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Las ocupaciones nocturnas, texto escrito y dirigido por Ignacio Escárcega, constituye un logrado espectáculo teatral. El discurso escénico recurre a diversos lenguajes para dirigirse al espectador. A diez minutos de la tercera llamada se escucha la primera voz; antes nos han hablado gestos e intenciones que van desde la sutileza armónica de sonidos ininteligibles, hasta la desconcertante imagen inicial, donde los actores, son parte de una pintura en movimiento que pareciera querer hipnotizar a los espectadores.
Existen espacios teatrales que facilitan la inmersión del público en la aventura escénica. La Gruta del Centro Cultural Helénico dotó a este montaje de una nueva luz bajo la cual- según impresiones de quienes la vieron en su temporada anterior- la obra fluye con mayor soltura y desenfado: —“Me pareció completamente nueva, mucho más rica en expresión y efectos”-. Afirma la madre de una de las actrices que, con este reestreno, suma alrededor de una decena de funciones vistas.
Escárcega se basó en la novela corta Point de Lendemain, escrita por Dominique Vivant Denon (1747-1825), mismo que, jugando una apuesta, consiguió terminar el delicado manuscrito en 24 horas. Hedonista, mujeriego, dibujante, diplomático y poeta, Denon también es considerado en la actualidad como el primer egiptólogo formal y su talento no escapó a quienes en su época lo señalaron como promotor de la pornografía.
Este clima erótico que ya acusaba Denon es hábilmente establecido por Escárcega, quién además suma la perspectiva de sus actrices al incluir textos aportados por ellas. Convergen así carruajes y costumbres del siglo XVIII, con celulares y correos electrónicos. Al abrir esta comba del tiempo y enlazar los planos, se esclarece la inmutable vulnerabilidad del corazón humano.
Las adendas enriquecen el montaje, puesto que algunas dosis de humor negro –rompiendo el esquema general- consiguen integrar al espectador renuente a dejarse llevar por la fantasía de esta propuesta. Se trata sin duda de una material complejo que reclama una especial vigilancia del público, pero si la audiencia permite que aflore su vocación romántica, jugará en complicidad este ajedrez de la pasión humana.
En el ámbito visual, la propuesta crece en su belleza gracias al trabajo escenográfico y de luminotecnia de Tania Rodríguez. La expresión corporal del conjunto de intérpretes contó con la asesoría de la coreógrafa Pilar Gallegos, quien presumiblemente acentuó la vena flamenca en Sandra Muñoz (Renata) y resolvió la interrogante del texto sobre si se estaba en una tragedia o en un bolero. Pilar se empeñó en que hablara el amor con las palabras del cuerpo electrizado por esta emoción.
La celebración del amor impregna de cierto misticismo a los amantes, ellos se ofrendan uno ante el otro para dar cuerpo a su ensoñación. Esta vez, un hombre -Jorge Núñez- es enfrentado a una trinidad femenina seductora y caprichosa; Madame de T... quien se entrega con urgente cinismo o reprime juguetona hasta causar dolor. Ella, la inaprensible, se sabe dueña y sometida por la ilusión.
Andrea Salmerón (Camila) reviste a Madame de T... de un encantamiento vocal equiparable al de las sirenas de Homero, a esta joven actriz sólo habrá que reprocharle que algunos de sus textos escapen al oído. María Sandoval (Mina) consigue que el escarceo amoroso cobre tintes de juguetona perversidad al mantener su expresión dulce mientras domeña impiadosa al hombre rendido.
El punto catártico y de mayor lucimiento actoral es para Sandra Muñoz, quien hace de su cuerpo un instrumento de resonancias; su voz transita del reclamo al lamento, la ironía adolorida fustiga su espalda, pareciera querer desprenderse de sí misma o de la mortalidad que les ha conferido el amor, a ellas que son una, que son tres...
La estructura del personaje interpretado por Jorge Núñez (Él) quizá sea la visión de quien se rinde primero al amor y queda desarmado pero, a mi juicio, le quedaron facetas sin explorar. En resumen, el trabajo actoral evidencia un esfuerzo conjunto y de integración envidiables; disciplina entusiasta y lúdica.
Otro acierto reside en la música y canciones ya que, además de colorear la esfera sentimental, favorecen el aire intemporal de esta puesta. Una buena opción para las ocupaciones nocturnas en días viernes, será asistir a este espectáculo. |
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