TERCERA PARTE DEL IDEARIO DE MEXICANIDAD, PENSAMIENTO DOCTRINARIO HEREDADO POR EL LIC. RAYMUNDO GUERRERO GUERRERO -1925 1996-, GRAN UNIVERSITARIO, ABOGADO, PENSADOR, ENSAYISTA, PENTATHLETA, FILÓSOFO DE DIMENSIONES NACIONALES:
hoy más que nunca:
III.- Nuestro indigenismo es pedagógico y tutelar, incorporar a los aborígenes a la cultura Patria y a la civilización contemporánea a fin de lograr su emancipación y su equiparación.
Marginalmente respecto de la gran mayoría de mexicanos y en condiciones de franca inferioridad, se encuentra un grupo numeroso de aborígenes para quienes la civilización y las ventajas que reporta permanecen punto menos que desconocidas.
Lo mismo se les encuentra en el Norte que en el Centro y en el Sur de nuestra Patria y dondequiera viven extraños e ignorados, siempre al margen de la sociedad. Viven y mueren en México, pero no son mexicanos a cabalidad, porque viviendo en nuestro suelo permanecen ajenos, sin mayor asimilación de lo representativo de la mexicanidad.
Y aunque es cierto que se ha hecho esfuerzos evangelizadores encaminados a su rehabilitación, nosotros consideramos que no han sido suficientes o de fruto completo, pues los resultados están a la vista.
No podemos nosotros hablar de los indígenas como inferiores, porque no admitimos ningún tipo de racismo. Vemos su actual marginación solamente como una cuestión de evolución cultural y civilizadora y sólo en este sentido, por causas que saltan a la vista, los indígenas están en desventaja respecto del resto de los mexicanos.
Hay facciones, en cambio, que quieren hacernos creer, por motivos demagógicos, que las culturas indígenas eran inmensamente superiores a sus conquistadores españoles, olvidando que en el siglo XVI España estaba en pleno apogeo y hasta en superioridad respecto de Europa. Nosotros no compartimos tal adulación por lo indígena y creemos que lo importante es incorporarlo a la vida nacional, elevarlo a la categoría de mexicano y dejar que sea el mismo indígena el que hable por sus obras.
La cuestión de la incorporación del indígena a la mexicanidad plena, no es asunto que ataña a unas cuantas personas; es, ante todo, una misión nacional, que debe ser emprendida sin dilación ni mezquindad en toda su extensión y profundidad.
Desde el punto de vista nacional, esta actividad es una verdadera obra misional, similar y continuadora de aquélla que nos engendró como una nueva nacionalidad, recordando que cristianizar y castellanizar es mexicanizar. Además, deberá enfocarse tal actividad desde el punto de vista económico-social, ya que plantea el problema de cuál es la postura en que debe ser colocada la población aborigen y sus elementos respecto de la población mestiza.
Al indígena se le deberá enseñar a valerse por sí mismo, echando mano de los adelantos pedagógicos modernos sin pretender deformar su mentalidad y se le deberá guiar hacia su integración nacional. Pero, una vez que se cumpla tal período de aprendizaje, deberá dejársele que se desarrolle por sus propios medios y con su esfuerzo personal, como lo hacemos o deberíamos hacerlo los mexicanos ya integrados.
En suma, la educación que se le proporcione y la forma como se lleve a cabo, deberá ser tal que tenga siempre presente su condición humana, que lo considere como un sujeto con derechos y obligaciones que se comprenda que el futuro del indígena dependerá en gran parte de esa misma educación.
No se les deberán regalar aquellas cosas que les sirvan sólo para satisfacer sus necesidades inmediatas y perentorias; sino educársele para que busque su propia realización y legítimos logros.
Para lograr lo anterior no es necesario inventar o recurrir a experimentos novedosos. En nuestra Patria ya se tienen antecedentes coronados por el éxito, pues la forma como España afrontó ese problema durante la evangelización y colonización es un ejemplo elocuente de esto. Al mismo tiempo que los religiosos enseñaban a los aborígenes la religión cristiana y los convertían a ella, les enseñaban las técnicas inventadas en aquella época para transformar la naturaleza, dándoles con ello conciencia de su dignidad humana y un medio honroso y honesto de ganarse la vida.
Todo el que quiera colaborar en esta actividad deberá conocer profundamente los sistemas empleados por los religiosos de aquellos tiempos, para que, adaptándolos a los tiempos actuales y enriqueciéndolos con los adelantos modernos en materia educativa, puedan dar eficaz rendimiento. Para esta labor se impone un criterio analítico, libre de prejuicios y sectarismos.
La tutela propuesta para el indígena no es la que protege al débil, manteniéndolo dentro de su retraso, sino aquélla que quiere trabajar con diligencia por incorporarlo a la síntesis cultural que a la fecha muestra el mestizaje en nuestra Patria, para darle a ésta un nuevo contingente de hijos que se sumen a los demás y todos colaboremos unidos a su engrandecimiento. Nosotros de ninguna manera nos preocupamos por el mestizaje biológico, pues ésta es una cuestión que cae por su propio peso y porque, además, no afecta al problema fundamental que es el de lograr que el indígena quede en condiciones de igualdad política, social y económica respecto de los demás miembros de la sociedad, una vez que haya obtenido la educación y las habilidades técnicas adecuadas.
Por todo ello, consideramos que este problema debe empezar a resolverse inmediatamente, pues mientras no se tomen las medidas adecuadas redundará en daño a la Patria, y los mismos indígenas no obtendrán ningún provecho.