Ideario
de Mexicanidad
Pensamiento
doctrinal heredado por el Lic. Raymundo Guerrero Guerrero (1925-1996),
gran universitario, pentathleta, sabio y filósofo de talento
extraordinario de perfiles nacionales.
1.- La
espiritualidad es universal patrimonio de la humanidad, que cada
pueblo expresa con su propio estilo de vida, definiendo así su
misión dentro de la civilización y la cultura.
Dios, al crear al
hombre, lo dotó de cuerpo y espíritu, ambos
armónicamente
relacionados y unidos formando un todo; el alma fue hecha por
Dios a su imagen y semejanza. Dios posee determinados atributos
como Ser de su espíritu, esas mismas ideas de justicia, bondad,
etcétera infinitamente Justo, Bueno, Misericordioso, etcétera.
Así que el hombre tiene, dentro de su espíritu, esas mismas
ideas de justicia, bondad, etcétera.
Ahora bien, todos
los hombres, en todas las épocas de la historia, en
todas las
sociedades, aun en las más primitivas e imperfectas, han poseído
y poseen como constitutivo propio el cuerpo y el espíritu. De
aquí que en todas las épocas, las agrupaciones humanas han
tenido manifestaciones de espiritualidad y han reconocido, entre
todas las actividades desarrolladas, algunas como superiores a
las otras.
Es indudable que en
esta selección se han visto influidas las
agrupaciones
humanas por el medio ambiente, tal o cual época determinada de
la historia en que han vivido, su propia manera de ser y de
pensar, sus tradiciones, etcétera.
Pero, a pesar
de lo anterior, hay determinados valores espirituales
que han sido
aceptados y cultivados en grado mayor o menor por la totalidad
del género humano. Ellos son: la justicia, la verdad, la belleza,
la bondad, la santidad, la dignidad, el amor, la libertad,, la
virtud. Estas y algunas otras constituyen lo que se denomina
valores universales del espíritu y siempre han sido reconocidos
por los hombres; aunque cabe aclarar que, debido a las
influencias psicológicas y físicas antes señaladas, no todos
los valores han tenido la misma aceptación y cultivo en todos
los lugares y épocas. Y no solamente no han tenido la misma
aceptación sino que, además, en los distintos pueblos un mismo
valor no tiene idéntica importancia.
Al aceptar tales o
cuales valores con preferencia a los demás, cada
Pueblo habrá
escogido su misión histórica dentro de la cultura y la
civilización humanas; y esa misión será tanto más efectiva y
valiosa cuanto mejor logre cultivar esos valores objeto de su
preferencia e igualmente dependerá tal misión de la postura que
adopte ese pueblo respecto de los valores restantes.
Las actividades del
espíritu de cada pueblo integran su cultura y su
Civilización.
Por cultura entendemos la "transformación de la naturaleza
por el hombre", y este trabajo no es solamente para que el
hombre tenga conocimiento de lo que le rodea; sino también para
cultivarse a sí mismo y a los demás. No es una actividad
meramente externa o parcial, sino más bien interior e integral.
Civilización es el
acervo de las generaciones en el aprovechamiento
y utilidad de los
recursos de la naturaleza. Así, mientras la cultura investiga,
estudia y descubre la verdad de las cosas, sin que obligadamente
aproveche el resultado de tales conocimientos, la civilización
los aplica en beneficio del hombre. La civilización utiliza,
además de los conocimientos anteriores, los de otras culturas y
civilizaciones. Por ello puede darse el caso de que haya un
pueblo con poca o escasa cultura que, sin embargo, posea una
civilización altamente desarrollada.
Por lo que se
refiere a los valores del espíritu en nuestra Patria, cabe
Reconocer entre
los más característicos los siguientes: la religiosidad, el
anhelo de justicia y libertad, la dimensión maternal, la amorosa
y la amistad.
La religiosidad que
rinde adoración a Dios y que quiere agradarle,
Que busca
complacerle, adquiere en el mexicano ribetes básicos. Esta
religiosidad también ha caído en ocasiones en manifestaciones
inadecuadas, como fruto de una incongruencia entre lo que esa
mentalidad mística indicaría y la forma de aplicar tal
mentalidad en la vida práctica.
La belleza goza de
aceptación y cultivo en una u otra forma por la
Mayoría de los
mexicanos y además se ve realzada por la gran sensibilidad artística
del pueblo que se traduce en obras, no solamente de las bellas
artes sino también de las artesanías. Nuestra música, pintura,
escultura y arquitectura son testimonios elocuentes de lo dicho.
Al mismo tiempo la sensibilidad artística permite al mexicano,
aparte de la creación de obras artísticas, poder gustar y
juzgar las de otros pueblos y asimilar de ellas ciertos rasgos,
ciertas características, que luego plasmará en una obra suya.
