NO SOMOS SUJETOS PASIVOS DE LA HISTORIA

SINO QUE TENEMOS QUE SER ACTORES DE LA MISMA.

 


Por Miguel Ezquerra Lomelí (*)

 

Durante los agitados días que nos ha tocado vivir, en medio del ruido, la basura, la lucha por el patrimonio y la subsistencia,  casi no nos queda tiempo para la reflexión. Aprovecho el "alto" del semáforo, clavo mi vista en el horizonte, veo cada día a más  jóvenes  despersonalizados, sucios, mal vestidos, melenudos, vagos, y  trato de entenderlos y justificarlos pero me es imposible.  Observo que inclusive los universitarios han adoptado actitudes otrora propias de vagos y comodines sobre todo en el hablar y el vestir.

Dada la naturaleza de mi trabajo estoy en contacto permanente con jóvenes adolescentes y he aprendido que son el reflejo de su familia y de la sociedad. En ellos aparecen las cualidades pero también los defectos de la época. Me asusta el grado de desorientación en el que se encuentran sumergidos los jóvenes pero más me asusta el arsenal de justificaciones y argumentaciones con las que se evaden de las responsabilidades.

A la juventud de nuestros tiempos le han metido a la cabeza convenientemente todos los derechos por encima de las obligaciones y el cumplimiento del deber. Esto es muy peligroso porque se ha institucionalizado la cultura de la justificación, de la mal entendida tolerancia y de los derechos, quedando en segundo término el cumplimiento de las obligaciones y la disciplina.

Es sorprendente la forma en que un extenso sector de la juventud actual se burla de la autoridad en sus diversas formas, lo estamos observando en la UNAM, en el seno mismo de las familias, en las calles donde cada día se atropella a los ancianos y a las mujeres con obscenidades, maltratos o indiferencia. (Por cierto lector, te recomiendo hacer el ejercicio de comparar las imágenes de un parista "universitario" del CGH frente a la de un Cadete del PDMU en plena instrucción, el resultado salta a la vista).

Arteramente la televisión con sus programas "cómicos" por no decir estúpidos  sustancialmente está contribuyendo a la deformación de los jóvenes y niños.

"Nuestros" legisladores ídem, escenificando escándalos vergonzosos en las sesiones de las Cámaras ("Santuarios de la democracia"), que tienen la lectura del mal ejemplo para nuestros jóvenes. Y para colmo, los candidatos presidenciales envueltos en un festín de dimes y diretes vulgarizando las campañas y abaratando la figura presidencial.   

En medio de ello y a pesar de ello siempre me encuentro con el recuerdo del Pentathlón y de lo útil que para la sociedad es.

¡Que hermosa sería nuestra Patria si la mayoría de los jóvenes mexicanos lo conocieran y se hubieran encuadrado en sus filas!

Estoy seguro de que habrían menos drogadictos, menos parásitos sociales, menos delincuentes...porque si bien el Penta no es correccional ni reformatorio, si dota a los jóvenes de ideales, les da un sentido a su existencia y los impermeabiliza sobre los peligros que acechan.

El Penta nos ofrece una razón de vivir y vivir bien, sanos, nobles, con ideales limpios y convirtiéndonos en hombres útiles y preocupados por México.  

Por eso, pareciera que los pentathletas vamos contra la corriente, porque somos diferentes, nuestra formación nos hace ser críticos pero respetuosos y propositivos. Intransigentes pero razonables, inteligentes, con argumentos. Observadores pero activos.

Como Pentas no podemos, no debemos ser espectadores pasivos de la historia, estamos obligados a ser actores de la misma, sin temor a la crítica destructiva, a la incomprensión, a la difamación o a la indiferencia inclusive de nuestros propios compañeros.

No temamos a ser señalados por los pusilánimes y cobardes como intolerantes por nuestra forma de pensar y por nuestras actitudes. Seamos fieles a los principios que dieron vida al PDMU, hagamos historia como nos lo enseñaron los fundadores de nuestra institución y seamos triunfadores como ellos, en su ejemplo está la clave.

 

 

 

(*) 3er. Of. Egresado.