Dios en el Vedanta 

Revisión: Mahatma Krishananda Ji

Las múltiples divinidades - Devatas -

Hindues, jainas y budistas veneran hasta hoy día un gran número de divinidades superiores e inferiores, cuyo culto se deja seguir en parte hasta el período védico, y en algunos casos incluso hasta el período pre-ario. Aunque los nombres y los rasgos característicos de muchos de estos dioses se han mantenido hasta nuestra época sin sufrir alteraciones, con todo la concepción acerca de la naturaleza de los seres celestiales ha experimentado grandes transformaciones. Muchos dioses representan manifestaciones naturales (sol, fuego) o propiedades representadas materialmente (amor, cólera), estados (fiebre), procesos (muerte).
Originariamente se pensó que estos poderes de la existencia eran ellos mismos las divinidades o manifestaciones parciales de las mismas; el antropomorfismo sumamente desarrollado de los himnos védicos vio en los Devatas seres de forma humana, que habitan en un mundo supraterrestre; se les atribuía un nacimiento en el tiempo, pero se creía que no estaban sometidos a la muerte.
Cuando surgió la idea del alma, ella fue aplicada también a las divinidades de la naturaleza; los Devatás son seres espirituales que tienen ciertos substratos naturales como cuerpos o dominios de su soberanía. La inclusión de los dioses en las reencarnaciones, iniciada en los Upanishads y completamente realizada en la época clásica, convirtió a los dioses en simples lores de determinadas funciones, necesarias para el proceso cósmico; la posición de un Indra, etc., se da siempre mientras subsista el mundo, pero las almas, que ejercen las funciones de Indra, cambian continuamente; ellas surgen a la existencia como dioses en razón de las buenas acciones que realizado en anteriores existencias en el mundo, para alejarse del mundo celestial, una vez que sus méritos kárse han agotado, y para renacer en una nueva forma a en determinados casos.
Aunque los Devatás pertenecen así al sansara y se diferencian de los hombres sólo en grado, pero no esencialmente, se les ha dedicado un rico culto y se les dirigen oraciones para que concedan sus favores, por cuanto son más poderosos y más felices que los hombres y viven más tiempo.
Los textos propiamente filosóficos se ocupan poco de estas divinidades, ya que no tienen especial importancia en lo que se refiere a la explicación o a la superación del mundo; pero sería un error pensar por ello que los creadores de los sistemas filosóficos no creían en los dioses o que les atribuyeron un lugar en sus construcciones doctrinarias sólo para tener en cuenta las creencias populares.
Los dioses que han llegado a esta condición en razón de su Karma (llamados en Sanskrito por eso muchas veces Karveshvaras) tienen un poder limitado; cada uno de ellos tiene su especial dominio de soberanía y se cuidan de intervenir en los dominios de otros seres celestiales.
Son incapaces asiladamente o juntos de crear el mundo o de gobernarlo como un todo, no son ni los autores de las leyes universales naturales o morales, que rigen en el cosmos, ni están en condiciones de liberar de las cadenas del Sansara al que se esfuerza por a la salvación.
Más bien ellos mismos están sometidos al ordenamiento eterno de todo ser y necesitan, a pesar de su señorío, una liberación que los arranque de la transitoriedad.
La ley cósmica eterna, que los dioses deben también obedecer es considerada por las escuelas brahmánicas ateas como una norma impersonal inmanente en el mundo; por el contrario, los vedantistas, los comentadores del Yoga, del Nyaya-Vaisheshika y los seguidores de las grandes sectas hindues ven en el ordenamiento natural y moral del mundo la expresión de la voluntad de un Dios supremo, que, contrariamente a todos los otros, ejerce su autoridad desde tiempo inmemorial y para toda la eternidad, libre del karma, del dolor y de la pasión; y dirige el universo con un autodominio soberano.

