Sexualidades nuestras de cada día.
Por: adriano numa.

Toda verdad nació primero como herejía. Las afirmaciones que han modificado sustancialmente la perspectiva del hombre sobre sí mismo y su entorno, comparten ese pasado nominativo. Las historias de Galileo, Colón, Copérnico, Lutero, Freud y hasta el mismísimo Jesucristo son muestra clara del doloroso despertar de un razonamiento a contracorriente.

La verdad que aborda la obra teatral
El Ornitorrinco sigue siendo una ofensa herética para los oscurantistas posmodernos: La diversidad sexual, encarnada en algunas de las múltiples vocaciones eróticas que no son compatibles con la misión reproductiva, sale del catálogo de la opresión para expresarse libremente en el Teatro del Centro Cultural Helénico.

El autor y co-director de este montaje,
Humberto Robles, establece un afortunado paralelismo entre el ornitorrinco (ese animal insólito que sacudió los rígidos parámetros de los naturalistas del siglo XVII) y las personas que difieren de la sexualidad oficializada por la mitología judeocristiana. Robles redime a una variante erótica que ha sido satanizada incluso por las minorías perseguidas: el bisexual. El retrato honesto de este espécimen constituye un giro de frescura en esa caótica e irregular explotación del mal llamado “teatro gay”.

Dado que las identidades sexo-genéricas de los personajes constituyen material sorpresivo en el montaje, me limitaré al desempeño histriónico de los actores:
Carmen Huete, sorprende por su cumplida y fresca interpretación llena de esmero y talento sobrado.  Manuel Sevilla realiza un trabajo honesto, convincente, Sevilla habita la piel de su personaje y transita con él sus penosos caminos.

Gabriel Porras ha desarrollado su rol en una esfera más íntima, menos vehemente, la hábil ternura con que envuelve algunas de sus escenas consigue que el público vea en él a un cínico razonable, carismático. Alternando funciones también se encuentran el creador de la música original de la puesta en escena; Ziggy Frata; y Juan Ríos.

En
El Ornitorrinco se cumplen las leyes de la diversidad; tan meritorios su discurso ligero y naturaleza divorciada de las peroratas adoctrinadoras o proselitistas, como objetable la no consecución de sus planteamientos. Si en apego a lo que el mismo texto señala: “Los hechos contradicen a las teorías”, ¿por qué no llegar al clímax de la fantasía? ¿Por qué la monogamia y no la versión mexicana de una Almohada para tres? Cuestión de gustos... ¿o de sustos? Un sustito más no afectaría  mayormente a las “buenas conciencias” que ya se rasgaron las vestiduras en el despegar del segundo acto.

En materia de dirección, se han equilibrado las fuerzas y discursos de los personajes, dotando de coherencia el montaje; pero extraña que uno de ellos, en la intimidad de su hogar, se vista con el pudor de quien se sabe expuesto o vigilado. No se trata de un espectáculo nudista, pero tampoco es una obra escrita para adolescentes en colegio de monjas.

Mientras la civilización nos alcanza y arroja de nuestras camas a esos cancerberos de la sexualidad ajena, conviene asomarse a este universo otro de
El Ornitorrinco para constatar que los herejes alienígenas no son más que personas, que como el resto, buscan materializar su amor.
Ciudad de México, Mayo 7, 2004.