Eduardo Muñoz Mora

Por Javier Ortega Ponce (*)


No cabe duda, era un tipo curioso, flaco, de escaza estatura, muy delgado y de lentes gruesos. Su aspecto era agradable, pero muy singular.

Aun esta fresco en mi memoria el recuerdo de aquel día en que hicimos una redada (1) y nos encuartelamos: En esos ya lejanos días era nueva la idea de dividir a la tropa en grupos mayor, menor y juvenil (aparte la sección femenina), nosotros éramos el Pentathlón juvenil.

Muñoz Mora, ciertamente era indisciplinado y bravucón pero, en las cosas serias o cuando se requería, acataba cabal y disciplinadamente cualesquier disposición de la superioridad. Era fiel y leal en las cosas serias pero al mismo tiempo se constituía en el personaje original que en toda tropa existe. En aquella redada, el, junto con otros estaban arrestados (2), la noche supongo, para ellos fue interminable; hubo desde luego sanciones físicas, lucha cuerpo a cuerpo...

Eduardo era mi camarada, no porque esté muerto lo digo, lamentaba el rigor de las sanciones y la superioridad de quienes los aplicaban. Otro compañero Francisco Javier Camacho Mora (hoy veterinario), seguramente recordará aquella noche; a oscuras a hurtadillas solo resonaban los puñetazos y puntapiés, el ejercicio extenuante, voces de mando, el estruendo de una velada para potros, tal cual, en aquel grande y vetusto edificio de la calle Humboldt.

Se trataba de una sanción extrema y al más puro estilo militar pero, que quede bien claro, sin tratarse de una vejación o un abuso a la dignidad de nuestros pentathletas, se trataba simplemente de un correctivo disciplinario.

Por algún motivo Muñoz Mora y Javier Camacho lograron escapar del cuartel, ya era de madrugada, y el que esto escribe pudo darles alcance justamente en las afueras del cuartel; estaban enfurecidos y exhaustos, habían librado varias sanciones y luchas cuerpo a cuerpo; estaba frente a ellos y ellos frente a mí, en guardia los tres. El suscrito había ya sostenido enfrentamientos con ambos, no era raro medirse entre pentathletas; consciente de su cansancio y de que también podían echarse a correr o someterme, solo les pedí que retornaran.

Nada tan valeroso y ejemplar como la decisión de Muñoz Mora y Javier Camacho de regresar al cuartel resignados y continuar con el arresto. debo asegurar que aquel gesto me conmovió; el arresto culminó y junto a otros se les permitió descansar.

Con Muñoz Mora compartí muchas cosas; su orgullo por su hermano en el Cuerpo de Caballería de nuestro glorioso Ejército Mexicano y penas tan grandes como la pérdida de su madre; entonces quedó sólo en un pequeño departamento de la avenida Alcalde al cruce con la calle de Reforma, contra esquina de la plaza donde en 1939 había nacido la zona Jalisco del Penta. De su padre en realidad habló pocas veces, creo ya también había fallecido.

Eduardo era vago, -comparable con aquel otro pentathleta que en su tiempo le decían el “guero des...”-, era el mayor de edad de entre los que nos frecuentábamos, pero por su físico no se distinguía. En sus charlas sobre sus correrías se adivinaba su mayor edad y experiencia. Recuerdo, no sin esbozar una sonrisa, que siendo Eduardo sargento segundo un recluta lo retó a golpes, mi camarada no pudo esquivar el desafío y realmente sufrió y se las vio negras para salir airoso con ligera ventaja de aquel duelo, ¡cuanto trabajo le costó no ser humillado por un subordinado y salir victorioso!

Le recuerdo también casi siempre con su libro Derrota Mundial bajo el brazo, cruzando raudo el centro de la ciudad, con las botas federicas que algún día su hermano le heredó y tocado con su gorra Afrika Korps retando a los hippies de aquellas nefastas tiendas llamadas “el 5º. Poder” donde se distribuía droga, material pornográfico y propaganda satánica.

Le envidié que se dedicara a pintar miniaturas militares en una conocida tienda de modelismo a escala y también su facilidad para hacer migas con las muchachas.

En ocasiones y arriesgándose a sufrir una sanción más, imitaba a Cantinflas en aquel grotesco saludo como agente policiaco sórdenes jefe.

Amigo de caminatas, convenciones, campamentos, concursos de todo y...arrestos, así como participante activo en los servicios y todo tipo de acciones.

Al amigo le dejé de ver al principio de la década de los ochenta, supe que contrajo matrimonio, pero de su muerte trágica apenas me enteré hace un par de meses y me consternó profundamente.

Constantemente circulo por la avenida Alcalde y no pierdo ocasión de mirar hacia la ventana de su departamento en lo alto desde donde lanzaba las llaves de la puerta de acceso con su clásica risotada. Ahora que sé que está muerto aun con todo y eso no pierdo la esperanza de verle ahí algún día con sus lentes gruesos, flacucho y bravucón, libro bajo el brazo, las botas bien puestas extendiendo los brazos e invitándome a pasar a su nido...Eduardo Muñoz Mora que Dios te guarde.

(1)Redada, en el vocabulario pentathlónico consistía en la acción de pasar al domicilio de los pentathletas faltistas para detenerlos, y conducirlos arrestados al cuartel y sancionarlos por sus incumplimientos.

(2)Arresto: ídem, detención de pentathletas en el cuartel para que reciban su sanción por algún incumplimiento.

*Periodista

Egresado del Pentathlón.




