Editorial

El mexicano: suma y resta de virtudes y defectos


Como pueblo resultante del mestizaje, los mexicanos somos portadores de una conglomeración de diversas etnias que vinieron de España y se fusionaron con las etnias mexicanas.

Esa combinación llevó a acercar al Cid Campeador o los Reyes Católicos, o los magistrales navegantes como Cristóbal Colón, con los destacados emperadores Aztecas, con guerreros feroces con emblemas de Aguila o Jaguar, con personalidades tan sensibles como Netzahualcoyotl.

Esto es: sumanos rangos, del nuevo universo de España y de México, que acrisolaron el idealismo católico de los conquistadores, encarnados en misioneros y clérigos, así como en sentido de cruzada de honor y de gloria, como aventura de caballería, de los hidalgos españoles.

También estuvo el bajo, pero no menos poderoso motor de la codicia, la búsqueda de oro, sin comprender la magnitud de una empresa histórica singular y portentosa.

Ambos pueblos también tienen el defecto de la doblez. El español busca la conveniencia, y lo mismo nuestro indígena. Se antepone el egoísmo y se simula. En ambos casos hay una mascara ante los demás y una mas personal. Se da el dualismo del personaje que habla de valores morales, y los exhibe, precisamente porque sus acciones carecen de ellos.

Como humanos, la diferencia de color de piel, de tradiciones, y de comportamiento adecuado a la convivencia social, son similares. Básicamente todos los pueblos encontramos los mismos pecados y su extensión. Cuando se establecen pueden llegar a afectar el destino de las instituciones, empresas en que labora. o aún en las más elementales tareas como la convivencia deportiva.

Veamos algunos casos. La mentira es un defecto del cual puede avergonzarse la humanidad. La hay en escala personal o familiar, pudiendo hacerse extensa a una institución. Así el gobernante mentiroso se convierte en un demagogo que promete más de lo que puede cumplir, o en un cínico que conscientemente alardea de resultados cuando esta lejos de ello.

La mentira puede afectar incluso a personalidades religiosas, entrampar a intelectuales que por el afán de defender ideas nocivas a la sociedad, pueden ser promotores del aborto, de la promiscuidad sexual. La causa por la que se eslabona esa mentira, es diversa.

La soberbia es otro de los pecados terribles. Desde la conquista estamos presenciando egocentrismo y protagonismos desmedidos. Yo primero, yo hoy, yo mañana. El pretexto del liderazgo o del mando, pueden deteriorar a que se encamine una institución a ser parte del culto de la personalidad, o a inclinarla ante otras personas con poder. El soberbio piensa siempre en que es el mejor, el más adecuado, el insustituible. Este tipo de actitudes han costado batallas perdidas, dolorosos errores históricos, y grandes tragedias nacionales.

Todavía entre las personalidades que detentan el poder, es fácil encontrar ejemplos de personajes que se sintieron encumbrados entre la atmósfera asfixiante del elogio fácil. Algo muy riesgoso para cualquier institución y en cualquier nivel.

Ambición. Con mesura y bajo un cercano control, la ambición puede motivar progresos. Pero la ambición casi siempre aunada a la soberbia, puede provocar tropiezos importantes en cualquier institución.

Tenemos que analizar nuestro entorno y nuestra institución, y situar si no se dan juegos de intereses oscuros, bajo el amparo de ambición de reconocimiento, de mando o de autoridad.

El falso testimonio, o la murmuración. Toda una lamentable tradición en el seno de partidos, sectores de gobierno, instituciones humanas, en todo ámbito, incluso el de una escuela. Este defecto se pone en movimiento para desacreditar, para desvirtuar, para dañar a los que están frente. Es el clásico caso de lanzar la piedra y esconder la mano. La magnitud del daño de crear insidias, de envenenar ambientes, causó ya en la historia nacional la vergonzosa ejecución de Agustín de Iturbide, consumador de nuestra Independencia, en la que según narra Lucas Alamán, el historiador mexicano ilustre, gente como Fray Servando Teresa de Mier, realizaron antes que las balas una campaña feroz para desprestigiar su realización de imperio, para lanzar cargos de desdoro en su persona y de manera concertada con las Logias Masónicas, reorientar las garantías y la promulgación de una religión de estado, como factor de unidad nacional, para dar traste a las intenciones reales de un personaje que aún no es valorado justamente para lo que la Patria recibió de él.

La referencia histórica va más lejos. Somos un país acostumbrado también a la exageración, y mediante la palabra, somos capaces de arreglar el mundo. Se ha dado de hecho, que un propagandista, un modelo de mercadotecnia “venda” su imagen y sus palabras para significar muchas cosas. Así, hay términos que engloban muchas cosas. Una democracia puede ser una dictadura, pero si es le denomina “Popular” está salvada. Un gobernante puede ser solamente un muñeco de campañas publicitarias y triunfar ante un estadista eficaz.

El criterio, el análisis de los resultados, el realismo ante la medida de nuestras palabras, es el mejor freno. Se dice que la fuerza escapa por la boca y que el pez por la boca muere.

En nuestra institución ha sido advertido tanto el peligro de la murmuración que forma parte de los documentos fundamentales de nuestro obrar: No murmuré jamás ni permitiré que alguien lo haga en detrimento de mi grupo. Pentálogo.

Esta reflexión nos lleva a despertar la vigilancia permanente ante los vicios ocultos de la personalidad de un pueblo mestizo y joven como el nuestro. Somos un país que cree aún en los espejos y cambia todo por promesas inciertas. Predispuesto a usar sin cuidado nuestra palabra, a realizar comparaciones, a enaltecer lo extranjero ante lo propio, lo sajón ante los valores hispanoamericanos, lo comunista ante la libertad, la depravación ante los valores de la familia, el vicio frente a la virtud.

Apliquemos esta reflexión en nuestro entorno. También el P.D.M.U., ha sufrido los embates del egocentrismo en el pasado y en el presente, de mesías improvisados, de genios inadaptados. Ha sufrido los alardes de la codicia, en que se han dispuesto bienes o patrimonio propiedad de la institución, ha gastado grandes esfuerzos en divergencias resultado de la envidia, la ambición o la murmuración...

Mientras el genero humano siga siendo humano seguirá siendo imperfecto, y seguiremos en el riesgo de perder mucho a nte todas estas debilidades. Hay que nombrarlas, hay que situarlas como el verdadero motor de lo que en la sombra se fragua. Pueden haber membretes, símbolos extraños, palabras del humanismo, o modernistas, pero siempre será el mismo final, la destrucción.

Estos factores se enfrentan con nuestras fortalezas: La verdad, La lealtad, La Honradez, La Sinceridad, El Honor, que han permitido que la institución siga incólume.

En nuestra edición local de la lucha del bien y del mal, y de la perfección humana, nuestras fortalezas o nuestras debilidades pueden arrastrar la suerte de la institución. Y el compromiso sincero es trabajar por el Pentathlón, mantener su unidad, respetar sus principios, sus jefes, sus códigos y fundamentos, mantener nuestras tradiciones, conservar nuestro estilo.

Y para ello somos parte de la transparencia, tan de moda, de la legitimidad de intenciones y de acciones. Y unificados, seguiremos adelante, por ello debemos seguir esa lucha inclaudicable contra nuestros enemigos internos, nuestros demonios, que no deben estar sueltos, aún cuando se disfracen de fraternales intenciones, o de venerables propósitos, todos ellos oscuros.

Los resultados hablarán mejor que nuestras palabras.


Asociación de Oficiales Egresados del Pentathlón

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