ISHVARA, el Señor del mundo, único y personal

Los filósofos indios entienden por el término Señor eterno de los mundos a un espíritu, todopoderoso y omnisciente, eterno, único en su especie, y que está por encima de todos los otros seres desde todo punto de vista.
Él creó el mundo y lo organizó adecuadamente a un fin determinado, lo mantiene y lo destruye; produjo las leyes naturales y morales y las dio a conocer mediante revelaciones y mantiene en marcha la retribución kármica. Posee la más alta perfección moral y puede conceder no sólo bienes perecederos sino también la liberación. Esta determinación del concepto corresponde indudablemente sólo al máximo de lo que se puede decir acerca del Ishvara; en los detalles se dan diferencias entre los diferentes pensadores, así por ejemplo acerca de si Dios es no sólo la causa eficiente sino también la causa material del mundo, si debe atribuírsele cualidades morales o si Él se encuentra más allá del bien y del mal.
Muchas obras filosóficas no aclaran si el Ishvara es idéntico con alguna figura del Panteón, sino que dejan a criterio de cada uno el identificarlo con Brahma, Vishnu o Shiva.
Esta débil relación entre la idea de Dios y el culto de una determinada figura divina, que ya tiene su antecedente en el «Henoteismo» védico, se contrapone a la concepción dogmática de las sectas, especialmente de aquellas del período clásico, que tratan de demostrar que el Ishvara puede ser sólo Vishnu o sólo Shiva.
A causa de la identificación de Dios con algún ser mitológico, que a su vez está en relación de esposo, padre, jefe, con otras numerosas personas de la tradición sagrada, se ha originado muchos críticos del Hinduismo la falsa concepción de que el Hinduismo es una religión decididamente politeísta.
En realidad no debe uno, a causa de los marcos mitológicos exteriores, caer en el error de pensar que los Devatás y el Ishvara, ser único, son completamente diferentes.
Aquellas representan fuerzas de la naturaleza y poderes de la existencia aislados, mientras que Ishvara es al final de cuentas una personifcación del orden natural y moral, que convierte al mundo, de una multitud de manifestaciones aisladas e inconexas, en un todo unitario.
La concepción de que este mundo está regido por un Ishvara personal y eterno, se encuentra en la filosofía clásica en dos formas, una pan-en-teísta y otra teísta.
Ya en el Rig Veda se enseña que un dios personal causa primordial del mundo, que Él hizo que una cuarta de si mismo se convirtiese en el cosmos, mientras que Él sobrepasa al mundo con tres cuartas partes de su ser.
En poca siguiente se desarrolló la doctrina de que Dios es al mismo tiempo inmanente en el mundo y trascendente, sobre todo en los Upanishads, en el Gita y en numerosos Puranas.
Esta doctrina reúne en sí elementos teístas y panteístas, al concebir a Dios por un lado como una persona, existe en forma independiente, que se contrapone al hombre y a la cual éste por consiguiente puede dirigir oraciones, y por otro lado al hacer salir todo lo que existe, sea espiritual o sea no-espiritual, de Dios como causa material.
Los diferentes textos Vedánticos, sobre todo aquellos de las escuelasas Vishnuitas y Shivaitas, se han esforzado de modo diverso en hacer comprender que Dios puede ser simultáneate diferente y no-diferente de las almas individuales y han intentado siempre encontrar nuevas fórmulas para esta relación incomprensible para la razón humana.
Esta enseñanza sumamente difundida, que hace que todo está contenido en Dios o bien haya salido de Él, se opone a aquella del Nyaya-Vaisheshika tardío, del Yoga, de los Pashupatas y de Madhva que pone énfasis en la absoluta diversidad de Dios y del mundo y que en este sentido puede ser calificada de «teísta».
Ella se diferencia con todo del teísmo cristiano en que éste hace que Dios produzca el mundo de la nada, mientras que los teístas indios creen que la materia y las almas han existido desde la eternidad al lado de Dios, y por eso limitan su actividad a un simple ordenamiento y gobierno del mundo. Además la medida de la dependencia en que el mundo está frente a Dios puede ser establecida de modo muy diverso, según sea que se considere al Ishvara esencialmente como un órgano del orden cósmico, como un guardián de la retribución Kármica o como un ser todopoderoso que se comporta según sus propios deseos con la materia y las almas.
Una forma peculiar de la creencia en un Dios supremundano la enseña Patanjali en los Yogasútras: el Ishvara tiene sólo funciones religioso-éticas, pero en cambio nada tiene que hacer con ci gobierno del mundo, la retribución de los actos buenos y malos, etc., ya que todo esto funciona de por sí sin intervención divina, en razón del eterno ordenamiento cósmico.
No se ha enseñado en los sistemas indios un deísmo en el sentido de la época de la Iluminación europea; con todo la idea de que Dios creó y ordenó el mundo, pero que en seguida lo abandonó a sí mismo, aparece incidentalmente.

Brahmá, lo Absoluto impersonal

Desde la época Védica se designa frecuentemente a la causa primordial de todo mediante un neutro, como «Brahma» (la fuerza sagrada), lo que es (Sat), «aquello» (Tat), lo «uno» (Ekam), o mediante una palabra que, aunque es de género gramaticalmente masculino, no tiene por qué referirse a un ser personal, como Atman (Si-mismo), Ucchista (resto), Skambha (apoyo).
En los comienzos de la especulación filosófica el pensamiento no traza un límite preciso entre lo personal y lo impersonal, por lo que Brahmá en los mismos textos aparece como el dios (Deva), el señor (Isha), el Purusha (espíritu, propiamente hombre).
Cuando en el curso de una evolución progresista se tomó cada vez más conciencia de la diferencia entre personas y cosas, fue necesario aclarar si lo real en grado supremo debía ser concebido como un Dios personal o como una entidad primordial impersonal.
Aquellos que se decidieron por la primera de estas dos posibilidades admitían ahora que las relaciones impersonales se referían a una forma inferior de la naturaleza divina; los otros, que le negaban a lo Absoluto todas las cualidades personales por antropomórficas, enseñaban por el contrario que Ishvara personal sólo ofrece una imagen limitada de lo Absoluto.
Esta última enseñanza encontró su última expresión especialmente en Shankara y su escuela.