ANALISIS MUSICAL

 

Al igual que Mascagni, Leovacavallo y Giordano, los otros compositores italianos de su generación, Verdi, Wagner, Gound, Bizet y Massenet le influyen en gran medida, más tarde, Debussy, R. Strauss, incluso Stravinsky. Puccini siempre mantiene en todo momento un gran interés por la evolución vanguardista de la música. En el último año de su vida, asistió al concierto de "Pierrot Lunaire" de Schöenberg en Florencia bajo la dirección del propio compositor.  

La miseria que Puccini conoció años atrás no hizo sino agudizar una sensibilidad que le predisponía a emocionarse con los diferentes aspectos de las tragedias humanas. Estos años milaneses le hicieron vivir momentos comparables a los que ilustrará en "La Bohème". Sus cartas aluden con frecuencia a las carencias de sus comidas o a la imposibilidad de asistir, por falta de dinero, a las representaciones teatrales de la Scala, y siempre a la necesidad de economizar hasta la saciedad la beca de estudios y las pequeñas aportaciones que le envía su madre. En su segundo año de estancia en Milán compartirá su modesta habitación con su hermano Michele y con Pietro Mascagni.

Músico sincero Puccini pone en música pasiones humanas, el dolor, la sonrisa y las lágrimas. Sus obras, que son un logro completo desde esta óptica, incluyen numerosas páginas de verdadera música, que son motivo de satisfacción tanto desde el frío análisis como en el sentimiento de las emociones.

A partir de "Manon Lescaut", las óperas de  Puccini tratan en el fondo el mismo tema: la confrontación entre un ser solitario y el medio que le rodea, o dicho de otro modo, el erotismo de la mujer que vive y muere  por amor."Chi ha vissuto per amore, per  amore si   mori" (Quién sólo ha vivido por amor, morirá por amor), canta el vendedor de canciones  en "Il Tabarro". La mayoría de sus héroes son jóvenes mujeres, que sufren y mueren por un amor infinito y verdadero. Así son Tosca o Mimí, Cio-Cio-San. La capacidad de Puccini para poner los sentimientos del auditorio de parte de sus heroínas es particularmente notable. Él amenaza con convertirse en un hombre del mundo de su tiempo, dotado de un alma artística acusadamente romántica y que se debate entre la suavidad y la dureza, la sensibilidad y la firmeza.

Una palabra está por encima de la vida y la obra de Puccini  - TEATRO -. Brillante, prometedor, incierto, ofreciendo mil posibilidades, llena de esperanzas y sensaciones, fue el que le dio el impulso decisivo. Todo el mundo está de acuerdo en un punto: Puccini nació para el teatro musical. El teatro le había hechizado, le atraía. Sostenía que lo único verdadero es lo que se siente en el escenario, incluso cuando los textos son conmovedores o trágicos, el maestro no olvida el elemento lúdico del efectismo teatral.  Puccini posee un infalible instinto para la escena, muestra un entendimiento sin precedentes de la dramaturgia, sentido para el énfasis lírico y las curvas dramáticas. Cada acto se muestra programado, sin apartarse en ningún momento del tema, ni poner una palabra, un sonido o un episodio de más.

Cada una de sus partituras posee un clima específico: lo parisino en "La Bohème", lo romano en "Tosca", lo japonés en "Madama Butterfly", lo chino en "Turandot". Estamos ante un maestro de la descripción local precisa y de un miniaturismo lírico. Con gran perseverancia incluyó en su taller detallados estudios del folclore del lejano oriente en sus  trabajos sobre "Madama Butterfly" y "Turandot".

Los libretos, desde la época de Manon Lescaut, son su principal preocupación. Es exigente con los autores hasta en el más mínimo detalle. Raramente satisfecho, vigila los matices menores para que la elección de los términos esté conforme con sus previsiones y ordenados según su lógica. Que todo responda, en suma, con precisión, al inmenso boceto por él trazado para que su realización musical sea posible. Puccini en una ocasión  escribió: "¿Música? ¡Qué cosa tan sutil! ¿Si no tengo el libreto, cómo voy a componer la música? Tengo el gran inconveniente de que sólo puedo componer cuando veo que mis marionetas se mueven el en escenario. Podría  haber sido un sinfonista. Habría deslumbrado a mi público y a mi época. Pero yo, yo que vine al mundo hace mucho tiempo, puedo que haya más de un siglo ... y Dios me rozó con su dedo meñique y me dijo que escribiera para el teatro, sólo para el teatro. Y yo seguí su alto consejo."    

Desde Le Villi, su primera ópera, produjo una serie de obras a intervalos bastante largos, pero también bastante regulares. En todas ellas su música es esencialmente de brillante colorido. El valor de la música teatral pucciniana es la fuerza expresiva de la melodía en sí, la cantinela, el conjunto de sensaciones auditivas y cromáticas. El brillo y la finura de su lenguaje orquestal consiste en dibujar detalles y clarificar situaciones con pocos compases. En sus armonías es lo suficientemente original como para llamar la atención del aficionado corriente. Nunca cansa con la repetición de viejas fórmulas (melódicas, armónicas u orquestales), ni asusta con la introducción de elementos totalmente nuevos, ofreciendo siempre su gran sentido teatral.

Hay quien engloba a Puccini en el movimiento verista. Puccini, en cualquier caso, ciertamente abarca un campo más amplio que este término. Muchas de sus óperas no se sitúan en su presente, muchas tienen localizaciones exóticas y sólo unas pocas poseen elementos realistas en cuanto a los sentimientos, pero la realzada condición emocional del verismo es un rasgo muy característico de sus obras. En su descripción de la vida hay elementos reales, de los artistas pobres de París en La Bohème, y de las perversas crueldades de Turandot.

Puccini establece por primera vez un vínculo esencial entre el tema y el comentario musical. Él, que siente una gran atracción por el mundo exótico, sabe captar y recrear cualquier ambiente por medio de escalas de tonos enteros y una sutil y precisa orquestación, utilizando recursos inusuales (como el tambor velado o los gongs afinados). Crea melodías de gran belleza que, incluso con una tímbrica foránea, dan prueba de su elevada cultura vocal italiana, de cuyas tradición surgieron. No es de extrañar, por tanto, que figuren en su producción perfectamente ambientadas una ópera de ambiente chino como Turandot, otra situada en el Oeste americano (La Fanciulla del West), o Madama Butterfly, fuerte contraste entre el mundo japonés y el creciente pragmatismo del mundo occidental.

Puccini, claro representante del fin de siglo, satisface las más altas exigencias musicales. Es tal la calidad lírica de su música que su obra se eleva por encima de productos semejantes de su tiempo. Las escenas que representa muestran su agudo sentido teatral, su dominio del color, del motivo y la armonía.

Aunque  Puccini es conocido como compositor de opera, sus  obras  orquestales son igualmente preciosas por sus sofisticada textura de armonía y su orquestación maestral.

Naturalmente Puccini es un tipo de músico totalmente distinto a Verdi o a  Rossini, Donizetti o Bellini, cuya relación con la palabra, el sonido y la dramaturgia era aún mucho más ingenua. Sus argumentos, sus tramas, sus personajes centrales, la acción, el encanto de sus melodías y la intensidad de su instinto dramático, a través de la iniciativa creativa de su música, siguen emocionando a los espectadores de hoy. No hay que olvidar que Puccini ha sido, y es, junto a Prokofiev, uno de los grandes referentes de  la música para la escena y el cine, y ha servido de inspiración a un gran número de compositores en este campo.

 

22 de Diciembre de 2000 

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