Almas Negras
Aquí podrás encontrar obras de grandes maestros, fundadores de la doctrina oscura, gente que sin ella, nuestro presente no seria el mismo, personas que abrieron nuestros ojos a Satán y a muchas cosas más. Todavía estoy trabajando para poner mas de sus manuscritos esto es lo que les muestro por ahora...
No me dejaran mentir si digo que si no fuera por el nuestro el Satanismo no seria lo mismo; él lucho por que su alma fuera escuchada a través del tiempo y lo logro, ahora su legado vivirá dentro de nuestros corazones... De las flores del mal:
Plegarias de un pagano... La destrucción... Lo irremediable... Letanías de Satán...
No disminuyas tu fuego,
Conforta mi corazón aterido,
Voluptuosidad, tormento del alma,
Exaudi supplicem, Diva!
¡Diosa en el aire esparcida,
en nuestro subterráneo, llama,
escucha un alma consumida
que el broncíneo canto te aclama!
Voluptuosidad, ¡Se mi reina para siempre!
Disfrázate de Sirena,
Hecha de carne y terciopelo,
O viérteme el hondo consuelo,
Del vino, místico y fantástico,
Voluptuosidad, espectro elástico...
El demonio se agita a mi lado sin cesar;
Flota a mi alrededor cual aire impalpable;
Lo respiro, siento como quema mi pulmón
Y lo llena de un deseo eterno y culpable...
A veces tomo, conocedor de mi amor al arte,
La forma de la más seductora mujer,
Y bajo especiales pretextos hipócritas
Acostumbra mi oído a nefastos placeres...
Así me ha conducido lejos de la mirada de Dios,
Jadeante y destrozado de fatiga, en medio
De las llanuras del hastío profundas y desiertas,
Y arroja a mis ojos, llenos de confusión,
Sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡Al aparato sangriento de la destrucción!...
Una idea, una forma, un ser,
Partió del azul y cayo
En un Estigio fangoso y plúmbeo,
Del que al mirar del cielo ha huido...
Un Angel, imprudente viajero,
Que tentó el amor de lo deforme,
Como en el fondo de una horrible pesadilla
Se agita un nadador...
Y luchando, ¡fúnebre angustia!,
Contra un gran remolino,
Que va cantando como un loco
Y piruetea en las tinieblas;
Un desaparecido embrujado
En sus fútiles tanteos,
Para huir de un lugar lleno de reptiles,
Buscando la luz y la llave,
Un condenado descendiendo a oscuras,
Al interior de una gruta con su olor
Lleva la húmeda profundidad,
De una escalera sin barandilla,
Donde monstruos viscosos velan,
Cuyos grandes ojos fosfóricos,
Hacen la noche más negra,
Y solo son vistos por ellos;
Un navío preso en el polo,
Como en una trampa de cristal,
Buscando por que fatal camino
cayo en esta redada:
-Signos claros, cuadro perfecto
de una fortuna irremediable,
que hace pensar que el Diablo
¡Da por bueno cuanto hace!...
¡Oh, tú, el más bello de los Ángeles! Dios traicionado por la suerte y privado de alabanzas.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
¡Oh príncipe del exilio al que han hecho injusticia, y que, vencido, siempre se muestra él más fuerte!
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, que todo lo sabes, rey poderoso de las cosas subterráneas, curandero familiar de las angustias humanas.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú que incluso a los leprosos y parias malditos, a través del amor muestras el paraíso,
¡Oh Satán apiádate de mi larga miseria!
¡Oh, tú, que en la Muerte, tu vieja y fuerte amante, engendras la Esperanza, una loca encantadora!
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, que pones en el proscrito esta mirada tranquila y altanera que todo un pueblo condena alrededor de un patíbulo.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, que sabes en que rincones de las tierras envidiadas, el Dios celoso guarda piedras preciosas.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, cuya mirada clara conoce los profundos arsenales, donde duerme amortajado el pueblo de los metales.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, de quien la larga mano oculta los precipicios al errante sonámbulo al borde de los edificios.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, cuya magia anima los viejos huesos del borracho pisoteado por los caballos.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, que para consolar al hombre débil que sufre, nos enseñas a mezclar el azufre y el salitre.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú, que dejas tu marca, cómplice sutil, en la frente del Creso despiadado y vil.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Tú que pones en el corazón y en los ojos de las mujeres el culto al harapo y el amor de las llagas.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Báculo de exiliados, luz de inventores confesor de asesinos y conspiradores.
¡Oh Satán, apiádate de mi larga miseria!
Padre adoptivo de aquellos que en su negra cólera del paraíso terrestre arrojó Dios Padre.
¡Oh Satán, apiádate de nuestra larga miseria!...
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