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La prohibición es una de las musas más prolíficas que ha conocido la historia de las artes. La continuada negación sólo refina y multiplica los recursos del artífice, lo ilumina para que transite nuevos senderos hacia su conquista. En este sentido, los sanitarios públicos de mujeres, se han revestido de un aire místico para el género masculino en general. La urbanidad y el pudor que excluyen al “sexo fuerte” de estas instalaciones han acicateado constantemente al voyeur –secreto o manifiesto- que muchos congéneres albergan en su interior. Esta curiosidad democrática que acoge lo mismo a imaginativos adolescentes, oficinistas, poetas de cantina o dramaturgos ha engendrado leyendas eróticas, ardorosos sueños en vigilia, una irregular batería de películas, baladas, sketches de televisión y, para beneplácito del teatro mexicano, una divertidísima obra teatral: Baño de damas.
En una sucesión de impecable ritmo, la dramaturgia de Rodolfo Santana, lleva al espectador a un nutrido banquete del universo femenino. Sin enarbolar banderas libertarias o castigar al público con los estereotipos sobre-explotados por este ciclo continuado de obras feministas, las mujeres de este montaje fluyen junto con sus historias; libres, cotidianas... Al sabio cobijo de la comedia se revelan algunos de los dramas que aquejan a las hijas de Eva. El público ríe incesantemente mientras las campanas de la conciencia replican a todo vuelo. A la actriz Leticia Huijara se le atribuye en el programa de mano la adaptación de este texto, aún sin conocer a detalle sus aportaciones, valga la felicitación cumplida por los envidiables resultados que se disfrutan en el Teatro Helénico.
La dirección de Francisco Franco, contribuye a que este material teatral luzca con el dinamismo del buen cine; no hay un sólo “minuto muerto”. La primera escena, homenaje abierto al musical Sweet Charity, debiera bastar para que ningún espectador cometa impuntualidad contra este sápido montaje. Los recursos escénicos que este director ha establecido como rúbrica, combinan con armonía y enriquecen esta obra hasta la delicia.
Y si bien Franco merece un vigoroso aplauso por su atinado ingenio, también deberá reprendérsele por su anémica brújula de la moda femenina. Todas sus “personajas” se vistieron en el mismo baratillo. Una tras otra: Las ricas, la famosa, las burócratas y hasta las chiqui yuppies constatan con sus indumentarias de rayón exhibicionista que el lado femenino del director no ha sido explorado o que se le extravió en algún Outlet pirata: Proveer a una actriz del ropaje interior que se requiere para la interpretación idónea es una tarea a medias si su atuendo exterior niega las esferas en las que ha sido referenciada. A Juliana Faesler, responsable de una doble labor en este espectáculo (escenografía e iluminación), habrá que valorarla en dos tiempos: Su bien logrado concepto escenográfico –vivo y funcional- contrasta con la pobreza de su visión luminotécnica. Entre varias omisiones de Faesler se destaca la negación de acento para la única escena romántica en el montaje: El baile de la aseadora con la mujer alcoholizada, sucede en términos de proyección y trasgresión mágicas y las luces le niegan su obligada complicidad. ¡Tache mayor!
Entre un numeroso grupo de creativos e intérpretes no puede omitirse el valioso desempeño de Alejandro Giacomán (Diseño sonoro), Lena Díaz (Coreografía), Clarisa Malheiros (Entrenamiento de actores), Héctor Kotsifakis (Mesero travesti) y las actrices: Nuria Kaiser, Lourdes Echeverría, Ana Serradilla, Vanesa Ciangherotti y Leticia Huijara. De esta última cabe agregar que, tras cumplir un honroso maratón de sobrado histrionismo, se le asigna, en el minuto último, en la antesala de la catarsis, un texto tan torpe que debiera encabezar las acepciones del término anticlimatico. Pese a esos segundos sombríos, Baño de damas se erige como un espectáculo imprescindible, su vivaracha frescura respalda el fenómeno de audiencia que ha generado entre el público mexicano que agota los boletos muy anticipadamente. Baño de damas es una muestra de que al buen teatro no lo quebranta ninguna crisis financiera. |
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