PELDAÑOS ENMOHECIDOS
Por: adriano numa.
La Escalera (1966), de Charles Dyer, forma parte de su personal trilogía sobre la soledad; los otros títulos son: Rattle of a Simple Man y Mother Adam. Estrenada en cines en 1969, Staircase o La Escalera, fue recibida como una cinta desafiante y atrevida para la época. Incluso, hubo quienes la consideraron “una comedia muy divertida”. La anécdota parece simple: Dos homosexuales preseniles con inclinaciones travestíes pretenden ocultar su vocación erótica al mundo exterior y enfrentan una crisis de pareja por un vergonzante proceso legal que atañe a uno de ellos.

De entraña
homófoba (entiéndase fobia a la homosexualidad), este texto debió recurrir a una cirugía mayor con implantes masivos para interesar al público crítico. Al no haberse tomado estas medidas, lo que vemos en el Teatro Lídice no es más que una postal de prejuicio y de la agresión disfrazada que ni la extraordinaria trayectoria de Héctor Bonilla pudo salvar.

El minimalista, por no decir económico, programa de mano asienta que esta obra fue adaptada por Bonilla. ¡Qué barbaridad! La adaptación brilla por su ausencia; este montaje sólo actualiza algunos “perreos” (léase: ingenios verbales de carácter ofensivo entre homosexuales) e invoca a
Salvador Novo como embajador celestial. Estos recursos, si bien mueven a la risa facilona, también conducen a la indignación por la falta de respeto a la valentía que tuvo el literato en una sociedad machista y vuelven visible para el público una pasmosa falta de imaginación y sentido de la modernidad.

En esta escalera los peldaños descienden al vituperio clásico contra los gays que reza: “Si no los entiendes, ridiculízalos”. Tras cuatro décadas de esta mañosa visión, persiste en esta obra el estereotipo de que un homosexual es una mujer frustrada, que no conforme con su “desgracia”, colecciona terribles estigmas como pederastia, promiscuidad, alcoholismo y delirio transexual, entre otros. Es comprensible que para Dyer pasara de noche la información objetiva, algo casi natural en sus tiempos. Pero imperdonable en Héctor Bonilla, un ciudadano del nuevo milenio, quedar asilado en la soledad que se deriva de la desinformación.

En materia de dirección escénica, los resultados son muy irregulares: Por un lado, Bonilla logra una interpretación coherente y jocosa, como era de esperarse, porque es un gran actor. No se puede decir lo mismo de
Damián Alcázar, al que –teorizo- su macho interior traicionó, rebelándose contra la “loca” que le tocó interpretar. Prefiero asumir que se encontraba incómodo y no que un actor con su prestigio fuera incompetente para el personaje. De cualquier forma, el director (Bonilla) debió ubicar al actor en la tesitura correcta para dar uniformidad al personaje y consistencia a la obra. En descargo de Alcázar, debo reconocer que su baile resulta muy atractivo, ya que a través de éste exhibe sus habilidades de acróbata y logra intermitentes aciertos interpretativos.

En cuanto a la escenografía de
Humberto Figueroa, sólo puedo decir que reproduce el hábitat obligado por el lugar común (adivinó usted): una peluquería. Este set, imitando a la puesta en escena, carece de cualquier novedad escénica o recurso innovador. Digamos que cumple con mediano decoro. Respecto a la iluminación, diseñada por alguien a quien el programa de mano se olvidó citar, se advierten esfuerzos por crear atmósferas y explorar ambientes, sin conquistar grandes logros.

En fin, se trata de una obra
clasificación M: Apta para todas las audiencias machistas. Y aun en ese caso, con reservas, porque la estructura dramática independientemente de la homofobia es muy mediocre, amén de añeja.

En una época en que supuestamente se vindican los derechos y el respeto por las minorías, resulta aterrador que siga recurriéndose al catálogo jurásico para montar obras teatrales. No olvidemos que el teatro es un instrumento social que retrata o reinventa la realidad y, aun en terrenos de la fantasía,
La Escalera encarna una pesadilla discriminatoria en sus prejuicios de la que deberíamos despertar.
Contenido gral. en "adriano numa"
Columna publicada de esta obra