esto algunos han visto en Teresa Salgueiro esa gran voz sucesora. Pero hay un problema: lo que hace Madredeus no es fado. Ni parecido. Tal vez esté emparentado, eso sí, con esa sonoridad y sentimiento de "saudade" portugueses. Pero nada más. Y aún así, no sé si es cierto, pero cuentan que cuando Amália escuchó cantar a Teresa, dijo: "Por fin".

Pie de foto 3- Amália Rodrigues es la reina del fado.

Y es que, como también expresó un periodista: "el fado es tan parte de Portugal como el oporto. Pero a diferencia del vino que mejora con el tiempo, el fado simplemente se ha hecho viejo. Viviendo de su anterior gloria pero atascado en sus costumbres, se ha convertido en algo obligatorio para los turistas pero ha perdido interés para una generación más joven educada en el pop-rock". El "encorsetamiento" que se ha dado en el género ha dado escaso margen para la innovación.

Cita - "Si es posible la actualización de otras músicas étnicas, ¿por qué no hacer lo mismo con la música portuguesa?" - Dulce Pontes

Y aquí es donde entran las nuevas generaciones. "Si es posible la actualización de otras músicas étnicas, ¿por qué no hacer lo mismo con la música portuguesa?" plantea Dulce Pontes. El problema sólo es uno, pero un tanto grave: "los portugueses tienden a desvalorizar nuevas iniciativas" (Vitorino Salomé) . Cuando Madredeus empezaba, les decían cosas como: "¿Pero qué hacéis? ¿Dónde está la guitarra portuguesa?" o "¿Si esta chica canta tan bien por qué no canta fados?". Aunque hay que decir que con el tiempo los portugueses han llegado ha ser los fans número uno de Madredeus, y que también están respondiendo gradualmente a otras iniciativas semejantes. Otro problema tenía que ver con un cierto "prejuicio cultural contra el fado; la 'inteligencia' lo consideraba reaccionario". Ahora "para los intelectuales portugueses, el fado ya no es una horterada" (Mísia).

Pie de foto 5 - El repertorio de Dulce Pontes trae a la memoria algunos fados magníficos. A la izquierda, las guitarras portuguesa y española.

Pese a lo que les pese a los puristas y a los críticos musicales que los califican de contradecir "la más pura y noble cultura portuguesa de nuestro tiempo", la renovación está en marcha. Y digo yo, si no fuera por ella, ¿quién hablaría hoy de Amália Rodrigues o Zeca Afonso entre la juventud, o fuera de sus fronteras? Nadie, o casi. Así que más bien deberían estar agradecidos a gente como Madredeus, Mísia o Dulce Pontes. "Había muchas personas en Portugal, sobre todo los jóvenes, que no conocían muy bien su música al estar sometidos a un continuo bombardeo de influencias anglosajonas. Ellos, que se estaban desprendiendo de sus raíces, parece que retornan, merced a propuestas como la nuestra, a sus orígenes. Creo que se está harto de escuchar las mismas formas y se hacen necesarias otras cosas" (Dulce Pontes). Y ya hay otras cosas. Pero antes de entrar en lo que será el segundo artículo de este monográfico, nos queda por ver la otra cara del fado: el de Coimbra.

Coimbra es una ciudad de antigua tradición universitaria en Portugal (hasta 1911 la única en el país), como un equivalente de Salamanca, para que nos entendamos. Un lugar donde la literatura y la poesía se respiran en cada calle. Para los años 20-30 el estilo de canción conocida como fado de Coimbra cobró mucho auge. Aún hay grabaciones de muchos de estos cantantes como los profesores Edmundo de Bettancourt o Lucos Junot, y los guitarristas Artur Paredes o José Joãoquim Cavalheiro. Estos se interesaron mucho por recuperar elementos populares de distintas regiones; algunos de estos hubieran de otro modo desaparecido de no ser por su labor. "Arquivos do Fado vol. V: Fado de Coimbra (1926-1930)" recoge la música instrumental y vocal de este otro lado de la tradición.

