EL PENTATHLÓN EN EL SIGLO XXI

Por Lic. Pablo A. Carranza R.

 

Ahora cinco hombres de aquellos doce permanecen aun junto a nosotros. Son nuestro orgullo.

Y los que se han ido no se han ido en verdad. Nunca se irán.

La obra y el pensamiento de los fundadores quedarán para siempre, porque lo que ellos iniciaron se sigue iniciando cada día, todos los días, por todos los rumbos de este México que amamos.

Con cada paso redoblado de aquel cadete que levanta su mano, enérgico, para saludar con marcialidad y respeto a la Bandera, la misma que honró su abuelo y honrará su nieto.

Con cada mujer que promete tener amor acrisolado a su Patria y que la engrandece con cada acto de su vida, como mejor hija, esposa, madre, mujer.

Con cada niño que aprende a valorar lo que hace, no lo que tiene; que aprende la sabiduría de la constancia; a tener sinceridad y alegría en su alma y en su rostro, porque es sano por dentro y por fuera.

Con cada egresado que hizo del Ideario su estilo de vida, su norma de conducta como estudiante, obrero, empresario, mexicano.

 

El Pentathlón nace cada día de instrucción, con la tensión de los músculos al correr, con el sudor de los rostros al sol, con la sincronía de un pelotón al marchar, con el orgullo en la mirada por ser...por ser.

Porque la búsqueda del ideal no acaba.

Por eso el Pentathlón llega al Siglo veintiuno como si fueran las seis de la mañana del 9 de julio de 1938.

Porque el Pentathlón ha vivido en la mente y en el corazón de un millón de mexicanos que en sus filas aprendieron que la Patria necesita vidas victoriosas; y así ha sido.

Un millón de pentathletas que han vibrado con emoción al escuchar el Pentálogo  y que aprendieron a tener pensamientos que fueran como el aire de las montañas: amplios, puros y benévolos para todos.

Apenas fueron 62 años y ya se contribuyó con mucho a la grandeza de nuestro pueblo.

Pero esto fue solo el inicio...

Porque siempre habrá hombres y mujeres que actuarán como si de cada uno dependiera todo, que pelearán como si sólo tuvieran que vencer, que trabajarán como si fueran los únicos responsables y que pensarán como los mejores.

Hombres y mujeres a quienes la miseria y el hambre de su prójimo le hiera profundamente y que busquen con coraje esa justicia social que aun no se logra, porque no hay Patria cuando existen dos castas: desposeídos y poseedores.

Que prefieran la compañía de los cerdos y el aire de las alcantarillas que la compañía de los déspotas explotadores y su atmósfera de perfumes.

Que amen a las universidades, crisol de ideas en evolución constante donde nació el Pentathlón, y que las defiendan de los sátrapas y mezquinos, porque la grandeza de los pueblos es la resultante de la grandeza de sus instituciones.

Que no se cubran el rostro ni se enfrenten jamás contra sus hermanos del Ejército Mexicano.

Que sean enemigos de la libertad para burlar las leyes y hacer el mal.

Por eso la obra de los fundadores es inmortal.

Porque la fuerza del Pensamiento Pentathlónico no se limita a una época, no se mide en el tiempo; siempre es vigente y contundente como la verdad, la bondad y la belleza; como la nobleza y la sabiduría; como la virtud y el honor.

 

Este Siglo vendrá otro millón de mexicanos a relevar la guardia bajo el águila bicéfala y las cinco estrellas. Y otro... La misión no terminará jamás.

El Pentathlón seguirá existiendo porque su nacimiento ha sido, sin duda, algo de lo más grande que le ha sucedido a México.

 

¡Tendré...