Sargento Segundo

MUÑOZ MORA


Por Demetrio Almeda Hernández (*)


Iba camino al campo de instrucción del Penta, era una tarde soleada de otoño y me sentía completamente entero, eufórico y ansioso de estar ya en formación en compañía de mis compañeros de armas para dar comienzo a otro día de instrucción.

Me motivaba encontrar ya listo para iniciar a mi sargento Eduardo Muñoz Mora, con su uniforme a punto, marrasette, botas brillantes, sonriente, dinámico, inquieto dispuesto a dar inicio a nuestra revolución.

“-Muy bien señores...atención CES* ¡reunirse!”

Veloces acudimos al llamado, ya formados nuestro sargento empezó con su vibrante discurso incitándonos a tener una férrea y desgastante instrucción de asalto y defensa.

Dieron inicio las hostilidades a los treinta segundos de iniciar el paso redoblado...lacónico mi sargento ordenó: “-¡una batalla campal a las tres, uno, dos y tres!”, empezaron los golpes a diestra y siniestra, inmovilizaciones, llaves de todo tipo que las envidiaría el mismo Diablo Velasco, sobre el duro y seco pavimento de las calles de la unidad administrativa que se ubica frente a la escuela Normal de Jalisco. Luego de 60 segundos que nos parecieron horas se escuchó el esperado “¡alto!, arriba todos..en linea marchando...”, los hilos de sangre aparecían y los codos raspados así como uno que otro pómulo enrojecido e hinchado..esto nos hacía apreciar más al Penta por las enseñanzas recibidas por la vía más dura y que sin duda habríamos en breve de poner en práctica. Continuamos la instrucción ahora en tierra en un terreno frente a la glorieta.

Nos exhortaba diciendo que como formábamos el CES (**), estábamos obligados a ser los mejores y el ejemplo del resto del personal, los más duros, los más hábiles, los más bravos. Nos pedía el máximo de la entrega y para mantenernos atentos y despiertos nos gritaba “¡Zorras!” pongan atención.

La instrucción generalmente incluía ejercicios calistécnicos, prácticas de atletismo, gimnasia a manos libres, caídas, lucha olímpica, para luego llegar a los enfrentamientos por parejas y luego todos contra todos, en un auténtica batalla campal. Al final de cada sesión de instrucción, luego de con solemnidad recitar el Pentálogo, nos abrazábamos y continuábamos como buenos camaradas sin asomo de rencillas. Esa camaradería se fue consolidando como ha ocurrido en todas las épocas y en todos los rincones de la Patria donde existe Pentathlón, al grado de que estábamos dispuestos a arriesgar nuestra vida por nuestros compañeros. (Todos estos sentimientos marcaron mi vida para siempre y los extraño después de años).

Eduardo condescendía con nosotros, al final de instrucción le aplicábamos gatitos (lanzarlo al aire entre todos para que gritara “miau”), luego venían sus palabras de motivación y cariño.

Cuando nos dirigíamos al cuartel de la calle de Humboldt, cruzábamos las inmediaciones del mercado “Alcalde”, donde vagos, borrachos y drogadictos mogrosos sorprendidos de ver tan singular grupo se les hacía fácil gritar algún calificativo y en más de alguna ocasión lanzar algún fruto podrido para luego cobardemente esconderse entre la bola. Por fin se dio la ocasión de cobrar los agravios. Preparados, retadores, provocadores, pasamos por el mercado, en la meras narices de los holgazanes; recuerdo que la adrenalina y la angustia hacían presa de mí, las manos me sudaban, en el fondo de mi ser comprendía que un encuentro con los vagos y mugrosos sería muy diferente al entrenamiento con los amigos por muy duro que este fuera.

A la orden de mi sargento Muñoz, nos lanzamos contra la pandilla, hicimos una pinza, los rodeamos, y los encontramos acobardados por la sorpresa, unos se enconcharon y trataron de esconderse entre los montones de basura y fruta descompuesta, les cobramos las ofensas al diez por uno, mientras gritaban, ¡yo no fuí! ¡yo no fuí! Estábamos vengados. Después llegamos periódicamente a patrullar la zona donde los vagos hacían de las suyas, todos los compañeros montados en el Jeep de nuestro Sargento.

En lo que fue una prueba de valor recuerdo esta:“¡Ocupo dos voluntarios!” -gritó el sargento- y al acto todos dimos un paso al frente. Acto seguido nos señala al cabo Colín, al cadete Luebano y al suscrito; con los ojos vendados nos hizo creer que saltaríamos al vacío en un barranco que habíamos visto previamente, pero que ya vendados los ojos y vuelta tras vuelta se trataba en realidad de una banqueta de 20 centímetros, obedecimos en el acto, encomendando nuestra alma al Creador y al grito de Patria Honor y Fuerza nos lanzamos, descubriendo pues con alegría que se trataba solo de una broma más de este sargento que hoy recordamos.

Luego de cada acción nos felicitaba, nos animaba pero eso sí, siempre iba al frente, por eso le recordamos cariñosamente y siempre obediente al mando del Penta.

Un accidente automovilístico cegó la vida del compañero pentathleta Eduardo Alberto Muñoz Mora, Sargento Segundo, Dios te bendiga y te tenga en la Gloria.


* Sub Oficial de Cadetes de Infantería

Jefe de la Sección de Hacienda del EMZ.

Miembro Activo de la Zona Jalisco.

** Cuerpo Especial de Seguridad, con funciones de policía militar.