El arte tras el estigma.
Por: adriano numa
IN MEMORIAM EDUARDO PALOMO (1962-2003).

¿Son la inteligencia, la belleza física, la fortuna económica y la popularidad internacional obstáculos insalvables para que una persona acceda y represente al mundo del arte? ¿Es un artista sensu stricto aquél que nos mira desde millones de cajas idiotizantes?

Desde que Hollywood parió el star sistem, una nueva raza de aristócratas fue creada, el glamour y la frivolidad reemplazaron las garras y privaciones obligadas para los fervorosos discípulos de Stanislavski. La nube mística que cubría a los obreros del arte se esfumó ante el esplendor subyugante de esas nuevas criaturas cuya belleza las eximió de todo pecado; a su ignorancia se le nombró ingenuidad; soberbia y despotismo perdieron su carga semántica negativa al formar parte del conjuro máximo: Entiéndala usted, es una Diva... Aquellos que abrazaron el arte de la actuación con la conciencia piadosa de que “sólo a través del sufrimiento se accede al reino de los cielos” encontraron en estos esquiroles del sacrificio a sus enemigos jurados. Los años han macerado los ingredientes y aún cuando subsisten leyes bizarras como: “Silicón mata talento” o “Rostro mata enciclopedismo”, existen actores empeñados en preservar el arte en su trabajo.

En el México moderno que cacaraquea su “tolerancia” e “igualdad de oportunidades” es recurrente encontrar que un artista egresado de las filas de cualquier televisora sea dejado a un lado a la hora de audicionar para un filme “culto”. Se piensa o se envidia que un actor consagrado por los teledramones no puede ser considerado seriamente y muchas veces como revancha a un resentimiento social y tantas otras con sobrada justificación, éstos seres reciben un portazo como respuesta a su solicitud de trabajo.

Tras años de disentir contra la mediocridad en el mundo de la escena, me atrevo a señalar tamaña injusticia y tan reprobable ceguera. Ni todas las mujeres de cabellos largos tienen ideas cortas, ni todas las entidades televisivas están desprovistas de entraña artística. El ejemplo más digno para invalidar estas generalizaciones proviene de mi convivencia profesional con el Actor (permita usted la mayúscula)
Eduardo Palomo a quien admiré entrañablemente por su entrega sin restricciones al arte tanto como por su calidad excepcional de persona durante las grabaciones de la telenovela RAMONA, donde este hombre abdicó al título de galán para encarnar a un indio piel roja: sacrificó su masa corporal en extenuante dieta en aras de la credibilidad, absorbió con ávido respeto las costumbres de una raza casi extinta y, aún cuando las cámaras se habían desconectado, seguía llorando la tragedia de un pueblo masacrado...

Eduardo Palomo ha sido entre otras muy pocas personas, un referente de orgullo para los actores mexicanos. Eduardo es el hermano querido de muchos niños desprotegidos en el mundo y el amigo cuyo recuerdo seguirá prodigando reflexiones, sonrisas y lágrimas de nostalgia.



                                   
CIUDAD DE MÉXICO, NOVIEMBRE 10 DE 2003.
Por Sandra y Gio
La página más completa y emotiva sobre Eduardo Palomo.
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