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Allende los terrenos de la poesía, la sublimación de un hecho doloroso puede constituir la única vía para superarlo, pero también es cierto que algunas realidades no son permeables a este mecanismo. ¿No le pareció a usted un crimen obsceno la caricaturización del genocidio nazi en la película italiana La vida es bella?..
Abreviando le diré que en este tenor profano se inscribe también la obra musical Regina, adaptada del libro homónimo de Antonio Velasco Piña que versa sobre la matanza de estudiantes en Tlaltelolco 1968 en términos, digamos, “excedidos de romanticismo”. Esta desbordada irrealidad y su controversia ya ha sido acusada brillantemente por Elena Poniatowska, así que terminaré aquí mi discrepancia airada con la perspectiva del autor sobre este nefando crimen y, cual zapatero, pegaré las suelas de mis zapatos.
Circunscrita a la teatralidad, Regina es sin reservas, una producción espectacular; favorecida con toda la tecnología y recursos que la modernidad y gran presupuesto pueden otorgar. Una envoltura en hoja de oro para una churumbela de latón. El texto es muy mediano, su discurso invariablemente intenso, reiterativo hasta la migraña. El espíritu pedagógico es más incisivo que el guiñol preescolar, la agónica narrativa arroja a la estrella principal (Lucero Hogaza) hasta el segundo acto y, cuando ésta aparece, se nos antoja otra; su registro vocal es casi masculino, sus textos pecan de engolamiento y su gran empeño actoral encuentra poca substancia para su lucimiento.
Lucero (sin el ito) hace valer sus tablas, voz y carisma en un sólo número musical: “Renacer”, la gente le aplaude en pié, arrebatada de emoción, pero la pregunta sigue en el aire: ¿Para qué? El heroísmo está tan exacerbado que raya en la cursilería; Regina jamás cuestiona su predestinación, nace y muere mártir por un bizarro (amén de laberíntico) mandato cosmogónico. Con este trazo del carácter de la protagonista, dejó a su imaginación la suerte que amparó al resto de los personajes. Inútil esfuerzo, inútiles fuerzas.
La partitura de los números musicales es poco imaginativa, sin brillo ni matices, tan anémica como las letras; previsibles, infestadas de lugares comunes, nacidas de la inocencia triste de un autor debutante o nutrido de literaturas facilonas. La paradójica solemnidad con que se asume así misma esta obra, se olvida de los acordes alucinantes que vibraron en la época que refieren y, si aquella matanza puede ser un voluntario sacrificio místico para reordenar el cosmos e iluminar la conciencia de un pueblo, no veo la razón para excluír la psicodelia de un espectáculo musical tan vistoso como el que nos ocupa.
Bajo esta melaza dramatúrgica es posible rescatar otros trabajos cuya altura y dignidad merecen butaca independiente. La coreografía de Marco Antonio Silva, posee una vitalidad sorprendente ya que lo mismo integra lenguajes contemporáneos que folklóricos, Marco logra fundir su valiosa tarea con el resto de elementos que revisten el montaje, de tal manera que los bailarines pueden desplazar elementos escenográficos o armonizar con las proyecciones. José Ramón Calvo es el responsable de una compleja estructura escenográfica, cuyo diseño y realización recreó diversos escenarios; La ciudad de México en 1968, el México prehispánico con todo y pirámide, el Tibet y hasta una prisión en la China comunista que se transforma ante el público en la catedral del zócalo capitalino; Calvo exhibe una pericia imaginativa digna de omitir sus pequeñas irregularidades.
Otro elemento de vistosa inteligencia, fue la realización del vestuario, la primer escena es envidiable, como extraída de una ópera rock londinense o broadwayana; los bailarines visten dos personajes contrastantes en el mismo cuerpo y momento, la coreografía refuerza el espejismo generado por un trío de talentosas mujeres: Cristina Sauza, Adriana Olivera y Gabriela Navarro. Pero eso fue nada más, un triste espejismo, la verdadera entraña de Regina despertó segundos después para la desilusión y despecho de algunos de los presentes. ¡Allá usted!....
Ciudad de México, Marzo 26 del 2003. |
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