La historia que empieza a terminar

“Se está montando una mesa (o partido, o movimiento, o frente o el más moderno foro) que está de puta de madre y nos vamos a sumar montón de gente”.

      Esta frase, con las mismas o distintas palabras, las hemos oído todos en el movimiento nacionalista con un número de veces que depende de la edad (biológica o militante), pero con excesiva frecuencia. El resultado es el conocido: tanta iniciativa que comparte invariablemente la misma profesión materna desaparece al poco tiempo consumida por sus propias contradicciones.

      ¿Cual es el problema? ¿El personalismo, los “agentes infiltrados”? Sinceramente creo que no, esa es la excusa que desde la ociosidad mental, tan común al Movimiento Nacionalista. se lleva utilizando para no buscar en las causas que han impedido que tantas esperanzas unitarias se hayan desplomado. El problema es que hasta la fecha hemos iniciado el debate por el final, mejor dicho, desterramos cualquier debate por que eso impediría la “sagrada unidad” sustentada sobre consignas y no sobre proyectos políticos. Y lo peor es que ni siquiera se acepta que se plantee el debate, ¿para qué? ¿para descubrir que todas “nuestras” certezas se fundamentan en el pasado y no en el futuro? ¿qué nuestra “vieja casa” como diría León Blum  está en ruinas? No, lo mejor es echar mano del recurso de siempre; los personalismos, los agentes infiltrados. Si se repinta todo con un antizquierdismo babeante, o un revolucionarismo infantil, según el caso, tanto mejor.

      Evidentemente, ese tipo de actitudes no surgen de la nada, ni partiendo del mismo sitio se convierten en elementos de la cultura política nacionalista. El nacionalismo nacido en los años 70 era un nacionalismo cuyo grupo dirigente se encuadraba en el marxismo más ortodoxo, mientras que las bases del movimiento nacionalista se situaban en una mezcla de primitivismo social, folklorismo nacional y asambleismo delirante. Podríamos debatir, y mucho, si el dogmatismo de ese grupo dirigente motivó su rechazo frontal a gente que se situaba en la izquierda no marxista o cuales fueron las causas reales de su “pase al otro bando”, pero “ahora no toca”. Lo cierto es que se produce ese pase al mismo tiempo que el divorcio con unas “bases” a las cuales jamás se les metió en dinámicas de formación y reflexión que les hiciera superar su etapa infantil, en unos casos por que esas bases sólo servían para hacer bulto, en otros por que ese primitivismo le sirvió a más de uno para hacer carrera como radical, aunque hoy dejarían en la extrema izquierda a alguno que acusaban de traidores y moderados.

      Se produce el divorcio, decía, y la elaboración marxista se va con la música a otra parte, dejando el más absoluto vacío teórico. No hay más sustituto que el antiintelectualismo, en unos sentimental, en otros oportunista. Todo aquel que sea capaz de unir más de tres palabras se convierte en un bulto sospechoso, en un futuro traidor o divisionista, así que todos a hacer el papel de Claudio y a cojear y tartamudear ante los nuevos Calígulas patrios. Lo más importante era la “unidad” para no importa qué, sólo basta con repetir bien alto y bien fuerte la consigna-conjuro. Incluso un compañero me decía no hace mucho que a él le valía todo el que dijera “viva Canarias libre”. ¡Hombre! Vale que hace falta ser muy flexible, pero eso es pasarse. Y así, una y otra vez, iniciamos la mesa, la plataforma, el frente o lo que toque... y se desploma porque no se han sentado las bases para definir de qué Canarias estamos hablando, de qué libertad estamos hablando y cómo lo vamos a conseguir.

      Pero esa maldición de Sísifo tiene que acabar, y en eso parece que INAC no está sola, afortunadamente. Poco a poco van expresándose sectores del movimiento nacionalista que piensan que esto tiene que cambiar de una vez, que tenemos que volver a pensar. El debate iniciado en esta misma página sobre el partido es una muestra de ello -y no es por apuntarnos tantos, pero muchas intervenciones coinciden íntegramente con las resoluciones de la I Conferencia de INAC, tanto mejor-. Es una muestra porque no se empieza con un anuncio rimbombante a la feligresía de “se ha constituido EL partido (también vale para el frente, el movimiento, el foro y no sé que diantres más)”, sino que comienza con el debate sobre el contenido del mismo, empezamos con el debate político.

      Evidentemente, me toca “defender la posición” y exponer por qué gentes que venimos de tradición frentista hemos optado por la creación de UN partido, y no por autoconstituirnos ante Dios y ante la Historia, como el Caudillo, en EL frente o EL partido. En primer lugar, por que estamos hartos de la política virtual en que se ha movido el movimiento nacionalista en los últimos veinte años. La conformación de frentes políticos estaba justificada en la etapa en que existían partidos “ideológicos” con cierto arraigo. Era lógico que los prosoviéticos de Células, los pro-chinos del PUCC, los cristianos del MAT, los eclécticos del PCC, etc. se aliaran formando un frente político, pero el sucedáneo que se pretende vender como frente no es más que la excusa para mantenerse en la indefinición, cuando no para ocultar las pretensiones de algunos de no pensar más allá de sus particulares territorios liberados. No negamos que en un momento determinado del proceso, desde la más absoluta libertad de cada expresión organizada, se establezcan alianzas estables o coyunturales, pero eso no puede hacerse soslayando las diferencias, sino reconociéndolas.

      Por otro lado, Izquierda Nacionalista no se define como EL partido, sino como UN partido. ¿Diferencia semántica? En absoluto. Por supuesto que queremos ser hegemónicos en el campo de la izquierda nacional, pero una hegemonía que tiene que venir dada por el convencimiento y por la justeza de nuestros planteamientos, no por la exclusión. Si somos o no el “espacio común” de la izquierda nacional es algo que nos lo va a decir nuestro trabajo y nuestros planteamientos, no las proclamas. Es cierto, que muchas tendencias de la izquierda nacional entienden que un partido es, por definición, excluyente de otras corrientes. Eso, hoy, no es falso. Tenemos ejemplos que van desde el PT brasileño al Partido del Socialismo Democrático de Alemania (no confundir con el SPD), pasando por ERC o la Chunta Aragonesista, partidos donde conviven distintas corrientes con total libertad de movimientos, hasta el punto de que la Plataforma Comunista del PDS participa en encuentros internacionales de partidos comunistas.

      Ese partido que sea referente político de la izquierda nacional, es necesario y está por crear, lo que ofrecemos desde INAC es el embrión, es esbozo inicial de un planteamiento rupturista con el independentismo tradicional, con sus deficiencias y con sus dinámicas suicidas, abierto a todas las aportaciones positivas, desde dentro o desde fuera. A lo único que nos negamos es a seguir en “huelga de pensamiento”, a funcionar sobre la base de repetir el conjuro y “después ya veremos”.    Y es que algunos nos tomamos en serio al Perich cuando decía que para ser de derechas solo bastaba con ser de derechas, pero para ser de izquierdas había que pensar.

Abel Fernández Acosta,
miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional de INAC

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