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brujula_metropolitana@hotmail.com | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
Revista Brújula Metropolitana. Ciudad de México 2007 | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
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En la mirada de Rulfo Laura Nava. Comentarios sobre “El Llano en llamas” |
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Política Editorial | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Encontrarse con Rulfo es adentrarse a un mundo atemporal, amoroso, pasional; es pasear en lugares lejanos, inexistentes pero conocidos y muy comunes; parajes donde desempolvando palabras las miramos transformadas en joyas, que adornan el lenguaje sencillo cotidiano, les devuelve su sonoridad y gallardía. Así, nos acerca a tejabanes, flores de obelisco, ajuáres, floripondios, perjuicios, borlotes, saltapericos, aljibes, rastrojos, que algunas veces zangoloteandose,o armando boruca, zarandean nuestros ojos ajuareando nuestros recuerdos. Rulfo nos invita a conversaciones intimistas donde recreando las emociones hace diálogos con la vida y con la muerte, charlas entre amigos y enemigos; lo mismo invita a nuestra conversación, a las hormigas, vacas, golondrinas, lagartijas, becerros, sapos, ranas, gallinas, caballos, comejenes, mayates y coyotes; que a los muertos, tierras secas, aguas verdes, machetes, y sobre todo al viento que se prende de las cosas; que las rasca como si tuviera uñas, como si mordiera, que remueve los goznes de nuestros propios huesos, que amarra con hebras de polvo, pero que sin embargo, es incapaz de llevarse la tristeza porque solo la revuelve y la deja pegada a la carne viva de los corazones oprimiéndolos como cataplasma. En el entorno predomina el silencio, el barullo no se oye, se ve, el silencio se oye y hasta sobresalta; el silencio envuelve los detalles de lo que ocurre alrededor propiciando un marco que resalta los colores y la fuerte presencia de todos los actores que transitan por los relatos, haciéndolos salir hacia nosotros pelando sus dientes melongues como entes fantasmales, camine y camine pero sin andar nada, permeandose con nuestros recuerdos hasta que los identificamos y los llamamos con los nombres de nuestra memoria Juan Rulfo es un hombre que oye y ve, sobre todo observa, nos presta sus ojos, se engolosina con las miradas y las describe y hace que a nosotros se nos llenen los ojos de palabras. Habla de ojos como bolas brillantes, de ojos que no duermen acostumbrados a la noche y a conocernos en la oscuridad, ojos que se esconden para no mirar de frente, de ojos verdes como de gato, de ojos zarcos. Pero también nos hace mirar que las nubes se arrastran, que las sombras se trepan por las piedras, que la tierra se desmenuza con los ojos, que al mirar el llano se nos pueden resbalar los ojos al no encontrar cosa que los detengan, y también que algunos pueden morir con los ojos abiertos como mirando su propia muerte. Nos enseña que los ojos también oyen, comen, agarran y se llenan. Así, nuestros ojos pueden estar mirando el bullicio, o se sienten a gusto teniendo en quien recargar la mirada. Sabemos que hay quien le llena los ojos a cualquiera y quien saboreándose los ojos mira, y hay ¡hasta a quién le sacan el ansia por los ojos!. Recuerda también que entre nosotros están los que tienen mirada acariciadora y los que guarecen con el calor de su mirada, pero sobre todo que cuando se entristecen aquellos quienes amamos los podemos ayudar a llorar con nuestros ojos todo lo que podamos. Acompañando a Rulfo entre sus piedras, llanos, y silencios tambien nos encontramos con sus sentimientos, pasiones, y con el amor, el cual sin ser abundante en descripción, esta siempre permeado en la esencia de sus palabras y se va conformando a lo largo de los relatos en un cuerpo que se transforma en mujer, asi nos dice: “Una muchachita que se filtraba como el agua entre nosotros, Que va como palo de ocote que crece y crece, que se le reventó la boca como si la hubieran desflorado a besos, mujer de pechos con leche que sabe a flores de obelisco, que le brota la mirada de semisueño que escarba, clavándose dentro como un clavo que cuesta trabajo desclavar. Y se me ocurrió que nunca terminaría de quererla” De este modo quiero terminar mi viaje por las palabras de Juan Rulfo para seguir disfrutando de la noche y le pueda seguir contando, déjeme pedir como diría el viejo que regreso de Luvina: ¡Que nos maticen unos mescalitos! |
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