Cita - Desde el fado de Coimbra, José Afonso ha llevado la música portuguesa a una renovación que continua hoy en marcha.

Si bien el fado de Coimbra mantiene el mismo acompañamiento que su hermano de Lisboa (guitarra portuguesa, guitarra española o "viola", y a veces violín y acordeón), su forma de ver la vida es algo distinta. Es más refinado y menos trágico. Alguien lo definió como "la canción de aquellos que retienen y acarician sus ilusiones, no la de aquellos que las han perdido irremisiblemente". Por supuesto, ambos comulgan del espíritu común de la "saudade". También en Coimbra tiene su origen una variante bailable del fado llamada bater.

Pie de foto 6 - Coimbra, la antigua ciudad universitaria a medio camino entre Lisboa y Oporto, es hogar de un tipo de fado más refinado y de una variante bailable.

Cuando uno lo analiza, por otro lado, parece ver un cierto contraste entre los dos: Fado de Lisboa, nacido entre las clases menos favorecidas, y fado de Coimbra, entre las clases más cultas. Fado de Lisboa con Amália Rodrigues como asociado al anterior régimen, al fado más tradicional, y fado de Coimbra con José Afonso como asociado a la democracia y a la renovación.

Precisamente terminaremos nuestro repaso hablando del cantautor José Afonso, una de las figuras clave que más ha influido en la música portuguesa de los últimos años. Nació en 1929 y pasó su infancia en las colonias portuguesas de África. Ya en Portugal se dedicaría a la enseñanza y a la renovación del fado de Coimbra, al cual dedicaría su primer disco ("Fados de Coimbra", de 1956). José Afonso haría evolucionar este estilo llevándolo a través de la balada o trova en los años sesenta, y confluyendo también en él las influencias de lo popular, tanto de Portugal como de las colonias africanas. A mediados de esa década daría clases en Mozambique, desempeñando una intensa actividad política. De vuelta a Portugal se le prohibió ejercer la docencia y se dedicó de lleno a la canción de autor con unas letras incisivas que denunciaban los muchos abusos sociales y una voz llena de emoción entonando no menos bellas melodías. José Afonso moriría en 1987, no sin dejar tras de sí un riquísimo legado: su extensa discografía (más de 20 discos) y decenas de canciones inolvidables que seguirán sonando en boca de tantos y tantos intérpretes por mucho, mucho tiempo. Pero por encima de todo, habría que decir que la renovación de la música portuguesa tiene un nombre propio: José Afonso. Con él han trabajado músicos y autores que después han llevado la iniciativa: Julio Pereira, Guilherme Inês, José Mario Branco y cantautores como Fausto, Vitorino o Janita Salomé.

Por supuesto, podríamos extendernos con su discografía mucho más de lo que pretendemos aquí. Por citar algunos de sus trabajos: uno de los que más fácilmente se encuentran es (*)"Cantigas do Maio" (1971), que contiene entre otros el tema "Grândola Vila Morena", que se hizo himno de la Revolución de los Claveles que trajo la democracia. También podríamos destacar "Coro dos tribunais" (1974), (*)"Ao vivo no coliseu" (1983), disco doble grabado en Lisboa, y su último trabajo, (*) "Galinhas do Mato" (1987).

No sé si hay tanto saliendo de Portugal como a veces se hace ver. "Tanto" en Nuevas Músicas no creo (y no me parece que sea), pues la población (apenas 10 millones) tampoco es tan amplia como para permitirlo, y así lo reconocen muchos de ellos. Pero aunque sean pocos, eso sí, hay que reconocer en muchos de esos músicos ideas, iniciativas y actitudes que falta haría que otros países tomaran (y tomáramos) más en cuenta. Sí, hay algo que se mueve en Portugal: son la nueva "saudade".

- J.E.


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