El anhelo de
justicia es otro de los valores que ocupan las
aspiraciones del
mexicano, derivando con frecuencia a echar mano de aquellos
recursos que individualmente piensa que son los más convenientes
y es por este camino que intenta hacerse justicia por su propia
mano. La libertad es otro valor tan profundamente arraigado en
nuestra mentalidad que, desgraciadamente en muchos casos, sea por
falta de educación o porque nuestro pueblo aún no alcanza su
madurez colectiva, llega a extremos inauditos de libertinaje.
Pero sea de esto lo que fuere, el deseo de la propia libertad es
un valor nato en el mexicano.
El amor y una de
sus formas, la amistad, es otro valor profundamente
arraigado en
nuestra mentalidad. Actos que por ninguna otra razón se atrevería
a ejecutar el mexicano, es capaz de hacerlos y de hecho los hace
por "cuatismo": negocios, puestos políticos,
beneficios económicos o de otra índole, sacrificios, esfuerzos
y trabajos.
Y así, con sus
extremos y con sus defectos, tales valores son
indudablemente
valores del espíritu, que en ningún caso llegan en el mexicano
a ser suplantados por los valores puramente materiales.
Esto es sumamente
ventajoso, pues mientras que en nuestra Patria el
Problema se
reduce principalmente a la educación, en otros países, los
valores del espíritu casi han desaparecido, por desgracia,
cediendo el lugar a los valores puramente materiales.
Siendo nuestro
pueblo un resultado de la mezcla entre dos culturas,
Entre dos
mentalidades, como son la ibérica y la indígena o sea la
mentalidad oriental y la mentalidad occidental, está
especialmente facultado para tener entendimiento con los demás
pueblos de la tierra y para realizar una labor conciliatoria
entre los intereses encontrados.
Además, la
herencia eminentemente espiritualista que nos legó
España y la
propia de los indígenas, hacen a nuestro país especialmente
dotado para llevar a cabo la reconquista del espíritu, para colocar a éste, respecto de las demás
dimensiones humanas, en el lugar y posición jerárquica que le
corresponde. Esta revalorización es absolutamente indispensable
para la salvación de la cultura y de la civilización. Hoy que
el materialismo amenaza con destruir a toda la humanidad es
necesario que los pueblos que tienen fe en los valores del espíritu
inicien la labor de rectificación de rumbos y, mediante su
actividad en este sentido y dejando que los hechos hablen por
ellos, se constituyan en ejemplo para los demás pueblos.
A esta misión histórica
de nuestra nación se oponen por igual dos
doctrinas
extremas: el patrioterismo y la xenofobia, también llamada
"chauvinismo".
El primero, que no
es más que un patriotismo llevado a extremos
irracionales.
Pretende que la nación a la que se pertenece es superior a las
restantes y para ello se basa en pretextos religiosos, racionales,
políticos, artísticos, económicos o de otra índole.
Consecuencia de
considerar inferiores a los demás, es tratar de
Dominarlos en una
u otra forma, bien sea por presiones de tipo comercial, bien por
intromisión, unas veces oculta y otras descarada, en los asuntos
de los demás, o, como frecuentemente sucede, por hostigaciones
directas que incluso pueden llegar, y de hecho así ha sucedido,
a la agresión u otras formas de imperialismo o nacionalismo
hegemónico.
El caso concreto
del comunismo tiene todavía mayor complejidad
Por ser
totalitario y negativo para la persona humana.
La xenofobia, que
no es más que un odio a todo extranjero, se
funda muchas
veces en los peligros derivados de la confraternización y en
otros casos nace como consecuencia del dominio o intromisión de
los extranjeros o en causas de la más diversa índole. Cuando
este sentimiento de repulsa llega a ser muy intenso, suele
traducirse, al igual que en el patrioterismo, en agresiones bélicas
o también en ataques personales a las propiedades de los
extranjeros.
Esas dos tendencias
repugnan por egoístas y porque, además, así no
es posible ningún
entendimiento entre los distintos pueblos y porque tales ideas
son un constante peligro para la paz entre los diversos países
de la Tierra.
A esas dos
tendencias se opone un patriotismo que solamente busca
el
engrandecimiento de la Patria basado prioritariamente en los
recursos vernáculos, provocando evitar imitaciones perniciosas;
pero respetando la dignidad de cada pueblo, su idiosincrasia, sus
tradiciones y, en fin, todo aquello que para ellos es sagrado.
Porque también exigimos que a nuestra Patria se le respete, por
lo cual no estamos dispuestos a tolerar influencias exóticas ni
intromisiones extranjeras que atenten contra nuestras esencias
nacionales.
El patriotismo que
nosotros adoptamos nace del amor tanto a la
Patria como al prójimo
y por ello defendemos los valores que son representativos de la
mexicanidad, frente a las agresiones del enemigo, en especial del
cosmopolitismo del tipo comunista marxista-leninista. Y esta
defensa tiene un fundamento de legitimidad, pues si cada hombre
tiene no sólo el derecho sino la obligación de defender su vida
frente a las agresiones, con tanta o mayor razón debe defender
su familia, la religiosidad y, consecuentemente, deberá defender
su propia Patria.
Continuará.